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Menem enviará una misión a Estados Unidos para obtener apoyo político

El ex presidente encargó a su amigo Alberto Kohan que inicie contactos internacionales para mejorar su situación en la causa que investiga la venta ilegal de armas. La decisión responde a la estrategia del ex ministro de la Corte, el menemista Rodolfo Barra.

Por Diego Schurman

Un par de camisas. Algunos pantalones. Y, sobre todo, demasiada preocupación. Alberto Kohan llevará una valija pesada a Estados Unidos. El viaje ordenado en las últimas horas por Carlos Menem tendrá un objetivo sumamente difícil: lograr el guiño del Departamento de Estado en la causa que investiga la venta ilegal de armas.
Menem dispuso la travesía para explotar la alternativa de la presión internacional. Su gobierno inició la etapa de las “relaciones carnales” con los Estados Unidos. En las próximas horas buscará un gesto de reciprocidad del país del Norte.
Al ex mandatario le fascinaría asumir personalmente esa “política de seducción”. Pero el juez Jorge Urso no muestra demasiadas intenciones de autorizarlo a cruzar las fronteras antes de que comparezca el 13 de julio. Por eso alistó a Kohan para la tarea. Al ex secretario general de la Presidencia lo acompaña un interés personal: también está citado a declarar, aunque en calidad de testigo.
El hombre encargado de la misión menemista mantiene fluidos contactos con George W. Bush. El presidente norteamericano es, al fin, un heredero de la relación que Menem enhebró con su padre y que se extiende mucho más allá que de unas rumbosas partidas de golf. Kohan era en los hechos el traductor de aquellas conversaciones donde se mezclaban cuestiones de Estado y del deporte con los negocios privados.
“Voy a realizar un viaje con varios destinos. Estados Unidos es uno de ellos. No me quiero extender en el tema porque faltan ajustar algunos detalles. Pero vamos a contar nuestra campana de los hechos de la misma manera que lo hicimos cuando viajé a Brasil para entrevistarme con el presidente Cardoso”, admitió a regañadientes Kohan a Página/12 en el mismo momento que Menem miraba el partido de la selección argentina junto a amigos en el primer piso del Hotel Presidente.

Código de Barra
La misión responde a una estrategia esbozada por el ex ministro putativo del menemismo, Rodolfo Barra, y que hace rato asumió el ex titular del Ejército, Martín Balza. Ambos sostienen que el caso de las armas no es materia judicial por tratarse de una cuestión de Estado.
La “doctrina Barra” es descartada de antemano en Comodoro Py por dos razones:
- El juez Urso y el fiscal Carlos Stornelli no lo consideran una cuestión de Estado. (Marcan diferencias con lo sucedido en la gestión de Raúl Alfonsín, que vendió armas a Irán durante su conflicto con Irak. “Eso fue una venta de Estado a Estado”, dicen cerca del juzgado).
- Aun si fuera una cuestión de Estado no justifican la existencia de delitos: en la venta de armas a Croacia hubo intermediarios y se presume de la existencia de coimas, y también de actas y decretos falsos.
Con todo, el argumento menemista no alcanza para explicar el otro destino de la operación, Ecuador, pese al embargo de Naciones Unidas.
Menem blanqueó su nueva estrategia de defensa en “Sábado Bus”. “Yo les sugiero al señor juez y al señor fiscal que tengan en cuenta lo que significa un bloqueo por parte de Estados Unidos”, dijo, en apariencias incómodo, mirando a los ojos a Nicolás Repetto. Lo que sugería, en verdad, era que el país del Norte podría haber aprobado la operación de venta de armas a Croacia.
El ex presidente no se mostró distendido. No fue, después de todo, el escenario que imaginaba. Primero por la protesta de los trabajadores de Aerolíneas Argentinas que demoraron su entrada al estudio. Después por la incorporación en el reportaje de su conflictiva relación con su hija Zulemita. Por si fuera poco, hizo saber tras el cierre del programa su desagrado con la pregunta que lo desafiaba a contar su performance sexual en la luna de miel. “No tenía que haber ido a la televisión. En estos momentos hay que bajar el perfil”, dijeron a este diario en el entorno de Carlos Corach y Eduardo Bauzá. Este último, incluso, se comunicó con Menem para que desistiera de su presentación en “Sábado Bus”.
Evidentemente, el ex presidente se mantuvo en sus trece. Es más, dejó que su mujer, Cecilia Bolocco, también incursionara en televisión desafiando al jenga a Gerardo Sofovich. El conductor, que recalcó que no había “ninguna” intencionalidad política, fue por demás condescendiente. “Es la esposa de un amigo de muchísimos años”, la presentó. Y a pedido de la mujer reinició el juego, una concesión que hasta ahora no había logrado nadie. Después perdió. “Che, ¿da la sensación de que fui a menos?”, preguntó.

El dolor de ya no ser
Si Menem quiere disimular su debilidad con una omnipresencia mediática, son otros los que se encargan de recordarle cómo se le está licuando el poder. La interna del PJ en ese sentido es un espejo formidable. Eduardo Duhalde lo ninguneó en una sóla frase cuando le preguntaron qué incidencia tendría para el país una eventual detención del ex presidente.
“Nada, no pasa nada. Son temas que no van a tener ninguna incidencia institucional, y por supuesto que tampoco partidaria”, señaló el candidato a senador bonaerense.
Pero lo que más dolió al menemismo fue la incursión de Carlos Ruckauf en su provincia. Jorge Yoma, al mando de una Cherokee, lo llevó a la inauguración de Guandacol, un pueblo de la precordillera, donde inauguraron un polideportivo. “Los traidores se juntan”, “Aprendan del maestro” fueron los mensajes de bienvenida de una provincia que muestra su devoción por Menem. De las palabras se pasó a la amenaza de piedrazos.
–¿A dónde me trajeron? –se disgustó Ubaldo Matildo Fillol, que llegó a La Rioja como “padrino” del polideportivo.
Al Pato lo había llamado Eduardo Menem para que rechazara la oferta de Ruckauf y Yoma. “Se va a enojar Carlos”, fue el mensaje que le hizo llegar al ex arquero de River, según informaron fuentes del PJ. Pero Yoma –que mantiene con Eduardo Menem una pelea por la herencia política de su hermano– logró la foto esperada. Otra demostración de que el apellido Menem no es lo que era.

 

 

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