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“SOMBRAS DE HITLER” Y “DIARIO DE UN CLANDESTINO”, DOS EXITOS EDITORIALES
Los neonazis y sus amiguitos

Raúl Kollmann, al frente de un equipo, investigó las redes neonazis y su conexión con los uniformes vernáculos. Miguel Bonasso investigó en su propio diario personal de los 70 y 80 para recordar sus años montoneros. Ambos libros fueron presentados en la Feria.

Nelson Castro, Kollmann y Daniel Tognetti durante la presentación de “Sombras de Hitler”.

Por K. M.

A lo largo de casi dos años, un equipo de investigación integrado por veinte periodistas y liderado por Raúl Kollmann, desentrañó la trama secreta de las profanaciones de tumbas en cementerios judíos. La investigación reveló las increíbles facetas de los grupos neonazis que operan en la Argentina, el modo en que se financian, sus nexos con la Policía Bonaerense y la cadena de complicidades que deriva en que los culpables jamás aparezcan. En Sombras de Hitler, publicado por Editorial Sudamericana, Kollmann presenta un detallado recorrido por ese mundo secreto que adquiere ribetes delirantes, como el dictado de “cursos acelerados de antropología racial” y un identikit del “judío y el negroide tipo” con el que el partido neonazi Nuevo Orden Social Patriótico instruye a los novatos, incluyendo una clase práctica de identificación en la mesa de un bar.
Con abundantes entrevistas, fuentes documentales y un glosario con los términos que utilizan las organizaciones neonazis en la Argentina, Sombras de Hitler plantea, entre otras cuestiones, si se deben prohibir las actividades pacíficas y de propaganda de estos grupos: “Así como no se puede prohibir sin crear un precedente peligroso para la libertad de expresión, que alguien celebre el cumpleaños de Hitler o que presente a su horroroso régimen como un modelo por imitar, tampoco debe admitirse la manifestación pública de llamamientos dirigidos a impulsar conductas hostiles hacia grupos raciales, políticos o religiosos”, advierte el periodista Página/12 en su libro. “Una de las claves para cualquier estrategia antinazi sería efectuar una amplia depuración de las fuerzas de seguridad e inteligencia. El reclutamiento siempre consistió en seleccionar matones de ultraderecha, personajes con experiencia en secuestros, violencia, corrupción y odio a la democracia. Estas características los convirtieron en compañeros y amigos de los neonazis y los profanadores de tumbas”.
El libro fue presentado el lunes en la Feria, en una mesa integrada por el autor y por los periodistas Nelson Castro y Daniel Tognetti. “Provengo de una familia judía por parte de mi madre, y me enorgullezco de ese origen, por eso para mí este libro tiene un significado especial”, relató Tognetti, quien encaró varias investigaciones sobre el tema en el programa “Punto Doc/2”. Al responder a una de las grandes preguntas que subyacen al libro, si la Argentina es un país antisemita, el periodista opinó que “si bien existen bolsones de antisemitismo muy fuertes y enraizados, mi experiencia me demuestra que este no es un país antisemita, que aún sigue habiendo espacio para la integración de diversos sectores sociales”.
Nelson Castro subrayó que la explicación del fenómeno neonazi no puede ser reducida a un pensamiento aislado, sino que forma parte también de un pensamiento institucional: “El libro nos pone frente a una problemática a nivel mundial, y que durante muchos años estuvo tapada en la Argentina. Saludo la presencia de Sombras de Hitler porque nos pone de cara a la realidad, y debe servir como un llamado de alerta a toda la sociedad”, expresó el periodista. “La mejor forma de protegernos contra estos grupos no pasa por el dictado de decretos: la única manera de terminar con esto es desde la educación. Por eso esta no es sólo una obra de interés informativo, es un aporte muy grande para la sociedad argentina”, concluyó Castro, y destacó además la labor del equipo de investigación: “La lectura deja algún sabor amargo, porque la investigación periodística llega mucho más lejos que la justicia.Si un equipo de investigación llegó hasta aquí, la justicia podría haber hecho mucho más”.
“El mensaje que queremos dar con este libro es que no podemos dar espacio a estos grupos. Más allá de su número actual y de sus delirios, no podemos considerarlos como un fenómeno pintoresco. Ellos tienen locales,publicaciones, páginas en Internet, son guardaespaldas de genocidas como Massera o Etchecolatz. Actúan todos los días y pretenden dar contienda electoral”, subrayó Kollmann sobre el final. Así es como concluye su libro: “Hoy mismo están tratando de convencer a un adolescente para que se sume a sus filas. Son peligrosos y merecen toda nuestra atención”.

