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La mala salud del deporte argentino

En la Argentina, el cuidado de los atletas en competición es una utopía. Reglamentos y ordenanzas que no se cumplen, prevención insuficiente y primeros auxilios considerados un gasto superfluo confluyen para dibujar un panorama desolador. No sólo faltan ambulancias y médicos donde deberían
estar sino dirigentes que se hagan cargo de sus responsabilidades. Los casos emblemáticos �de Claudio Zacarías a Gabriel Riofrío� señalan que, a causa de
la desidia, el abandono y la falta de presupuesto, en la Argentina el deporte no es salud sino sinónimo de enfermedad.

Por Gustavo Veiga

La salud del deporte argentino, en un sentido literal y no metafórico, hace tiempo que está en emergencia. El panorama resulta patético: las ordenanzas y reglamentaciones que deberían resguardar la integridad física de los atletas no se cumplen, los médicos son considerados material de descarte, los primeros auxilios un gasto innecesario y la prevención planificada es una acción caída en desuso por los magros presupuestos. Marcelo Garraffo, el secretario de Deporte de la Nación, sintetizó el cuadro en un comentario: “Acá hay eventos y no siempre se ve la ambulancia. Porque no quieren pagar los 300 pesos y las federaciones se cubren con la asistencia o la guardia médica del Cenard”. Otro ex deportista y funcionario, Waldo Kantor, director de Deportes del Gobierno porteño, afirmó: “Lo que a menudo trasciende de este tema es el doping, porque es una cosa mediática, de impacto. Por lo demás, hay un deterioro de todo lo que tenga que ver con el deporte”.
Dos episodios de distinta magnitud que ocurrieron durante este año, y cuyas dramáticas imágenes televisivas sensibilizaron a la audiencia por un puñado de horas, parece que no hubieran advertido a nadie. El basquetbolista Gabriel Riofrío sufrió un ataque cardíaco el 7 de enero que le provocó la muerte mientras jugaba un partido de la Liga Nacional en la ciudad de Sunchales. En este torneo, los controles médicos son la excepción y no la regla. El 22 de mayo, el jugador de vóleibol Rodrigo Juliani padeció una fractura expuesta de tibia y peroné de la que recién fue atendido después de permanecer 42 minutos tirado en el piso del gimnasio de Ferro. Por las características de estos sucesos, queda la sensación de que se ha hecho muy poco y que el porvenir se torna tan sombrío como el presente. Entonces, ¿cuándo será posible que los responsables de conducir la actividad deportiva fijen un orden de prioridades y luego se pongan a trabajar para ejercer la tarea que les fue encomendada, que no es otra que dirigir con criterios razonables?
La pregunta sería neutra si no evaluáramos que el Estado es una cáscara vacía, que la amplia mayoría de la sociedad retrocedió hasta los confines de la indigencia y que los dirigentes son marionetas de un poder que a menudo decide sin consultarlos. De todos modos, hay cosas que todavía se pueden hacer. Suponer lo contrario, habilitaría al último de esos dirigentes a apagar la luz y nos dejaríamos ganar por la oscuridad.

