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PANORAMA ECONOMICO
Por Julio Nudler

Canje, trueque y permuta

Ayer el riesgo país cerró en 1051 puntos básicos (10,51 por ciento anual), y eso gracias a la espera de un canje de deuda que conceda algún premio a los tenedores institucionales (bancos y otros) de títulos argentinos y atenúe el temor de una inminente cesación de pagos. La conclusión obvia es que, sin el señuelo del canje, aquel indicador de la desconfianza de los acreedores habría escalado a niveles aún más insoportables para el país.
Hoy el default argentino ya no es el presagio de algunos economistas agoreros, sino un generalizado tema de debate entre los financistas internacionales. Estos no discuten cómo evitarlo, ya que consideran imposible lograrlo, sino cómo limitar el daño para los acreedores, para el mercado en general o para los contribuyentes de las naciones ricas, que sostienen a los organismos multilaterales, tipo Fondo Monetario y Banco Mundial, que comprometen recursos en las operaciones de rescate. Mientras tanto, el gobierno argentino sigue viendo cómo esquivar la quiebra, hasta ahora sin éxito, y no parece ocuparse de diseñar el operativo bancarrota, cuyas esquirlas van a lastimar eventualmente a toda la población como si fuera la explosión de un polvorín. Las largas colas ante consulados como el español y el italiano están formadas por quienes han decidido repudiar la deuda de la única manera en que pueden hacerlo un individuo o una familia: yéndose.
En su desesperado intento por ganarse la predisposición de los tenedores de bonos, Cavallo creó primero el impuesto a las transacciones financieras (ITF), pero mientras empezaba a recaudarlo con una mano, se le derrumbaba el resto de la recaudación. De todas formas, la pretendida “solvencia fiscal” no basta para garantizar el pago de la deuda: una vez que el Estado junta los pesos de intereses y amortizaciones, debe comprar los dólares y, si quiere sostener la convertibilidad, tiene que encontrar quién esté dispuesto a seguir entregándolos a cambio de pesos a la paridad de 1 a 1 y en cantidad suficiente.
Fracasado el primer recurso salvador, surgió el canje como nueva fórmula, confiándose en que su solo anuncio precipitaría un descenso en el riesgo país y, de ese modo, se autoviabilizaría la operación. Esta expectativa se basaba, a su vez, en la posibilidad de conseguir un garante de lujo para el canje, como el Tesoro estadounidense, el Banco Mundial o el Banco Central Europeo. Cuando esos respaldos quedaron descartados, emergió la nueva gran idea: una Ley de Crédito Público que embargue la recaudación de impuestos, convirtiéndola en garantía de la deuda estatal.
Por razones obvias, ese respaldo no podría referirse sólo a los nuevos bonos a más largo plazo que el Tesoro nacional entregará en trueque por papeles de vencimiento más corto, sino al total de los títulos, para no discriminar contra los tenedores de papeles que no entren en el canje. Sin embargo, si esa ley llegara a sancionarse, el resto de las obligaciones estatales quedarían degradadas. Entre éstas figuran el pago de sueldos y jubilaciones, los planes sociales o la compra de medicamentos, además de compromisos varios, como los que surjan del Plan de Infraestructura. Si en principio parece descabellado que semejante ley pueda ser aprobada por el Parlamento, habrá que ver cómo se comportarían las bancadas si, ante el fracaso del canje, el riesgo país se disparara hasta niveles de colapso.
Entretanto, Cavallo sigue intentando reactivar la economía, aunque en condiciones extremadamente adversas. Recientemente firmó con el FMI, para evitar que se cayese el blindaje, una nueva carta de intención en la que se reafirman las metas fiscales para el año a pesar del desvío acumulado, lo que lo obliga a un severísimo ajuste de ahora en adelante. Para darse una idea: el déficit no deberá superar en el cuarto trimestre los 251 millones de pesos, cuando en igual lapso del año pasado el rojo alcanzó los 2867 millones. Estos objetivos, harto asombrosos, se enmarcan en la previsión de que la economía crezca este año 2,5 por ciento. Según estimaciones del Ieral (Fundación Mediterránea), para alcanzar simplementeun crecimiento del 2 por ciento en el 2001, el Producto Bruto deberá hincharse a un ritmo del 3,5 por ciento en el tercer trimestre y del 6,5 por ciento en el cuarto. Es muy difícil hallar hoy alguien que apueste por estos números.
Además de ser la única alternativa posible a la cesación de pagos, el canje de deuda, dentro de condiciones supuestamente manejables, implica una necesidad estratégica para Cavallo y sus aspiraciones presidenciales. Esa operación es la llave para abrirse un período de descompresión, que le dé margen para intentar que operen los estímulos a la inversión. De lo contrario, el cordobés quedará atrapado en el derrumbe de la convertibilidad y la abrupta depresión que seguiría a un default. Pero afuera la discusión corre por otros carriles, imaginando escenarios que coinciden con el del Cavallo actual en un punto: la Argentina no puede pagar. No es ocioso recordar que el mediterráneo asumió el 22 de marzo con un discurso absolutamente opuesto, que se deterioró día tras día.
La última idea fue echada a rodar por dos economistas de la Universidad Carnegie Mellon, de Pittsburg, Pensilvania, Allan Meltzer y Adam Lerrick.
Ellos proponen que el FMI le establezca algo semejante a un precio sostén a la deuda argentina, ofreciendo comprársela a los tenedores de bonos al 60 por ciento del valor impreso en ellos. El país, a su vez, debería anunciar una reprogramación con quita del 20 por ciento, de modo que sus acreedores optarían entre permanecer en este riesgo o salir de él con la pérdida que les propondría el Fondo. La Argentina está sirviendo así de teórico banco de ensayos en la búsqueda de nuevas fórmulas para un problema sin solución: cómo eludir el definitivo fracaso del intento de globalización que ejecutó dentro de los preceptos del Consenso de Washington.
Tampoco habría que hacerse grandes ilusiones respecto del alivio que sentiría el país de lograr una exitosa megapermuta. Según Ecolatina, la consultora de Roberto Lavagna, en la mejor de las hipótesis (que incluye la capitalización de los intereses), el Estado necesitaría conseguir financiamiento por 18.820 millones de dólares en el 2002 y por 28.834 millones en el 2003. En favor de estas cifras sólo puede decirse que, sin canje, serían aún peores.


 

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