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PANORAMA POLITICO
Por J. M. Pasquini Durán

Desatanudos

¿Cuándo o cómo empezó todo esto? Todavía más importante, aunque sea porque hay urgencia en responderla: ¿Cuándo o cómo terminará? Estas dos preguntas son, hoy en día, los mayores acertijos nacionales, complicados por la sensación generalizada, sobre todo entre los que reciben en la espalda el peso de la descarga recesiva, de estar detenidos en el medio de un oscuro callejón sin salida y sin saber cómo ni cuándo llegaron hasta ahí. Hay tantas respuestas circulando por las calles, sin que ninguna explicación despeje las incógnitas, que los charlatanes de bar parecen ministros y viceversa. Obsesionados por el discurso predominante sobre la deuda pública, surgen propuestas para vender la Patagonia a los japoneses o para que cada criollo adulto done medio litro de sangre por mes que sería vendido en el mercado negro de la hematología mundial hasta que cuadre la caja fiscal.
Otros ingenios han encontrado respuestas más exasperadas. “La falta de conducción por parte del gobierno nacional lleva a la Argentina a la catástrofe social y también a la anarquía política, ya que quien debería conducir no puede o no sabe hacerlo”, son palabras adjudicadas a Raúl Othacehé, ministro político de Carlos Ruckauf en el distrito bonaerense, pero no es un discurso aislado éste que sugiere la dimisión presidencial anticipada. Hugo Moyano, ayer mismo, se despachó con el pedido de disolución del gobierno que recién cumplió diecisiete de los cuarenta y ocho meses de mandato, y la convocatoria a nuevas elecciones generales, en consonancia con el pensamiento que le atribuyen al gobernador bonaerense, aunque sea porque ya largó su campaña personal por la presidencia que debería renovarse en el 2003. Los ruidos por los espasmos intestinos del justicialismo impiden escuchar con claridad si tal posición es compartida por las múltiples corrientes internas del intrincado mapa partidario. Como un fragmento de máxima tensión en ese damero, las complicaciones judiciales por el contrabando de armas a Croacia y Ecuador ciñen a Carlos Menem con los peores augurios, igual que un vasto brochazo de pintura negra sobre el rosa candoroso que intentaba pintar en colaboración con una ciudadana chilena para tapar la imagen desgastada de sus últimos años de gobierno. ¿Qué influencia podría tener en la opinión pública y en el cuadro político general si antes que lleguen las elecciones el otrora jefe absoluto del menemismo es reo preventivo por decisión judicial, así sea en la prisión-country de Campo de Mayo?
En extremos diferentes del pensamiento político, aun los que en apariencia comparten un mismo espacio ideológico emiten voces que chocan en la búsqueda de salidas para el laberinto nacional. En la izquierda, por ejemplo, los discursos sacan chispas en la intimidad doméstica de sus agrupaciones. “Necesitamos una segunda independencia, y esto no lo van a hacer los sectores que plantean humanizar el capitalismo... porque sólo un gobierno de trabajadores puede hacer los cambios de fondo y abrir el camino al socialismo” (Vilma Ripoll–MST). “Están preparando nuevas muletas centropopulistas, versiones nuevas del Frepaso [...] nada bueno se puede construir bajo direcciones mesiánicas. Cuba demuestra que sólo desde la firmeza en un proyecto socialista se defiende la soberanía nacional y popular” (Patricio Echegaray–Partido Comunista). “Los compañeros de Izquierda Unida dicen que ese proyecto de Nación debe ser el socialismo, ‘única alternativa al capitalismo actual’. ¿Es eso cierto? No, no lo es claro está”, porque la respuesta la tiene el Polo Social de Luis Farinello (Patria Libre, editorial de En Marcha N° 166). El Partido Obrero prefiere la inmediata convocatoria a una Asamblea Constituyente. Aunque esta nómina de citas está lejos de reflejar la panoplia entera de grupos de izquierda, aun con esos elementos es increíble que un veterano como Raúl Alfonsín pueda pensar, ante la prensa extranjera, que la actividad deorganizaciones residuales de estas minorías sean la causa última de las agitaciones populares. El ex presidente no debería sumarse con esta facilidad a la secta de cazadores de fantasmas, como los que en su momento quisieron identificar a “Quebracho” con toda la izquierda para justificar la represión macartista.