Un médico ahí

La contratación del servicio de una ambulancia con su correspondiente dotación médica es un requisito contemplado en los reglamentos de varias disciplinas, tanto para sus competencias nacionales como internacionales. En el mercado, su valor oscila entre los 300 y 400 pesos por la cobertura de un evento. En el boxeo –acaso el deporte sometido a más controles que ninguno–, aquel precio mínimo es el que paga la Federación Argentina en las veladas organizadas en la Capital Federal. Cuando las peleas se desarrollan en el interior del país –son mucho más frecuentes que aquí–, el gasto corre por cuenta del promotor boxístico de turno.
Osvaldo Bisbal, el presidente de la FAB, sostiene: “Nosotros ponemos otro médico más, aparte del que supervisa la salud de los boxeadores, que se ocupa de los problemas que pudieran surgir fuera de los límites del ring. Y el espectáculo no empieza si no están el doctor y la ambulancia. Jamás pasó que no se cumpliera con estos requisitos. Por eso, si hubiera una falla, es porque la autoridad no controló bien. La autoridad es su institución”.
La perspectiva que describe el máximo dirigente del boxeo nacional no es la que rodeaba al brasileño Juliani, más conocido como Rodrigao, cuando cayó sobre el parquet con su pierna derecha partida en dos, la noche que jugaba para River durante un encuentro organizado por la Federación Metropolitana de Vóleibol. Víctima de la ineficacia y la sinrazón, el jugador, por espacio de lo que dura medio partido de fútbol o la mitadpromedio de una película, permaneció inerte y con sus huesos al aire. Durante ese lapso, sólo recibió la atención a distancia del doctor Luis Seveso, el médico del plantel futbolístico de River, quien a través de un teléfono celular se esmeró en darles indicaciones a los compañeros de Rodrigao para mitigar su dolor.
Horas después del episodio, Horacio Acebey, el titular de la Federación Metropolitana, expresó: “No tenemos ninguna responsabilidad”. Desde Ferro, el club local, se escucharon voces con un mensaje similar. Nadie se involucró más allá del temor que infundía una futura demanda del damnificado o, vaya a saber, qué otra consecuencia. Las partes pensaron primero en el efecto menos deseado (un juicio) y después en la salud del deportista. Waldo Kantor, hoy funcionario y antes jugador en el club de Caballito, le declaró hace unos días a Líbero: “Estamos estudiando el tema en Legales, pero lo primero que aparece es que no existe ninguna responsabilidad de parte del Gobierno. O sea, que deba estar presente o tenga que comprometer un control sobre las diferentes federaciones deportivas. Esto no sería así, a menos que lo pidan con anterioridad. Puede ser que ahora estemos todos angustiados y que, a los diez días, no nos acordemos más de lo que pasó y crucemos los dedos para que esto no ocurra hasta dentro de tres años. Por eso, es necesario tener algún tipo de iniciativa, rediscutir los controles, la participación de los médicos, plantearse que esto no se repita”.
Para Garraffo, hubo responsables: “Se desprende que, evidentemente, hubo una falla de Ferro. Creo que está en las instituciones cumplir con las normas de seguridad mínimas, como lo hacemos nosotros en el Cenard, como si se tratara de un club, con las normas de seguridad que cualquier evento deportivo requiere”.
Más allá de los testimonios bienintencionados, existe una ordenanza en la ciudad de Buenos Aires –la 40.420–, publicada el 6 de febrero de 1985, que está referida al denominado “Programa de Salud Integral de los Deportes”. En su artículo 2º, dice al comienzo: “Las instituciones referidas tendrán la obligación de prevenir todo daño que pudiera originarse en la salud de los deportistas en razón de las características y condiciones propias de la actividad y las emergencias que pudieren producirse...”. El texto señala más adelante que los clubes deberán contar “como mínimo con un botiquín de primeros auxilios y una camilla sanitaria manual para el transporte de accidentados”.
Cuando Rodrigao se lesionó, según un estrecho colaborador de Kantor en la Dirección de Deportes, no habría estado disponible una camilla y se debió recurrir al SAME por medio de teléfonos celulares, al no llegar a tiempo al gimnasio Héctor Etchart, la empresa médica que mantiene contratada Ferro.

Mitología griega

El médico Carlos D’Angelo, responsable del área de Prevención y Control Antidoping del Cenard, define con cierto sarcasmo las posibilidades de prevención que existen en torno a estos accidentes: “Son mitología griega. Vivimos en un país de bomberos y no de preventores; yo creo que nadie controla porque las instituciones deportivas tienen angustias que lo impiden, aunque legislado está...”. El profesional participó de la redacción de la ordenanza 40.420 que tiene un apartado especial referido al boxeo y otro que engloba a deportes como el automovilismo, buceo, motociclismo, motonáutica, volovelismo, aladeltismo, esquí acuático y disciplinas donde se corren riesgos similares.
Hay actividades deportivas que, a sí mismas, se regulan con diversas exigencias. Un partido de rugby no puede comenzar si la tarjeta del árbitro donde figuran los 15 jugadores no está firmada por los respectivos capitanes y médicos de los dos planteles. En el ciclismo y el polo es obligatoria la contratación de una ambulancia, y en el automovilismodebería ocurrir otro tanto, aunque en las pruebas de las escuderías eso no ocurre.
Una situación no demasiado difundida y que todavía sigue en discusión, es si durante la Cuarta Copa del Mundo de hockey sobre césped para damas junior se cumplió con el requisito de rentar un servicio de ambulancia. Dos periodistas consultados para esta nota que cubrieron la información del certamen día a día dijeron que ni en Quilmes ni en el Cenard observaron ese tipo de asistencia. Garraffo, un hombre de larga trayectoria en ese deporte, declaró: “No me imagino que en el marco de un Mundial haya un error de esa naturaleza. Me lo imagino más en un torneo local, en algo de menor importancia. En un Mundial sería una falla demasiado grosera. Estoy diciendo lo que me imagino y me gustaría tener la versión oficial. Estamos hablando sobre un supuesto y no puedo decir más que eso”.
El secretario de Deporte aspira a que se concrete un proyecto que contribuiría a paliar un aspecto de la salud preventiva. “La idea nace de España –afirmó– y consiste en la creación de un seguro para los deportistas que establece prestaciones mínimas, bajo la fiscalización del Estado, de las pólizas que deberían contratar las federaciones. Faltan todavía detalles importantes, pero se trata de cubrir el vacío existente.” No resultará sencillo que aparezca la financiación para esta propuesta que aquí parece ambiciosa, y en Europa es un hecho natural. Sobre todo cuando la mayoría de los deportes carece de recursos y en la actualidad el Ministerio de Desarrollo Social y Medio Ambiente que administra Juan Pablo Cafiero continúa reteniendo partidas que le corresponden a la secretaría. Ya se acumuló una deuda millonaria por los 600 mil pesos mensuales que no llegan de lo recaudado en los casinos. Por esta situación, la Comisión de Deportes del Senado podría elevar un pedido de informes en los próximos días.
Imprevisión, desidia, presupuestos que apenas permiten pagar sueldos y tapar agujeros –el de la Nación es muy similar al de una sola ciudad, la Capital Federal–, dirigentes que no dirigen y un telón de fondo con la crisis pariendo todos los días excluidos del sistema, componen un cóctel de efecto mortífero para las instituciones deportivas. Debería acuñarse un nuevo slogan que desmienta a aquel que decía “el deporte es salud”. En la Argentina todo indica que no.

