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OPINION
Por Mario Wainfeld

La hora del plan B.

No era el jugador audaz que apuesta todo su resto a un pleno y se llena de fichas. No tenía una sola carta en sus manos, ni un solo instrumento para plasmar todos sus objetivos. No era, en fin, el cazador certero que mató a la híper de un solo tiro en la frente. Y, sin embargo, el hombre que lanzó el enésimo plan de reactivación tras tres años de estancamiento económico (uno y medio padecidos bajo la administración aliancista) era Domingo Cavallo.
Era, bien mirado, el Cavallo del ‘82 el que cuasigobernó el país desde el Banco Central, el que paría circulares con la fertilidad de los conejos. Circulares que se perfeccionaban, se anulaban, se contradecían, se derogaban y antes que nada, día a día u hora a hora, parían nuevas circulares. El ministro de Economía, que funge de regente del presidente Fernando de la Rúa, volvió a mostrarse tal cual es: el más creativo de los economistas “ministeriables”, el más desaprensivo respecto de lineamientos teóricos, el más dispuesto a usar el poder del gobierno para imponer sus propuestas. Las que –sin haberlas consensuado con el resto del gabinete, sin haberlas hablado con su equipo que funcionó tabicado para que nadie conociera el paquete, sin haberlas escrito ni estudiado a fondo– hizo conocer el viernes tienen su sello: el del aluvión de medidas, que revelan antes que nada su voluntad de poder y su ambición política.
Es demasiado pronto para proponer un balance de una maraña de decisiones no del todo congruentes entre sí, algunas de las cuales (si efectivamente Cavallo sigue siendo Cavallo) jamás se implementarán.
Pero, con la precariedad del caso, pueden proponerse algunos apuntes:
Nunca lo dirá, pero Cavallo, a través de sus actos, reconoce tácitamente que se equivocó feo cuando fantaseó que su mera presencia en Economía pondría montura a las variables más montaraces de la economía. Los mercados no se sometieron, los empresarios no abrieron sus faltriqueras, los sectores medios no salieron a consumir, el riesgo país no bajó. Mingo conducción no produjo el boom keynesiano por mera presencia que imaginó el Megaministro quien, por ende, noqueado, abandonó su plan A.
Tampoco se resigna el titular de Hacienda a esperar que cierre el círculo virtuoso: recorte del gasto público, equilibrio de las cuentas fiscales, baja de intereses, inversiones, gloria y loor. Un círculo muy prolongado en el tiempo para quien anhela reconocimiento electoral de sus conciudadanos y que ha visto la defenestración de Ricardo López Murphy.
La devaluación que instrumentó Cavallo es –contra lo que él asegura– cualquier cosa menos neutral. Por lo pronto, es una devaluación “contra Brasil”. Respecto del socio mayor del Mercosur funcionará a full. Respecto de los países extra Mercosur será neutral o dejará saldo negativo para los productores que afrontarán la baja de los reintegros y el aumento del costo las importaciones de sus insumos.
Devaluar, aunque sea parcialmente, es hacer zozobrar la convertibilidad. Y la base monetaria se “ensucia” si se computan 1,08 dólar de ingreso por cada dólar real que se exporta.
Tal como ocurriera con su primer paquete, lo que se promete es plata en el bolsillo de los consumidores pero lo que se garantiza, sí o sí, son recursos al fisco. Antaño, el paquete reactivador tenía como núcleo el impuesto a las transacciones bancarias. El actual tiene el sideral aumento del gasoil que traerá algunos cientos de millones a Hacienda.
La reinstauración de los aportes patronales –más gravosos para empresas de mediano porte que para las privatizadas, que podrán compensarla de créditos fiscales– tiene el mismo fin.
Los bolsillos de los consumidores, enflaquecidos con el boleto de bondi, sólo mejorarán en el caso de los asalariados medios a los que se reducirá el impuestazo de Machinea. Es difícil imaginar que haya aumentos vía ticket canasta o lo que fuera en el marco de malaria actual. Los peajes, sin ir más lejos, bajarán recién en un año, si se cumplen las escrituras. * El sector financiero, esos mercados a los Cavallo chichoneaba apenas días atrás, no tiene nada que temer ni qué hacer. Y como señaló Julio Nudler ayer en este diario, un dólar para uso financiero costará un peso y un dólar para importar insumos 1,08. Todo un dato.
El sector agropecuario será un beneficiario neto de las medidas, ya que no contaba con reintegro alguno. Cabe preguntarse si no ocurrirá entonces el fenómeno usual de la “vieja Argentina”, aquella en que la devaluación que mejoraba a los exportadores resentía los intereses del mercado interno. Si así fuera podrían dispararse algo los precios de los artículos alimentarios de primera necesidad en el mercado interno.
Los teóricos llaman juegos de suma cero a aquellos en los que todo lo que gana algún competidor es perdido por otro. Cavallo es el inventor de los juegos de suma mil, en el que todos ganan. Pero, aun suponiendo que su alquimia del viernes prosperara, en toda devaluación selectiva hay ganadores y perdedores implícitos, alto margen de arbitrariedad del poder administrador y una enorme tentación para intentar subfacturaciones, sobrefacturaciones, juegos con los distintos valores del dólar.
El paquete en ciernes es procompetitivo y –en segundo rango– profiscalista. El resto son remiendos, intenciones, apuestas.
Claro está que en los acotados márgenes del “modelo” lo que hace Cavallo es, quizá, lo máximo que puede hacerse. “Juega dentro del modelo, pero en los flejes”, explica, tenístico, a Página/12 un economista radical que no integra el actual equipo económico. El punto es que el modelo exige dejar intocadas tantas variables e invictos tantos poderes que ni siquiera un audaz como Cavallo puede hacer más que decretar una devaluación parcial del 8 por ciento, meter con vaselina algunas nuevas gabelas y abolir otras. Y, tal vez, aunque no parezca lo suyo, rezar. Amén, claro, de preparar nuevas normas que corrijan, ahonden o contradigan las del viernes. El enmascarado no se rinde.

