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UN PUEBLO JUNTA FIRMAS PARA QUE UNA FAMILIA SE VAYA
La furia de Melchor Romero

La gente le pide a la Justicia que sea echada la familia del chico acusado de matar a un joven. Amedrentan a un testigo.

Los vecinos llevaron sus
quejas a la policía y al fiscal.
Ayer se concentraron de nuevo
frente a la casa cuestionada.

Fue como en una película de la mafia siciliana: en medio de la noche, un misterioso hombre, montado en su caballo, apareció merodeando la casa de uno de los testigos del crimen de Sebastián Mirasso, el joven de 19 años que el miércoles último fue asesinado de una puñalada por un chico de 15, en la puerta de la Escuela Nº 39 de Melchor Romero. Cuando los policías que custodiaban la vivienda quisieron identificarlo, el emisario respondió con varios disparos y escapó cabalgando, aunque varias cuadras después un patrullero logró cerrarle el paso y detenerlo. Horas más tarde, casi 600 vecinos se reunieron frente a la casa de Diego, volvieron a tirar piedras y huevos y juntaron firmas que presentaron en la Justicia para exigir que la familia del supuesto agresor se vaya del barrio.
Cerca de las 2 de la mañana de ayer, los dos agentes que vigilaban la casa de 172 y 527 –donde vive una chica que vio cómo mataban a Diego– observaron a un hombre que andaba rondando la cuadra, montado en un caballo. Se trataba de Mario Sauder, de 41 años, un peón que trabaja para el padre del supuesto autor del asesinato, el quinceañero que se entregó en la tarde del jueves. Los policías intentaron acercarse para pedirle que se identificara: como respuesta recibieron una lluvia de balas, y el jinete desapareció en medio de la noche. Por radio alertaron a otros patrulleros y un móvil logró finalmente detener a Sauder, en la calle 166 entre 528 y 529. No estaba armado: los policías encontraron a pocas cuadras del lugar su revólver calibre 38. El fiscal de la causa, Marcelo Martini, caratuló el hecho como “atentado y resistencia a la autoridad, abuso de arma y tenencia de arma y munición de guerra”.
La bronca que sienten los vecinos, familiares y amigos de Diego creció cuando se conoció el intento de amenaza. Ayer, poco después de las 16.30, unas 600 personas se concentraron frente a la casa de la familia Mirasso, ubicada en la calle 517 entre 172 y 173. Allí le exigieron al comisario local, Miguel Chaile, y al fiscal Martini que el supuesto autor del crimen y sus familiares sean echados de Melchor Romero. Los acusan de cometer varios delitos que nunca fueron resueltos y de amenazar a los habitantes del lugar. Después marcharon por las calle céntricas del pueblo durante una hora y media. Mientras que el juez de Garantías, César Melazo, dispuso reforzar la custodia en las casas de los testigos, el jefe policial destinó una guardia para la familia del chico de 15 años, por temor a represalias.
Diego murió el miércoles último, tras recibir tres heridas de puñal, una de ellas directo al corazón. A eso de las 18, acompañó en bici a su amigo Martín hasta la parada del colectivo. Cuando volvía, se cruzó con cinco pibes; entre ellos estaba el supuesto agresor. Según los testigos, “no lo dejó ni bajar de la bicicleta”. “Le tenía bronca porque (Diego) defendía a una prima a la que este otro le decía de todo”, contó el jueves a este diario Mario Redruello, uno de los tíos del chico muerto.
Por su parte, el ministro de Seguridad bonaerense, Ramón Verón, expresó su pesar por el crimen, al salir del Te Deum celebrado ayer en la Catedral de La Plata. El funcionario consideró que no se trata de un nuevo caso de violencia escolar, al señalar que “el crimen ocurrió en las inmediaciones de una escuela, pero no está vinculado con la actividad de la escuela”. En respuesta al reclamo de mayor seguridad realizado por los vecinos de Melchor Romero, Verón explicó: “Tenemos un convenio (con la Dirección de Escuelas de la provincia) para supervisar la seguridad de las escuelas, pero es imposible cubrir cada establecimiento. No tenemos esa cantidad de personas en seguridad en servicio”.

 

Salidos del túnel del tiempo

Como metido en una máquina del tiempo, por unas horas, el centro porteño volvió ayer a los inicios del siglo XX: una caravana de 15 automóviles Ford T –fabricados entre 1915 y 1927– recorrió los barrios de San Telmo y de Monserrat, conmemorando el 74º aniversario de la salida de fábrica del último modelo de ese auto. El vicepresidente del Club Ford T de la Argentina, Alfredo Civalero, recordó que el vehículo de sus amores “fue un boom, particularmente en Estados Unidos y en Argentina, porque es un automóvil especial para terrenos como el pampeano y el de las praderas”.
Civalero es casi un héroe para los fordteístas, porque a comienzos de este año recorrió los 5171 kilómetros que separan La Quiaca de Ushuaia a bordo de su Ford T, en compañía de otro miembro del club, Daniel Bollo. Según explicaron sus directivos, el club cuenta con más de cien miembros, y para octubre de este año se prepara un encuentro nacional e internacional de fanáticos, en conmemoración de la fabricación del primer vehículo, en 1908. La caravana culminó con un abrazo simbólico al Obelisco, momento que los porteños aprovecharon para sacarse fotos junto a los legendarios autos, mientras los choferes refrescaban los radiadores con agua de sus bidones ad hoc.

 

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