Para la CGT que encabeza Moyano, “hoy como nunca los conflictos que asuelan el país son símbolo de los efectos de este modelo económico perverso” y llama a una “movilización a la Plaza de Mayo” para el próximo jueves 31. En el diagnóstico sobre la motivación de los conflictos coincide la CTA dirigida por Víctor De Gennaro mientras promueve un movimiento nacional de “consulta popular” para reclamar un subsidio de 380 pesos mensuales para desocupados, con planes de formación profesional y auxilio escolar. La Corriente Clasista Combativa (CCC), que sigue al “Perro” Santillán, alienta las expresiones callejeras de los excluidos y demanda alimentos en los supermercados, conducta usada como razón para condenar al abogado Emilio Alí a cinco años de prisión, “como escarmiento” según el fiscal del juicio. En la base del obelisco social, se encienden y apagan, en prolongada intermitencia, protestas, piquetes, marchas, mítines, escraches, en un abanico de iniciativas que concurren, en definitiva, a la exposición de una disconformidad general que no encuentra cauces tan anchos ni acumula la energía suficiente para cambiar la dirección de los asuntos públicos.
Tampoco en el gabinete nacional y sus alrededores hay opiniones únicas acerca de casi nada, porque ninguna de las réplicas que imaginaron sus miembros para las dos preguntas básicas lograron apaciguar las demandas o las expectativas de la mayor parte de la sociedad. Ni siquiera la presunta taumaturgia de Domingo Cavallo, último concesionario del Ministerio de Economía, soportó la avalancha de pesares que mantiene al país al borde de la cornisa. Además, los partidos fundadores de la Alianza son más apariencia que realidad, fragmentados y confusos, inútiles para restablecer el sentido inaugural de la coalición o, incluso, para defender al gobierno de los aprietos en los que está encajonado.
Aun a riesgo del tedio, este recuento no es ocioso. Aparte de servir para otras conclusiones más o menos arriesgadas sobre los posibles desenlaces en el corto plazo, es la evidencia más nítida de la orfandad política de los desamparados económicos, de los excluidos sociales, de los sobreexplotados y de los vecindarios alarmados por la inseguridad creciente. El fraccionamiento y la impotencia, cuando no la inexistencia, de las representaciones populares son, hoy por hoy, el más peligroso potencial de la inestabilidad institucional, porque los ciudadanos, agobiados y resentidos, sin ninguna dirección referente que los incluya en volúmenes apropiados y en sentidos precisos, pueden ser fácil presa de cualquier autocracia intrépida, de la demagogia sin escrúpulos o de los atajos violentos. Por lo pronto, sirve para entender mejor por qué las minorías del poder, sobre todo el financiero, pueden imponer su voluntad particular por encima del bien común, torcer políticas públicas en su beneficio privado, subordinar a las ideas y programas de la política, disciplinar gobiernos, acostumbrar a una sociedad a vivir pendiente del “riesgo-país” en lugar de la “sensación térmica”, como si fuera un dato esterilizado por la objetividad científica cuando en realidad se trata de un índice prefabricado con altas cuotas de subjetividad y de utilidad, si la tiene, para unos pocos.
Debido a ese desequilibrio de poderes, el país está a punto de ser comprometido por el puñado de bancos que controlan el mercado de bonos del Tesoro nacional a una deuda con tasas usurarias, desde ya impagable, por el próximo siglo, aunque su plazo formal sea de treinta años. Dado que las deudas que se renuevan con ese tipo de interés van aumentando en progresión geométrica, es muy probable que en treinta años Argentina deba sesenta y seis dólares por cada uno que someta a semejante régimen. Por este acuerdo leonino, los gestores del “megacanje” cobrarán 150 millones de dólares. A este precio, conviene recordar que son los mismos que en su momento tuvieron la ocurrencia del Plan Brady para la deuda externa y el mismo Cavallo aseguró entonces que, por fin, había terminado la penuria de una obligación interminable. Aquel acto de ilusionismo formó parte de un show que incluyó las privatizaciones de las empresas de servicios públicos, porque la libre competencia bajaría las tarifas, y de otras como Aerolíneas Argentinas, hoy en terapia intensiva, con riesgo de asfixia, a consecuencia de una gestión de tan mala calidad que parece hecha a propósito, tal como sospechan tantos expertos en la materia. La resistencia gremial, acompañada a último momento por los diputados nacionales de los distintos bloques, abrió anoche una instancia de posible arbitraje que postergó la solución definitiva. De todos modos, la experiencia ratificó una tradicional creencia popular: el que no vuela ni camina termina arrastrándose.


 

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