Yo tengo el poder

La presentación del Plan B de Cavallo (el plan A, repitámoslo, fue el shock producido por su solo desembarco) tuvo su atractivo. Lo puso el Presidente, devuelto a su afanosa tarea de demostrar liderazgo ante las cámaras de TV, en cambio de hacerlo al momento de tomar decisiones. De la Rúa rectificó a Cavallo, le pidió que repitiera algunos conceptos y condujo la conferencia de prensa. Ese desempeño que viene siendo una obsesión de su entorno más cercano le ha dado hasta ahora un resultado pobre de solemnidad. Casi nadie cree en la Argentina en su autoridad y su capacidad de liderazgo. Y nada sugiere que su presencia del otro día vaya a virar un ápice esa percepción.
Desmontar esa cuesta implicará algo más que su poco convincente gestualidad ante las cámaras. Por lo pronto, sugerirle a Héctor Lombardo que sea más ponderado a la hora de emitir mensajes. Su referencia a la arteriosclerosis dará material a los humoristas y opositores por un par de meses. Sobre todo porque, a diferencia de la régie de la presencia presidencial en Olivos, le pasa muy cerca a las percepciones colectivas más generalizadas.
Los anuncios se hicieron, como ordena el Dios mercado, el viernes (remember los de López Murphy, la renuncia de Machinea, el primer plan Cavallo) para que haya 48 horas de tregua. No habrá 72, aunque en la Argentina este feriado sea largo, porque Wall Street no respeta el día de la enseña patria y dará algunas “señales” del quisquilloso humor de los mercados.

La recusación de Damocles

Cavallo es tan importante que hasta llama la atención donde no lo buscan. Por ejemplo, mucho da que hablar que el juez Jorge Urso no lo cite a indagatoria en la causa que investiga la venta ilegal de armas. En tribunales no se suelta prenda sobre la falta de iniciativa que algunos atribuyen a carencia de pruebas y otros al temor de abrir nuevos frentes políticos en una causa que genera huracanes.
Se ha hecho un lugar común en funcionarios y algunos analistas sugerir que Urso no cita a Cavallo porque éste ya lo recusó exitosamente en otras oportunidades. Siendo así, redondea la especie, si vuelve a convocarlo habrá nueva recusación, será admitida y la causa se irá del juzgado que la tramita. El análisis, como varios de los que hacen de una compleja urdimbre legal, contiene errores informativos y jurídicos. Al menos por tres motivos:
Para la ley argentina no existe el precedente obligatorio. Esto significa que una resolución tomada en un pleito no es aplicable automáticamente en otro similar ulterior. Debe razonarse de nuevo, fundarse de nuevo y cualquier tribunal puede incluso desandar su decisión y plantear otra diferente.
El entorno público no es el mismo que existía en 1998, fecha en que ocurrió la anterior recusación. Por entonces letal era el desprestigio de los magistrados federales y alta la estrella “anticorrupción” de Cavallo, montada en su cruzada contra Alfredo Yabrán. Hoy día, si Cavallo, citado, tentara una movida para desplazar a Urso, enfrentaría posiblemente la desconfianza de la mayoría de la opinión pública, que quiere que la causa avance, que derive en condenas y que parece más que proclive a leer muy críticamente chicanas dilatorias.
Last but not least: la añeja recusación de Cavallo fue aceptada por la Cámara pero rechazada por la Corte.
La ligereza de juicios y apreciaciones es un riesgo obvio en el debate público de un expediente que aborda una cuestión de Estado con una calificación legal novedosa y miles de fojas de pruebas. Sobre esa base se acumulan malos entendidos como el reseñado. No es el único.
También se ha cuestionado al juez por comunicarle su detención al general Martín Balza antes y no después de tomarle indagatoria. Muchas voces plantearon que eso era ilegal y arbitrario. Se trata de un tema opinable sobre el cual discurrió distinto el propio abogado de Balza, Jorge Valerga Aráoz, quien no encontró nada de criticable en el modo en que se comunicó la decisión. Se trata de temas polémicos, no es imposible que se equivoque en esto un profesional con más de 30 años de ejercicio y comprometido en la defensa del acusado, pero cabe convenir que es bien posible que su parecer sobre el tema sea más riguroso que el de novatos en derecho.
A veces esos errores son solo eso o distracciones. A veces son consecuencia, consciente o no, de taimadas operaciones. Pasado el primer sofocón que significó la detención del Jefe, el menemismo va tratando de desarrollar una nueva táctica consistente en ir sugiriendo aquí y acullá que Carlos Menem viene siendo linchado.
Los menemistas denuncian una persecución mediática pero no es menguada su tropa en ese terreno: cuentan al menos con el matutino Ambito Financiero convertido en vocero del ex presidente aun en materias familiares. Y también con la revista Gente, que publicó una foto de archivo del fiscal Carlos Stornelli sonriendo a Menem, cuya traducción racional no es sencilla pero cuya traducción operativa es embarrar la cancha.
Deslizando datos incorrectos o imperfectos, como el de la recusación o la presunta afrenta a Balza, los menemistas más sutiles quieren abonar el terreno para generar la convicción de que el juicio no es justo. Sus objetivos son, por ahora, imprecisos o variados. El indulto, mencionado en esta columna hace tres semanas, puede ser uno de ellos. La crecientesolidaridad de la corporación política es parte de ese objetivo. La manifestación de Raúl Alfonsín en el sentido de que se estaba haciendo asesorar por juristas amigos (léase Ricardo Gil Lavedra) acerca de los alcances de la asociación ilícita no puede sino traducirse como una manito de bleque a Comodoro Py.

