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Internas, SIDE y un carapintada

No hay definiciones, pero sí hipótesis sobre si el ataque a la hija de Bonafini fue militar, civil o policial.

Los atacantes se hicieron pasar por telefónicos, usaban handies Nextel y recibieron orden de parar y huir.

Por Raúl Kollmann

Nadie sabe nada ni vio nada. Es cierto que fue feriado, 25 de mayo a la tarde, pero no hay un solo testigo que haya visto un auto o a los individuos que se hicieron pasar por personal de Telefónica y torturaron, quemaron con cigarrillos, sometieron a submarino seco y golpearon a María Alejandra, la hija de Hebe de Bonafini. El fiscal inicial del caso, Marcelo Martini, sólo tiene un diagnóstico –”fue un trabajo de profesionales”–, pero por ahora no aparece ninguna pista. En el ambiente policial se habla de una operación de ex integrantes de la Bonaerense que se reunieron en la zona de Florencio Varela. Denunciantes anónimos hablan de un conocido personaje carapintada, pero lo cierto es que no hay evidencia que les dé solidez a esos rumores. La propia Hebe de Bonafini le dijo a Página/12: “Esto es parte de la ofensiva en contra nuestro. El día anterior me infectaron la computadora con un virus. Nosotros somos un blanco para muchos personajes siniestros”.
De entrada, el fiscal Martini ordenó las diligencias de rigor. Se les tomó declaración a todos los vecinos, pero ninguno vio a los dos individuos que entraron por la fuerza en el departamento de las Bonafini. Tampoco vieron el auto o autos usados en la operación. El argumento con el que los desconocidos llegaron hasta el domicilio fue que María Alejandra había pedido una línea telefónica y por eso les abrió la puerta. Ni bien ingresaron, la emprendieron a golpes, le ataron las manos, le pusieron una bolsa de nylon en la cabeza y le quemaron los brazos y la espalda. Otro elemento investigado es que, de acuerdo a María Alejandra, los desconocidos usaron un aparato del estilo Nextel, un celular que también funciona como transmisor de radio. Mientras torturaban a la mujer, por el Nextel llegó la instrucción de terminar el operativo, y se dieron a la fuga.

La interna

El hombre se acomodó en la silla del viejo bar. Es un comisario retirado que siempre operó en las internas de la fuerza.
–Mire, a principios de mayo hubo una reunión en un restaurante del cruce de Florencio Varela. Se llama Prince II. Ahí se encontraron varios policías retirados y un conocido subcomisario, al que apodan El Negro, que fue echado de la fuerza por extorsión. Todos están furiosos con (Ramón) Verón (actual ministro de Seguridad) porque movió a toda la gente de ellos y los sacó de puestos claves. En ese encuentro se arregló realizar acciones de repercusión, crear un clima de inestabilidad que haga caer a Verón.
–¿Qué prueba hay de que ellos actuaron en el caso?
–Yo se lo aseguro. Y le digo una cosa: esto es sólo el principio.

El anónimo

El llamado se recibió en la redacción 48 horas después de lo ocurrido a María Alejandra.
–Hola, soy Juan. Hace diez días salió en libertad el carapintada famoso, El Indio. El se la tiene jurada a Bonafini y también a Aldo Rico, que lo traicionó. Lo de la hija tiene que ver con él. Averigüen.
El dato motivó una llamada a la Gendarmería ya que, supuestamente, El Indio estaba preso en el Escuadrón Buenos Aires.
–No, mire, ese hombre sigue preso –fue la primera respuesta.
Quince minutos más tarde hubo otro llamado de la propia Gendarmería.
–Llamo para rectificar lo que le dijimos. El hombre fue trasladado a Corrientes hace 12 días por orden del juez y dos días después quedó en libertad. Ya no está más preso. Lo cierto es que no hay pruebas en su contra, sólo el prontuario: carapintada, matón gremial, preso por intento de homicidio, acusado de asesinatos y de actuar en La Noche de los Lápices. Vive en La Plata.

Acusaciones cruzadas

En tiempos de choques políticos y ante un hecho inexplicable como el que sufrió María Alejandra, las acusaciones no se basan ni en pruebas ni en hechos concretos. Son especulaciones, pero existen. El hombre de línea de la SIDE tantea con la clásica de esa cueva de hombres formados en el Proceso. “Y... es raro. Para mí fue un autoatentado.
–¿En qué se basa?
–Basta fijarse a quien beneficia: le permite a Bonafini aumentar su papel de perseguida.
–¿Eso es todo lo que se le ocurre?
–Mire, por ahora no tenemos información.
Un poco más arriba en la escala de la SIDE hacen el siguiente análisis:
–Carlos Ruckauf está en plena campaña contra el Gobierno. La provincia está con enormes dificultades y no puede pagar los sueldos de este mes. Está claro que quiere tapar eso. Cirielli, el de los técnicos de Aerolíneas, está jugando la carta del caos y es cercano a Ruckauf. Moyano llamó a un paro general y se sabe que es hombre de Ruckauf. Hay unos cortes de rutas en el Gran Buenos Aires que son inexplicables. En las gestiones para conseguir el megacanje estuvieron Carlos Reutemann y José Manuel de la Sota. El que no estuvo fue Ruckauf. Y le digo que tiene ahí un grupo de inteligencia integrado por ex gente de la SIDE, un militar y algunos policías. Lo de Bonafini sirve para pegarle al Gobierno, sobre todo a nivel internacional
–¿Tiene algún dato más concreto sobre el hecho en sí mismo?
–No, no. Es sólo un análisis de lo que está pasando.
El contrapunto viene de un legislador muy cercano a Ruckauf.
–Nos están tratando de echar la culpa de todo. No nos extrañaría que esa operación contra Bonafini tenga como objetivo crearnos problemas, sensación de ingobernabilidad. La SIDE sigue llena de grupos operativos y hay poco control.
Como se ve, la investigación del siniestro ataque contra María Alejandra no avanzó ni un milímetro. En tiempos recientes no se han visto operaciones de grupos ultraderechistas ni paramilitares. No hay antecedentes de actuación de una organización promilitar o procesista. Las denuncias sobre torturas, el quemado del cuerpo y los submarinos secos se refieren a hechos ocurridos en comisarías y la única excepción han sido los ataques contra los quinteros bolivianos, detrás de los cuales hubo, sin dudas, una organización parapolicial. Página/12 reveló recientemente la existencia, en la zona de Don Torcuato, de un escuadrón de la muerte, también con presencia policial, pero con acciones y asesinatos contra jóvenes delincuentes de barrios marginales. En resumen, las torturas a la hija de Hebe de Bonafini no se encuadran en nada de lo conocido en los últimos tiempos. “Fue un trabajo de profesionales. Suena a operación de policías o militares”. El diagnóstico del fiscal es lo único que queda flotando en el aire.

 

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