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La historia del Rasputín criollo

La señal Infinito estrena hoy la segunda parte de un programa de investigación sobre la vida de López Rega, el hombre que inventó las tres A.

Una foto del final de Lopecito,
detenido y juzgado en la Argentina.
Las tres AAA mataron a más de 1500 personas entre 1974 y 1976.

Por Verónica Abdala

Una noche de 1943, tristemente ataviado con un traje de etiqueta alquilado y perfumado con una colonia barata, el hombre subió al escenario del Club El Tábano, de Saavedra, y entonó un bolero, al frente de una orquesta que él mismo había contratado. Su debut frente al micrófono fue casi debut y despedida: una seguidilla de necesidades económicas lo llevarían a alistarse poco tiempo después en la Policía Federal. El cantante frustrado tenía la certeza de que el nuevo trabajo terminaría con las penurias que lo llevaban a enredarse en largas disputas verbales con su esposa, Josefa Flora Maseda. Ni sus más íntimos imaginaban, por entonces, que aquel hombre gris y menor se convertiría en uno de los personajes más influyentes y nefastos de la política argentina. El cantante frustrado que se convirtió en policía se llamaba José López Rega (1916-1989) y buena parte de su época lo identificaba como “El brujo”.
La escalada fulminante hacia el poder del hombre que parecía el amanuense de Juan Domingo Perón está en el centro del programa especial de investigación de la productora Cuatro Cabezas, que se emitirá por la señal Infinito hoy desde a las 22 (repite el martes 22 a las 22). Políticos, escritores, periodistas, ex funcionarios de los gobiernos peronistas y hasta familiares de López Rega aportan, desde diferentes ángulos, por momentos divergentes, testimonios que permiten reconstruir una historia que parece sacada de una ficción sobre las venas abiertas de la América latina.
El escritor y periodista Miguel Bonasso, el ex dirigente montonero Roberto Perdía, la actriz Soledad Silveyra, el actual jefe del Gobierno porteño, Aníbal Ibarra, Guillermo Patricio Kelly, el ex médico personal de Perón Jorge Taiana, el historiador Miguel Unamuno, el parapsicólogo y ex diputado peronista Luis Sobrino Aranda, el yerno menos famoso de López Rega, Jorge Conti, el ex secretario de la juventud peronista Juan Manuel Abal Medina, Ramón Landajo, ex agente secreto de Perón, Esteban Righi, ex ministro del Interior, Hipólito Solari Yrigoyen, sobreviviente del primer atentado de la Triple A, Alberto Rocamora, ex ministro del Interior de Isabel, y el periodista Emilio Corbiere ayudan al espectador inocente a entender cómo fue que pasó lo que pasó con el Rasputín argentino. El programa recorre su juventud, su paso por la policía y su acercamiento a Perón, y profundiza en la fascinación que sentía por las ciencias ocultas. Los rituales que realizaba sobre el cuerpo momificado de Eva y su relación con la logia italiana Propaganda Due, de aceitados contactos con la mafia y el Vaticano, son algunas de los momentos más fuertes de la investigación.
Para Bonasso, Lopecito era “un loco o un mesiánico, que creía que Perón era algo a sí como la reencarnación de un emperador egipcio y que él era el elegido de los dioses para cargarlo de energía”. Landajo dice que “sencillamente, estaba convencido de ser el heredero natural de Perón, por lo que empleó todos los medios a su alcance para lograrlo”. Abal Medina contrarresta afirmando que “lo que hacía, como todo lo que decía, eran disparates”. Taiana subraya que López Rega “se creía la fuente de energía de Perón, su espejismo”. Y siguen sucediéndose en pantalla las voces y los rostros de los entrevistados, y las imágenes de archivo. Como por ejemplo, aquella en la que Isabel Perón dice, secándose las lágrimas: “Estoy tan embebida de la figura de Eva que es para mí un honor poder llegar a cumplir con la obra que ella dejó inconclusa”. A su lado, “El brujo” parece dictarle las palabras en voz baja, en una suerte de postal de su macabra influencia.
Para el programa, los delirios de ambos llegarían a su punto culmine en 1972, por los días en que el cadáver de Eva permanecía en la casa de Puerta de Hierro, Madrid, y era sometido a oscuras prácticas esotéricas que, según uno de los consultados, pretendían traspasarle a la esposa delgeneral “la energía áurea y los flujos de poder” de la abanderada de los humildes. La historia demuestra que sin embargo la hora de los delirios mayores aún no había llegado: Isabel fue vicepresidente y López Rega ministro de Bienestar Social cuando un Perón viejo y mañoso llegó por tercera vez a la presidencia. Aquel cabo ascendido a comisario general –ascendió doce grados en un día– sería luego de la muerte de Perón, en julio de 1974, el hombre fuerte de un país en crisis. Lopecito diseñó el modus operandi de la Triple A, la fuerza cuyo accionar preludiaría el capítulo más negro de la historia argentina del siglo XX, el de la institucionalización del terrorismo de estado “A los que tengan la cabeza dura –amenazó– les vamos a encontrar una maza adecuada a su dureza.” Luego, robó, huyó y lo pescaron. Murió de cáncer en 1989, rodeado del más unánime de los desprecios.

 

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