 


 

UNA MESA CON MARIO WAINFELD, NELSON CASTRO Y DEL PIERO
“Pido perdón por ser Senador”

Por Irina Hauser

“Los temas de Estado no pueden quedar sólo en manos de la Justicia, si se entiende como tal exclusivamente los tribunales. Sobre todo si a la hora de la verdad las manos de la Justicia son las del juez (Carlos) Liporaci.” Mario Wainfeld, editor de la sección Política de Página/12, hilvanaba hipótesis sobre por qué en Argentina es tan difícil llegar al corazón de la corrupción. Una multitud de ciudadanos montados a su estilo humorístico, pero no por eso menos ávidos de explicaciones sobre la trama de las coimas en el Senado, estalló en una carcajada. En la sala Roberto Arlt de La Feria del Libro, el Colegio Público de Abogados había convocado a una mesa redonda, en la que también participó Nelson Castro, para debatir si en Senado de la Nación reina la “opacidad” o la “transparencia democrática”.
“Mi nombre es Pedro del Piero y pido perdón por ser senador de la Nación”, dijo el frepasista al agarrar el micrófono habilitado para el público luego de las exposiciones. Los panelistas pusieron la mejor cara, cuando el único senador presente se despachó con una tira de moralejas a pesar de que el moderador –el presidente del Colegio, Atilio Alterini– pidió que la gente se limitara a preguntar. Del Piero dijo que si ante el escándalo de los sobornos “5000 personas se hubieran manifestado en la Plaza de Mayo” se habría avanzado en su esclarecimiento. El planteo contradecía en parte de lo dicho previamente por los panelistas.
“Tengo certezas pero no pruebas”, recordó Wainfeld la frase del senador Antonio Cafiero cuando las coimas se hicieron públicas. “Eso equivale a decir –explicó– que hay verdad pero no Justicia.” Por qué es así, se preguntó, si la causa judicial está en manos de uno de los jueces en teoría más correctos (Gabriel Cavallo, a cargo de la investigación después de la renuncia del caído-en-desgracia-Liporaci). Y se respondió varias cosas: que el cohecho es un delito difícil de probar, es más sencillo acreditar el enriquecimiento ilícito; que no cree que el dinero de las coimas haya salido necesariamente de las arcas del Estado; que hubo un gran interés de la gente en el tema, impulsado porque el reclamo fue encabezado por el ex vicepresidente Carlos Cacho Alvarez, pero que ese interés decayó cuando el Frepaso abandonó la protesta. En otras palabras, sostuvo, la lucha anticorrupción necesita como pilares a los actores políticos, a los medios y a la sociedad.
Nelson Castro concluyó, con Wainfeld, que el Senado es lisa y llanamente corrupto. Una contradicción tremada, señaló, teniendo en cuenta su papel clave de la sanción de leyes, entre ellas las de transparencia. A la velada faltó Joaquín Morales Solá, de duelo por la muerte de su colega de La Nación Germán Sopeña. Wainfeld y Castro, solitos, tuvieron que responder preguntas ásperas. “¿Es cierto, como dijo Elisa Carrió, que Fernando de la Rúa es el jefe de una mafia?”, se despachó un hombre desde la tribuna. La teoría de la “opacidad” sirvió de respuesta.

 


 

