Principal RADAR NO Turismo Libros Futuro CASH Sátira

KIOSCO12

OPINION

Todos los escenarios todos

Por Andrea Colombo

Hoy (salvo incidentes a la norteamericana) leeremos los resultados definitivos de quién venció en las elecciones, y por un rato quedaremos hipnotizados. Después de unas horas comenzaremos a discriminar los votos, que a pesar de la fiebre bipolar no se reducen a una apuesta a cara o ceca. Interrogaremos los resultados en detalle, para entender qué sucede, y más todavía, para hacer hipótesis sobre qué ocurrirá.
Es cierto que con el Olivo reconfirmado por las urnas, aunque sea por un solo diputado, habría poco espacio para la fantasía. El centroizquierda seguiría rápidamente por la misma vía por la que se deslizó durante el último quinquenio, corrigiendo algo aquí, apretando el acelerador allá. La única diferencia probable: esta vez se acordaría del conflicto de intereses de Berlusconi antes de encontrarse otra vez entre la espada y la pared.
Revelada verdadera la profecía que desde hace un año pronuncia cotidianamente el vate de Forza Italia, Il Cavaliere Silvio Berlusconi, habría que estudiar los porcentajes con una atención muy diferente. La Casa de las Libertades no podrá hacer todo lo que prometió: sería imposible incluso para el superhombre de Arcore. Pero esta vez es posible estar seguros de que los objetivos principales buscará conquistarlos a toda velocidad: delegación al poder político de las prioridades investigativas del Judicial, rigor en cuestiones de orden público y rigor contra la inmigración, privatización de la enseñanza pública, federalismo salvaje, autonomía absoluta de las empresas. En una segunda fase llegará el plato principal, la reescritura de la Constitución, primera y segunda parte. Los principios sagrados, y los instrumentos formales serán puestos a punto a su debido tiempo para implementarlos.
Sólo que para coronar su ambicioso sueño, Il Cavaliere no podía limitarse a vencer. Necesita un triunfo. Necesita una ventaja tan neta sobre sus adversarios que le permita moverse a su gusto en las cámaras del Congreso, un éxito tan indiscutible que aniquile la moral de la oposición política y, más aún, de la social. En caso contrario, con una victoria mesurada, puede descontar que volverían a primera fila los diplomáticos formados en la vieja escuela de la Democracia Cristiana, capaces de mediar siempre y sobre todas las cuestiones.
Será necesario sopesar los porcentajes que alcanzó la ex separatista Liga del Norte, el socio que hizo caer el gobierno Berlusconi de 1994. Para la estabilidad de un nuevo gobierno de derecha, el mejor éxito al que Berlusconi podía aspirar incluía, probablemente, un éxito moderado para Bossi. Si Bossi volara demasiado alto, o, como ocurrió, demasiado bajo, para Il Cavaliere sería difícil frenar la inquietud del líder ultrafederalista y su necesidad vital de poner en evidencia el carácter específico e insustituible de sus bárbaros.
Entre las pocas ventajas de la polarización del voto debería estar la imposibilidad de una paridad entre los opositores. En cambio, en el sistema bipolar italiano, todo es posible y esto también, como ahora saben hasta las piedras, tanto se habla de esto desde hace meses. Una Cámara de Diputados para mí, un Senado para ti, paridad perfecta (aun cuando entre los contendientes hubiera una brecha de un millón de votos). ¿Y después qué hacemos? La respuesta no se le ocurrió a nadie, ni siquiera a quien podría ocurrírsele que, dada esa paridad, comenzaría la campaña electoral propiamente dicha. Lo cierto es que, en caso de paridad, no habría límites a las posibles soluciones, no importa cuán extravagantes o inconcebibles parezcan en un principio.
En los papeles todo es posible, per ni siquiera la clase política italiana osaría obligar al electorado a concurrir nuevamente a las urnas a los pocos meses, bajo la misma ley electoral. Así, podría nacer un gobierno de unidad nacional (poco importa bajo qué fantasiosa definición), formalmente encargado de fijar nuevas reglas electorales.
En la espera de buena parte del pueblo italiano por los resultados de las elecciones está el interrogante no sólo por el gobierno del país sino también, y muy especialmente, por el futuro de la izquierda. Los votos que reciban cada uno de los componentes de la coalición de centroizquierda y Refundación Comunista será determinante en todos los casos, sobre todo si el Olivo es derrotado.
El partido más peligroso es el que juega el Partido Democrático de Izquierda (PDS). Sin una inequívoca superación de los resultados poco reconfortantes de las regionales de 2000, arriesga entrar en una crisis de identidad que volvería difícil cualquier gobernabilidad, y que llegaría a la explosión si sus dos principales líderes fueran derrotados en sus duelos con los dos capitanes (o coroneles) del centroderecha: D’Alema contra Mantovano en la diputación de Gallipoli, y Veltroni contra Tajano en la Municipalidad de Roma. Si quedara fuera del Parlamento, D’Alema obtendría quizá como premio consuelo el liderazgo de su partido. Pero los cambios refundacionales de la izquierda a que aspiran él y el actual premier Giuliano Amato quedarían hipotecados por la masacre política, personal y simbólica. En estas elecciones, el partido de Fausto Bertinotti, Refundación Comunista, se jugó el derecho a la existencia. Superado el 4 por ciento de los votos, podrá seguir haciendo oposición en el Parlamento. Pero también se jugó otra cosa: la posibilidad de incidir en el proceso de redefinición de la izquierda que, inevitablemente, seguirá a toda derrota.
Publicado en Il Manifesto.


 

PRINCIPAL