Busco abogados que hagan de abogados

La batalla judicial es importante, descubren los hombres del ex presidente, azogados por la prisión de su líder y el procesamiento de Claudia Bello. Algunos tardaron en percatarse. Su primer reflejo -reconoce ante Página/12 uno de sus operadores– fue buscar abogados de confianza personal y política... y que no cobraran honorarios.
“(Mariano) Cavagna (Martínez) –bromea la fuente– podrá conseguir cualquier milagro menos sacarle un peso a Menem.” Ni podía hacerlo, dados los términos de su relación.
Como ya se dijo en esta columna, los visitantes más asiduos de la quinta de Don Torcuato tiene más quejas que elogios respecto de los abogados del ilustre preso. “Trabajan poco”, rezongan. Saben que se tomaron 30 días para ir a ver por primera vez el expediente y que llegaron a poncho a la audiencia que culminó con la detención.
A poco andar el entorno menemista concluyó que la capacidad de lobbie atribuida a Cavagna Martínez y a los ex federales Adolfo Bagnasco y Gustavo Literas no es tanta. Y han salido a buscar otro camino que es el de ir sondeando a otros profesionales para saber sus diagnósticos, sus propuestas de trabajo y su retribución.
Las versiones varían algo al momento de referir con quiénes hablan los personeros del ex presidente. Un dato da una idea del perfil que parecen buscar: en la Facultad de Derecho de la Universidad de Buenos Aires hay siete cátedras de derecho penal. Tres de sus titulares son jueces y están excluidos. Otro es el frepasista Eugenio Raúl Zaffaroni, quien obviamente jamás aceptaría el convite. De los otros tres titulares, dos habrían sido sondeados por Eduardo Bauzá: Marcelo Sancinetti y Esteban Righi. Otro de los entrevistados, Jorge Sandro, es también un jurista reconocido, más allá de asociaciones libres a que podría inducir su curriculum (fue abogado del custodio de Yabrán Gregorio Ríos en el juicio por el asesinato de José Luis Cabezas).
Tal vez eso indique que los menemistas busquen una defensa menos lobbista, más técnica y menos mediática. Aunque también se han mencionado diálogos con el ex juez Oscar Salvi, un hombre que se planta gustoso frente a las cámaras de TV.
Los allegados al ex presidente buscan reformular su táctica judicial, sin descuidar el terreno mediático (donde ya se dijo, no están inermes) y tanteando los apoyos políticos del PJ. Los de esta semana han sido apenas el mínimo a que pueden aspirar. Un dato que recorre el peronismo bonaerense da qué pensar: Eduardo Duhalde encargó una encuesta consultando qué opinaba la gente de la detención de Menem. Fue un plebiscito: más del 80 por ciento estaba de acuerdo. Más de un compañero peronista tendrá entre ceja y ceja esos números ante de dar un paso hacia Don Torcuato.

A manera de epílogo

A veces parece que la política argentina se confina en las escalinatas del edificio de Comodoro Py. El viernes, más allá de algunos intentos fallidos, pareció que había gobierno y que el timón lo tenía Domingo Cavallo, un presidente sustituto al que nadie votó pero que en términos de poder pesa más que toda la Alianza. Aerolíneas navega su crisis que nadie conduce. La semana que pasó equivale –en algún sentido– a un año en otros países. No es nada excepcional. Todas las semanas en Argentina se generan nuevos escenarios. Ese vértigo, empero, hace rato que no incuba esperanzas, mística, ni siquiera acciones. Qué difícil es creer que, en ese marco de atonía, pueda cambiar la inercia el complejo paquete que, con inquietante tufillo a manotazo de ahogado, presentó en sociedad el viernes Domingo Cavallo.


 

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