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EL EZLN ROMPIO EL DIALOGO CON EL GOBIERNO MEXICANO
Marcos, orgullo y prejuicio

El Congreso mexicano aprobó
la ley indígena, pero con tantas modificaciones que desató el enojo zapatista. El gobierno dijo que la ley no puede ser promulgada en estas condiciones.

El subcomandante Marcos y el presidente Vicente Fox, ahora
sin diálogo de por medio.

Por Juan Jesús Aznarez*
Desde México DF

El gobierno mexicano, maniobrando a toda prisa para evitar el definitivo descarrilamiento del proceso de paz en Chiapas aplaudió primero la ley indígena aprobada por el Congreso, pero, al observar que el Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) y sus aliados la rechazaba, rectificó, y propuso su revisión. Convocada a Los Pinos, residencia de los presidentes mexicanos, Xóchitl Gálvez, directora de la Oficina de Asuntos Indígenas de la presidencia, pidió “profundizar en aspectos centrales como la autonomía y la libre determinación”. La crisis de Chiapas, según la mayoría de los análisis, atraviesa un callejón sin salida.
Contrariado, acentuándose las viejas diferencias entre el Ejecutivo y el partido oficial, Diego Fernández de Cevallos, jefe de los senadores del gubernamental Partido Acción Nacional (PAN), conservador, demandó al presidente “que nos respete”. “Yo le invito a que más que preocuparse por la calidad de nuestro trabajo se comprometa, como se ha comprometido, a atender las demandas de los indígenas con políticas públicas.” La mayoría parlamentaria, incluido el PAN, negó a Fox facultades para vetar la ley porque se trata de una reforma constitucional aprobada por las dos terceras partes del Congreso. Manifestantes prozapatistas se sumaron ayer a las marchas mexicanas del 1° de mayo denunciado que la ley no escamotea los mecanismos legales para ejercer el autogobierno.
El subcomandante Marcos anunció el domingo la ruptura de todo tipo de contactos con el Gobierno al negar validez a una ley que, tras su ratificación por al menos 16 de los 31 estados mexicanos, elevará a rango constitucional los derechos y culturas de los diez millones de indígenas, el 10 por ciento de la población de México, la más pobre. Traiciona, protestó Marcos, el contenido del proyecto de ley redactado en 1996 por la Comisión de Concordia y Pacificación (Cocopa), integrada por representantes de los principales partidos parlamentarios. Esa comisión resumió en la iniciativa los Acuerdos de San Andrés, firmados aquel año por el gobierno de Ernesto Zedillo (1994-2000) y los zapatistas. Las enmiendas de fondo introducidas por esa presidencia condujeron al abandono de la mesa de negociaciones del EZLN.
Los dos partidos mayoritarios, el Partido Revolucionario Institucional (PRI) y el PAN, subrayan que la ley es buena y perfectible, y evitará choques de jurisdicción y agravios comparativos entre los indígenas y el resto de los mexicanos. El alcance de la libre determinación y de la autonomía reconocida en la ley federal, agregaron, deberá ser definido, de acuerdo a sus necesidades y circunstancias, por los Congresos locales de los 31 estados, domicilio de las 57 etnias, algunas integradas por más de un millón y medio de personas y otras por apenas medio millar. “Se habla de autonomía, pero no se establecen sus características. ¿Quién la dará seguimiento a eso? ¿Quién la hará cumplir? El PRI y el PAN se lavan las manos”, denunció Martí Batres, jefe del Partido de la Revolución Democrática (PRD, centroizquierda) en la Cámara baja.
La complejidad del problema indígena mexicano es de tal envergadura que difícilmente habrá consenso, no sólo en el Congreso sino en el resto de las fuerzas sociales, sobre la demarcación de los territorios originariamente pertenecientes a las etnias, muchos de ellos hoy en otras manos, o sobre los límites de la autonomía política, económica y social, y de los usos y costumbres ancestrales de las diferentes comunidades. El gobernador de Chiapas, el independiente Pablo Salazar, ganador de las elecciones del pasado mes de agosto en coalición con el PAN y el Partido de la Revolución Democrática (PRD), rechazó la ley y anticipó cuchilladas en el Congreso local cuando sea enviada a su consideración. El obispo del empobrecido estado sureño donde en 1994 se alzó el EZLN declaró que “el Congreso (federal) ya legisló y cumplió una de las condiciones que habían pedido. Que no sea totalmente satisfactoria para ellos es punto y aparte”.

* De El País de Madrid. Especial para Página/12.

 

Los cambios de la discordia

La distancia entre el proyecto de ley redactado en 1996 por la Comisión legislativa de Participación y Concordia (Cocopa) y el texto aprobado por el Congreso mexicano tiene muchas diferencias y es la base de la nueva crisis en el proceso de paz entre el gobierno mexicano y los zapatistas. Entre los cambios planteados por el Congreso en la Constitución mexicana figura la prohibición en su artículo primero de cualquier forma de discriminación:
Queda eliminada la fracción IX del artículo 115, de la propuesta de la Cocopa que reconocía el respeto “al ejercicio de la libre determinación de los pueblos indígenas en cada uno de sus ámbitos y niveles en que hagan valer su autonomía, pudiendo abarcar uno o más pueblos indios, de acuerdo con las circunstancias particulares y específicas de cada entidad federativa”.
Las comunidades indígenas pasan de ser “entidades de derecho público” a “entidades de interés público”.
“El uso y disfrute colectivo de los recursos naturales de sus tierras y territorios” pasa a ser “uso y disfrute preferente de los recursos naturales de los lugares que habitan”.
Todo pueblo indígena, según la redacción de la Cocopa, se asienta en “un territorio que cubre la totalidad del hábitat que los pueblos indígenas ocupan o utilizan de alguna manera”. La ley aprobada no define cuál sea el territorio a demarcar y llama a “conservar y mejorar el hábitat y preservar la integridad de sus tierras en los términos establecidos en esta Constitución”.
“Las comunidades indígenas, como entidades de derecho público, y los municipios”, según la redacción de la Cocopa, “tendrán la facultad de asociarse libremente a fin de coordinar sus acciones”. En la ley aprobada, “las constituciones y leyes de las entidades federativas” (de los 32 Estados, incluyendo en la categoría al Distrito Federal), “establecerán las características de la libre determinación y autonomía que mejor expresen la situaciones y aspiraciones de los pueblos indígenas en cada entidad, así como las normas para el reconocimiento de las comunidades indígenas como entidades de interés público”.

 

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