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�Es el autor político de grandes crímenes�

El investigador británico Christopher Hitchens explica por qué cree haber probado la culpabilidad de Henry Kissinger en crímenes contra la humanidad que van de Camboya a Chile. En el caso chileno, dice que la gran novedad consistió en planificar la derrota de un régimen institucional como el de Salvador Allende.

Por E.F.
Desde París

“Me da lo mismo que le vendamos material militar a Indonesia o no. Por mi parte, yo no gano nada, no recibo ninguna comisión.” Quien pronunció estas palabras en el curso de una agitada reunión que tuvo lugar el 18 de diciembre de 1976 en el Departamento de Estado norteamericano no era otro que Henry Kissinger. Frases semejantes, y aún peores, aparecen con una regularidad cristalina a lo largo del libro que el periodista y ensayista inglés Christopher Hitchens acaba de publicar. Cerca de los crímenes siempre sobrevuela la figura del ex secretario de Estado norteamericano, uno de los hombres más controvertidos y adulados del siglo. The trial of Henry Kissinger trata los entretelones más siniestros de un personaje de estatura internacional que parece confundir los intereses estratégicos de los Estados Unidos con sus intereses económicos personales.
–Kissinger es sin dudas el secretario de Estado norteamericano más célebre de la historia contemporánea. Pero en su libro aparece como un oportunista, un criminal de guante blanco y un traficante de comisiones ocultas que pacta con los peores dictadores.
–Kissinger es el peor ejemplo de la cultura de la celebridad en los Estados Unidos. Dicha cultura consiste en tomar en cuenta la reputación de una persona y no sus actos. A Kissinger se lo conoce como hombre de Estado pero nadie se interrogó realmente sobre lo que hace. Esa es la razón por la cual decidí conjugar su celebridad con sus acciones. Estoy dispuesto a apostar que mis pruebas son más fuertes que su reputación. No tengo ningún resentimiento personal contra Kissinger. Quise identificar al autor político de crímenes contra la humanidad.
–Su libro está basado en documentos de la CIA que usted puso bajo la lupa. ¿Cuántas y cuáles son las pruebas de las que se dispone hoy?
–En Washington contamos con dos tipos de pruebas: la primera concierne a la documentación original del programa del gobierno norteamericano a propósito de la instauración de la dictadura militar en Chile mediante asesinatos, terrorismo, subversión y corrupción. Estos documentos provienen directamente de los gabinetes de Nixon y Kissinger. El ex secretario de Estado está implicado en el conjunto de esos actos. En segundo lugar, contamos con las pruebas de la colaboración entre Washington y las dictaduras en Brasil, Argentina, Uruguay, Chile y Paraguay.
–¿Como articula esas pruebas?
–Para mantenerse en el poder, esas dictaduras mataron, torturaron e hicieron desaparecer personas. Las pruebas son el resultado de una enmienda votada el año pasado por el Congreso norteamericano. Concretamente, se le pidió a la CIA que entregara el material ligado a esas dictaduras que estaba en su poder. Todo lo que descubrí sobre Chile puede aplicarse también en países como la Argentina, Brasil, Uruguay y Paraguay, es decir, los países que formaron parte del Plan Cóndor. Pero yo me concentré en Chile porque el ejemplo es muy preciso.
–¿Por qué razones los Estados Unidos, y Kissinger en particular, se ensañaron con Allende de esa manera?
–No era, como se cree, para derrocarlo una vez que accediera al poder: lo que se buscaba sobre todo era impedir que fuese electo. Dicho de otra manera, el principal acta de acusación contra Kissinger consiste en su voluntad de romper la coalición política de Allende, fueran cuales fuesen los medios que hubiera que emplear. La elección de Allende tuvo lugar en diciembre del ‘70. Pero, al igual que en los Estados Unidos, la ley chilena prevé un plazo de transición de 60 días antes de que el Congreso confirme la elección del Presidente. Kissinger estuvo en Chile durante ese período.
–¿Con qué objetivo?
–Interrumpir el proceso constitucional. Kissinger y otros personajes planearon poner término a ese proceso. En ese contexto, Kissinger y su equipo idearon el proyecto destinado a asesinar al general chileno René Schneider, que era no sólo el líder de las fuerzas armadas de Chile sino que, sobre todo, nunca hubiese aceptado un golpe de Estado. Schneider era un general que tenía un principio claro: las fuerzas armadas no debían mezclarse con los asuntos políticos, y menos intervenir en un proyecto cuya meta era un golpe de Estado militar. Schneider era un oficial conservador movido por un proyecto constitucional y fue asesinado por esa causa. Se trata de una atrocidad absoluta y nosotros contamos con todos los detalles del atentado planeado por Kissinger y que le costó la vida a Schneider. Hay que decir que se trata también de una atrocidad contra la democracia chilena. Durante 25 años, Kissinger impidió que los chilenos eligieran a su presidente.
–¿Quiénes están implicados en el asesinato del general Schneider?