 

Claudio Zacarías esperó diez años
Por G.V.

El 28 de abril de 1998, la Corte Suprema de Justicia condenó al club Instituto de Córdoba a indemnizar al ex futbolista de San Lorenzo, Claudio Zacarías, por un grave episodio de violencia que lo tuvo como damnificado, diez años antes. El 8 de mayo de 1988, el actual director técnico se cambiaba en el vestuario del estadio de Alta Córdoba, cuando una bomba de estruendo generó la rotura de vidrios de un ventanal y éstos casi le provocan la muerte por desangramiento. En la demanda posterior que inició, el ex jugador no pudo lograr que se condenara también a la AFA y al gobierno de Córdoba. Un fallo de ese tipo hubiera sentado un incómodo precedente para la institución que preside Julio Grondona y el Estado provincial.
Julio Nazareno, el titular de la Corte y único de sus miembros que votó a favor de una condena para la AFA, describió en su dictamen: “La gravedad del accidente que puso en peligro de muerte al actor obligó a la realización de varias e importantes intervenciones quirúrgicas porque provocó un grave estado de shock y hemorragia, por cuanto estaban comprometidas las arterias, venas y nervios de su miembro superior izquierdo”.
Sin embargo, y pese a que el artículo 34 del estatuto de la AFA, en su inciso I, establece que entre las atribuciones del Comité Ejecutivo está la de “organizar y realizar cada temporada conforme a lo dispuesto en este Estatuto, los Campeonatos Oficiales y las demás competiciones establecidas en el Reglamento”, la entidad futbolística salió indemne de un caso que se ventiló durante casi una década.
Zacarías continúa penando hasta hoy para cobrar la indemnización, ya que Instituto nunca dispuso de fondos para abonar este juicio. Pasaron algo más de trece años de aquella bestial agresión y, si el fútbol, el deporte que mueve más dinero en la Argentina, no saldó esta deuda, ¿qué puede quedar para las demás disciplinas ante cualquier accidente que sufra un atleta?

 

Lo que le pasó a Palmigiano
Por G.V.

Diego Ezequiel Palmigiano se aprestaba a competir en el Campeonato Argentino de Natación el 5 de febrero de 1998, durante una prueba desarrollada en el natatorio del Cenard. Cuando subió a uno de los cubos de partida de la pileta, este elemento se cayó e hizo que el nadador perdiera el equilibrio. Un certificado médico del centro deportivo establecería después que “presentaba escoriaciones en la parte interna del antebrazo derecho y espalda, habiéndosele practicado las curaciones que el caso requería”. El competidor de 18 años se raspó contra la pared del natatorio y fue golpeado por el cubo o plataforma de lanzamiento Nº 3.
El 18 de febrero de aquel año, Hugo Porta, por entonces secretario de Deporte, ordenó que se instruyera un sumario para determinar responsabilidades en el episodio. Hubo una pericia de la Superintendencia de Bomberos de la Policía Federal que no se expidió de manera certera sobre conductas dolosas o negligencias y, por lo tanto, ningún empleado del Cenard resultó afectado. Por ello, de acuerdo con un dictamen de la Dirección de Asuntos Legales de la Secretaría, que encabeza el doctor Eduardo Vittar Smith, el 21 de enero del ‘99 se dictó una resolución que no individualizó a responsable alguno en los hechos investigados.
Hoy, el nadador Palmigiano continúa con una demanda ante el Juzgado Nacional de Primera Instancia en lo Civil y Comercial Federal Nº 9 contra la Federación de Natación de Buenos Aires, la Confederación Argentina de Natación y la Secretaría de Deporte. En el juicio por daños y perjuicios, el Estado rechazó la responsabilidad del organismo que conduce Marcelo Garraffo. Vittar Smith sostuvo que la jurisprudencia avala a la Secretaría de Deporte en juicios anteriores en que resultó demandada.

 

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