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el punto G
Por Eva Giberti

Los alumnos del posgrado me miraron sorprendidos: la clase no estaba destinada a estudiar Erótica como una disciplina en formación; entonces ¿por qué yo mencionaba el punto G, esa zona de la vagina humana asociada con el placer?
Aclaré: Se trata de otro Punto G, el de Género y Globalización, nombre de la reunión que se realizó en Génova el 15 y 16 de junio, en oposición a la próxima reunión que, este mes, el G8 llevará a cabo en la misma ciudad. ¿El G8? ¿Quiénes son? Este club reúne a los países más potentes del planeta: Canadá, Francia, Alemania, Japón, Gran Bretaña, Italia, Rusia y Estados Unidos avalados por el Fondo Monetario Internacional (FMI), el Banco Mundial (BM) y la Organización Mundial del Comercio (OMC). Sus políticas neoliberales produjeron y producen feroces desigualdades entre países que son cada vez más ricos frente a países progresivamente empobrecidos.
Las denuncias organizadas como Movimiento comenzaron en Seattle, siguieron en Davos y en marzo de este año mostraron su eficacia en Porto Alegre. Recién allí el Movimiento emitió un documento que resaltaba la responsabilidad de las mujeres en estos enfrentamientos políticos. No se trataba tan solo de recorrer el mundo codo a codo con los hombres denunciando las violencias de la globalización, sino de alertar acerca de los efectos específicos de estas políticas en la vida de las mujeres.
Ante esta información, la respuesta de algunos alumnos/colegas saltó como un resorte reproduciendo el “no te metás” incorporado en los respuestas habituales de muchos compatriotas: “Bastante tenemos con lo nuestro... Claro que en el mundo pasan cosas horribles, pero ¿no te parecen suficientes las que tenemos en casa?”. Repregunté: “¿Y a qué se debe que tengamos esas cosas horribles entre nosotros?...”. La respuesta fue inmediata: “Y... los políticos... son una calamidad; no hacen nada, encima son corruptos...”. Una vez que llegamos a estas simplificaciones de la realidad sociopolítica (que no excluye la coherencia de la acusación juvenil), corresponde empezar la ardua y sistemática tarea de información dedicada a quienes están dispuestos a pensar.
Viajemos imaginariamente hasta Génova, hasta el Palazzo San Giorgio, entre el 15 y 16 de junio. ¿Por dónde transitaron las 600 mujeres que durante esos dos días recorrieron las calles de la ciudad? Por los barrios que las fuerzas del orden comenzarán a acordonar para custodiar la reunión que pronto llevarán a cabo los miembros del G8. Así sucedió en las otras ciudades en las que se reunieron: asegurar la protección de sus miembros para evitar que el Movimiento antiglobalización mediante marchas y asambleas impidieran o alteraran sus reuniones. El corte de las avenidas de acceso a determinados barrios, la verificación de documentos de la gente para constatar que habitan los departamentos que quedan circunscriptos en el área custodiada se convirtió en una violencia urbana. Otra de las prepotencias que rodean las actividades del G8, protegido por las autoridades de los países que los reciben.
Los principios de la que podría ser una globalización sociocultural y económica tendiente a propiciar el desarrollo de las comunidades se fueron transformando en su contrario, particularmente en lo que se refiere a los efectos de la pobreza extrema en las mujeres y a los efectos de políticas esclavistas que se oponen al reconocimiento de sus derechos en diversos países del mundo.
La responsabilidad de la globalización neoliberal en la vida de las mujeres tiende a mantenerse invisible, o bien a funcionar como un agregado a los efectos totales de esta globalización: sin embargo ellas denuncian la discriminación laboral, la explotación de las trabajadoras, la prostitución a la que son sometidas niñas y adolescentes en beneficio delas economías de los países ricos que encubren estas prácticas mediante los aportes “humanitarios” de los bancos internacionales.
La presencia de las mujeres en este Movimiento avala las denuncias encarnadas en el género: el hambre en los fetos desnutridos, las pariciones en hospitales carentes de lo imprescindible, los abusos y violaciones impunes, el tráfico de mujeres inmigrantes, la entrega de los hijos a otras familias por no poder mantenerlos y tantas otras violencias que se incrementan cotidianamente. Sobreponiéndose, los Movimientos de Mujeres contra la globalización proponen sus estrategias: comienzan por oponerse mediante la decisión inclaudicable de no retroceder. Ni silenciar el grito, ni escapar ante el chorro de agua con que el móvil policial pretendió intimidarlas en otras ciudades. Sostienen sus cantos, sus marchas pacíficas, las flores, los cantos y los bailes, los globos y los carteles con pinturas artísticas que colgaron en los vallados colocados por la policía. Cualquier desinformado/a podría pensar que se trata de una consigna hippie propia de los ‘60, pero no es así. Estamos frente a movimientos internacionales de envergadura, y en ellos, la presencia de las mujeres introdujo la dimensión de sus acusaciones.
Suponer que la responsabilidad de “lo que nos pasa” reside exclusivamente en la inoperancia y/o corrupción de determinados políticos implica desentenderse de la historia y regular las propias conclusiones mediante un pensamiento lineal y reduccionista. De tal modo, hablar de la salud de las mujeres remitiéndose exclusivamente a su asistencia y a la prevención de enfermedades sin focalizar las fuentes políticas y económicas que regulan sus vidas se ha convertido en una trampa. Porque tiende a circunscribir las acciones dentro del propio país omitiendo una perspectiva internacional antiglobalizadora; esa perspectiva muy alejada de cualquier interpretación ingenua está construida por participantes de todo el mundo.
La clave de esta participación está dada por un sentimiento común que nos lleva a preguntarnos qué significa hoy en día ser una persona, ya que día tras día registramos la desesperación, las angustias y los horrores de las arbitrariedades, las pérdidas y las humillaciones que sobrellevan miles de hombres y miles de mujeres atravesados por las políticas que impone la globalización: se trata de registrar ese sentimiento y articularlo con la información y el conocimientos necesarios para diferenciar los reclamos agitativos de las convicciones y de las acciones políticas elaboradas que constituyen el proyecto para rescatar al mundo de la globalización del horror.
La concientización acerca de lo que significan los Encuentros de Mujeres enfrentándose con la globalización neoliberal nos conduce a resistir inteligentemente y a proponer alternativas para defender el derecho a vivir en paz, en solidaridad, contando con trabajo digno y con descanso aliviante.
Este mes las Mujeres del Mundo marcharán en Génova, como parte del Movimiento Internacional contra la Globalización para volver a instalar en esta lucha la dimensión de su propia lucidez. No “acompañarán” a los hombres: terminaron los tiempos de adecuarse a las iniciativas masculinas; ahora se trata de la tarea fundacional que defiende los derechos de las personas desde las perspectivas que corresponden a la experiencia y al saber de la historia de las mujeres. Que no sólo cobijó víctimas, también incluyó e incluye a las mujeres líderes, a las mujeres que resisten, a las que combaten, a las que no se callan, a las que triunfan sobre el miedo.



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