–Los documentos originales que tenemos dan cuenta de un grupo fascista compuesto por ex oficiales de extrema derecha con un pasado manchado por la violencia criminal. El dinero para el operativo, unos 50 mil dólares, fue enviado desde Washington y distribuido en Chile por la embajada norteamericana. Una parte de las armas fue también enviada a Chile a través de la valija diplomática. Todo prueba que existía una complicidad legal entre Kissinger y el grupo pagado para perpetrar el asesinato de un oficial democrático, conocido por sus posiciones constitucionales en el seno de una república democrática con la cual los Estados Unidos no estaban en guerra. Sin lugar a dudas es un crimen contra la humanidad, contra la democracia: legalmente, se trata de un asesinato caracterizado.
–¿Cómo explicar que un personaje semejante, que saboteó una democracia, empujó a un país a la guerra, provocó la división de Chipre y está implicado en las horribles matanzas de Timor Oriental haya recibido el Premio Nobel de la Paz?
–Kissinger recibió el premio de la guerra. Teóricamente, obtuvo el premio Nobel de la paz por haber puesto punto final a la guerra de Vietnam, pero en realidad, no existía ninguna paz que pudiera celebrarse. Kissinger nunca hubiese debido aceptar el premio porque, como lo pruebo en mi libro, él no puso fin a la guerra. Más bien, la prolongó. En 1968, pactó un acuerdo secreto con el alto mando de Vietnam del Sur. Todas esas negociaciones secretas se llevaron a cabo durante la campaña electoral norteamericana de Nixon con el propósito de sabotear la posición de Washington durante las negociaciones que se estaban llevando a cabo en París. La guerra se prolongó a causa de esas negociaciones ilegales y encima se extendió a Camboya y Laos.
–La influencia de los Estados Unidos en América Latina durante los años ‘70 fue criminal. De Norte a Sur, Washington apostó por los peores personajes de la historia. Detrás, siempre aparece el mismo personaje: Kissinger.
–Todo el mundo sabe que la política norteamericana en América Latina fue decisiva, condicionó los golpes de Estado militares y acrecentó el papel de las fuerzas armadas. Pero hay que decir que las administraciones precedentes actuaron más o menos de la misma manera. Fue el caso bajo el régimen de Roosvelt y esa política alcanzó su paroxismo durante el gobierno de John Kennedy. Lo que ocurrió en Chile a principios de los años ‘70 es de una importancia capital. No fue un ataque contra el comunismo o contra un movimiento como Sendero Luminoso, sino contra las instituciones democráticas chilenas. Ahora, gracias al retorno de la democracia y de la ley constitucional, se saben muchas cosas de esa época.
–En la Argentina, un juez evocó recientemente la posibilidad de interrogar a Kissinger en el marco de las investigaciones del Plan Cóndor. Su libro aporta revelaciones indiscutibles sobre la necesidad deprocesarlo. Supongo que incluso en los Estados Unidos no debe ser fácil llevar a Kissinger ante los jueces.
–El arresto de Pinochet y su proceso en curso muestra que vivimos en un mundo nuevo. Según las ONG que defienden los derechos humanos y los sobrevivientes de la tortura, la justicia internacional no debe permitir que se cometan crímenes en nombre de la razón de Estado. En ese contexto Kissinger debe ser juzgado porque el arresto de Pinochet cambió la atmósfera internacional para quienes, en el pasado, cometieron crímenes contra la humanidad. La presión que la comunidad internacional ejerció en la ex Yugoslavia y la instauración de un órgano institucional para juzgar los crímenes contra la humanidad muestran la necesidad de que los Estados Unidos, que se creen y se presentan como los maestros de los derechos humanos, empiezan a aplicar la ley en su propio país. Esto es, sin embargo, imposible mientras se siga defendiendo a Kissinger para que sea interrogado por la justicia a propósito de los crímenes que cometió mientras ejerció el poder. Yo quise precisamente centrar mi libro en torno a esa contradicción de la cultura norteamericana.
–¿Kissinger la personifica?
–Los hechos permanecen. Desde el principio de la administración Nixon hasta el fin de la administración Ford las huellas que dejó Kissinger son visibles y van de Vietnam hasta Camboya, pasando por Chile, Bangladesh, Grecia y Timor Oriental. Lo que pasó con él es que continuó siendo un personaje ambiguo, protegido gracias a su gran poder.
–Para usted, Kissinger fue tanto un amante del fútbol como del crimen de Estado.
–No creo que a Kissinger le guste otra cosa que no sea el poder. Es su único pasatiempo. Ni siquiera las mujeres. Sí de pronto, de tanto en tanto, se interesa en los fotógrafos... Igualmente, no estoy nada seguro de que le guste realmente el fútbol, con el cual dice identificarse tanto. Está más interesado en el ejercicio del poder y en ganar dinero entrando en contacto con los dictadores para hacer negocios con ellos. A mi entender, no es un buen historiador ni un buen académico. Es un pobre intelectual y un pobre ser humano.

 

 

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