�En cierto modo, nunca se deja de ser un clandestino�

Por Karina Micheletto

“Los expertos de la inteligencia cubana afirman que permanecer clandestino más de seis meses deja severas lesiones psíquicas; no quiero ni pensar cómo me catalogarían a mí, que viví en la clandestinidad durante más de tres años”, reflexiona Miguel Bonasso en Diario de un clandestino, su libro más reciente. A partir del hallazgo de un viejo bolso de cuero, en el que guardó durante 22 años el diario en el que fue anotando el día a día de sus diez años de militancia en Montoneros, el autor de Recuerdo de la muerte, El presidente que no fue y Don Alfredo reconstruye aquella “memoria del subsuelo”, su experiencia como cuadro de la organización e integrante de la llamada generación de los 70. Que, según el escritor, fue “una generación política más que biológica”.
El sábado el libro fue “vuelto a presentar” (salió a la venta a fines de 2000) en la Feria, en una mesa que también integraron el titular de la Sindicatura General de la Nación Rafael Bielsa y el gobernador de Santa Cruz Néstor Kirschner. “Creo que ninguno de los que pasamos por esa experiencia dejamos de ser clandestinos. En cierto modo, nunca se deja de ser clandestino”, apuntó Bielsa. “La clandestinidad de la utopía y de las banderas no arriadas va a permanecer en nosotros como una clandestinidad eterna”, agregó. Al referirse a la relación entre literatura e historia, Bielsa demarcó tres épocas en la literatura dedicada a revisar los '70: La primera, que calificó como “de los libros emocionales”, en la que se ubicaría Recuerdo...como una obra fundamental. Una segunda etapa documental, abordada por una serie de jóvenes que se interesan por aquella época desde la vertiente de la poesía o la literatura fantástica o la del rigor de la investigación, y una tercera etapa en construcción: “Creo que ahora va a venir la mirada de la historia, de la razón crítica, la que distingue lo perecedero de lo imperecedero. Me gustaría que cuando llegue ese momento sigamos estando a la altura de las circunstancias”, expresó.
“Es interesante ver por qué cosas éramos clandestinos en el pasado y por qué cosas lo son otros hoy. Espero que dentro de veinte años el próximo diario de un clandestino deba ser escrito por Rodolfo Barra”, ironizó Kirschner. “Indudablemente, en esa generación de argentinos de la que habla el libro estaba la posibilidad de construir una Argentina diferente. Hoy se nota que faltan treinta mil compañeros que podrían haberle dado a este país una clase dirigente diferente a ésta, que transformó a los partidos políticos en sociedades anónimas”, agregó.
Bonasso subrayó que la historia que relata Diario... no pertenece exclusivamente al pasado: “Ese pasado está vivo, marca una voluntad de cambiar al país que si bien fue inconclusa está presente, y pertenece a nuestra generación pero también a la que viene”, afirmó. “Quise contar lo que pasó antes de Recuerdo de la muerte sin omitir la celebración que hacíamos de la vida, el entusiasmo vital arrollador que nos guiaba”, contó el escritor en alusión a algunas críticas que le cuestionaron una cierta “banalización de la tragedia”. “¿Cómo podría haber excluido al humor? Este diario pretende ser el reflejo de esa vida, a modo de postales o instantáneas, y en esa vida la tragedia no excluía la posibilidad de la farsa, lo grotesco o lo absurdo”, explicó.
Finalmente, Bonasso anunció que ya está en marcha su próxima novela, La venganza del señor conde. “Va a ser una novela de los mercados, con banqueros, ministros de economía, presidentes, una paráfrasis muy libre de El Conde de Montecristo de Dumas. Va a contar la historia de un banquero español que viene a invertir en la Argentina, a jorobar a otro banquero que no voy a mencionar para evitar otra querella. Por Don Alfredo tengo más querellas que libros vendidos, y eso que vendió bastante”, bromeó. “Y si Dios me da salud, como diría la tía Chita (uno delos personajes del libro), escribiré la historia general de Montoneros. No será complaciente ni satánica, va a formar parte de lo que el diario intenta hacer: reconstruir todos los fragmentos sueltos de una etapa, para marcar lo que hay de vivo en ella”, prometió.

 


 

UNA CHARLA DE EDUARDO PAVLOVSKY
Detrás del telón

Por Silvina Friera

“Cuando subí al escenario tuve una sensación similar a cuando una mujer te cautiva desde el primer momento. Me movía en una dimensión que nunca había experimentado.” Con esa frase, el dramaturgo, actor y psicodramatista Eduardo “Tato” Pavlovsky explicó cómo se acercó al mundo del teatro, en un diálogo abierto en la sala Roberto Arlt coordinado por el crítico Jorge Dubatti. Otro de los motivos decisivos, “ese gran shock” que lo impulsó a la actuación fue Esperando a Godot, de Samuel Beckett, dirigida por Roberto Villanueva Cosse. “Tuve la impresión de que manifestaba muchas de mis angustias desoladoras, que no habían sido bien analizadas”, agregó Pavlovsky, autor de piezas como La mueca, El Señor Galíndez, Telarañas, Potestad, Poroto y La muerte de Marguerite Duras.
El dramaturgo mencionó su formación como actor en El Nuevo Teatro, con Alejandra Boero y Pedro Asquini y confesó que ese entrenamiento lo fue “desaburguesando”. “Ser psicoanalista era una profesión que con cuatro pacientes vivías, especialmente si eran industriales. Pero ya no hay más industriales”, aclaró ante las carcajadas de un numeroso público. “Al teatro le debo lo grupal, tener que atravesar ansiedades muy locas con otros. Me hizo descubrir que lo estético tenía un papel muy importante”, señaló. “Mi analista interpretaba mi vocación como un exhibicionismo obsceno. Pero para mí el escenario, como dice Grotowski, es el lugar de la desnudez”, subrayó. Pavlovsky dijo también que se siente “un hombre de izquierda”, que estuvo vinculado al Partido Socialista de los Trabajadores (PST) en los ‘70 y, posteriormente, con el Movimiento al Socialismo (MAS) en los ‘80. “Me corrí de los partidos políticos en la medida que hay una religiosidad y terrorismo ideológico, que consiste en la imposibilidad de cuestionar al partido desde adentro. Si hacés una autocrítica sos un burgués, un traidor”, puntualizó. Respecto a la escritura de El Señor Galíndez (1973), una obra clave del teatro político, Pavlovsky aseguró que ese texto surgió porque quería escribir algo sobre la tortura. “El enemigo no era el torturador sino el sistema. Los militares forman secuaces que piensan que la violencia, el saqueo y la violación son actos normales”, indicó.

 

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