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PANORAMA ECONOMICO
Por Julio Nudler

ARGENTINA AL MERCADO
¿Qué pretende usted de mí?

A la célebre pregunta que le lanzaba la Coca al libidinoso personaje que la contemplaba con lujuria le correspondía una respuesta tan fácilmente imaginable como la que hoy puede esperar la Argentina del mercado financiero internacional. El extraño le ha cortado el paso. No le deja escapatoria. Es ella la que debe decidir cuánto está dispuesta a entregar, no sabiendo si con ello saciará su apetito. El dirá si se da por satisfecho, o si no le alcanza y resuelve arrinconarla. Pero esta escena, en su rodaje actual, ni siquiera pudo ser imaginada por Armando Bo: excede su fantasía de realizador. El argumento de la cinta, filmada en la era de la globalización capitalista, puede contarse en los siguientes términos.
Si los inversores (el capital financiero) creen que la Argentina quebrará, entonces la Argentina va a quebrar. Esto no tiene por qué ocurrir en lo inmediato, pero sí el día en que no se pueda afrontar un vencimiento porque no sea posible colocar un nuevo bono. La clave para prever, entonces, si el país evitará la quiebra reside en saber si el pronóstico de los mercados es definitivo o puede ser modificado. Cuatro son las cuestiones que determinan las expectativas de los tenedores o administradores de fondos, más allá del contexto internacional:
Las cuentas fiscales del país. Es decir, si el deudor (el Estado argentino) genera el ahorro primario (antes de intereses) que necesita para hacer frente a los servicios del endeudamiento. Déficit fiscal cero significa que ese ahorro es igual al monto de los servicios (que hoy se llevan alrededor de 4 por ciento del ingreso nacional).
El tamaño de la economía. Si ésta crece, generará más recursos impositivos, facilitando la consecución del ahorro necesario por parte del sector público. Si la economía permanece estancada o en retroceso (como sucede desde hace tres años), el ajuste fiscal se volverá inviable.
El sector externo. Vale decir, si habrá dólares para pagar los compromisos de la deuda, que está tomada casi totalmente en moneda extranjera. Nadie olvida que el Estado recauda y eventualmente ahorra en pesos, pero que no es ésta la moneda de pago. Por otra parte, en convertibilidad no pueden utilizarse las reservas de divisas para cancelar directamente obligaciones porque ellas están caucionadas como garantía de la circulación monetaria. En síntesis, una cuenta corriente externa claramente deficitaria como la argentina es una señal de alarma porque vuelve al país muy dependiente del ingreso de capitales.
La situación política. Dado que cualquier estrategia de ajuste, con fuerte transferencia de recursos a favor de los acreedores externos, involucra medidas indigestas para la población, o bien el ataque a otros intereses internos, es crucial el respaldo político con que cuente el programa. A tres meses de las elecciones y con un gobierno débil y desacreditado, el punto es tan decisivo como los tres anteriores. El tironeo con los gobernadores lo patentiza.
Atender a las cuatro cuestiones simultáneamente parece imposible. Así, si se privilegia el objetivo fiscal puede profundizarse la recesión, o si se prioriza la reactivación puede agravarse el déficit externo porque aumentarán las importaciones, etcétera. De este modo, como la demanda del mercado de capitales abarca los cuatro aspectos, siempre quedará insatisfecho por lo menos uno de ellos, y los tenedores de títulos decidirán qué importancia le confieren. La Argentina viene intentando, como sea, volcar la valoración de los acreedores, pero partiendo de una posición crítica por el enorme tamaño de su deuda y las taras de una economía comoditizada, con sobrevaluación cambiaria.
Esta no es, por otro lado, una foto fija sino una película. En la dinámica, la expectativa de los mercados –que se refleja en el precio de los bonos de deuda y en la nota de las calificadoras de riesgo– gravita sobre todos los parámetros. Si es negativa empeorará el cuadro fiscal al encarecer cualquier renovación de deuda (el megacanje y la reciente colocación de una Lete son ejemplos frescos), profundizará la recesión por el ahogo financiero y precipitará la salida de capitales, que a su vez encogerá la economía. Quizá pueda tener un impacto político positivo –desde el punto de vista de los acreedores– porque la crisis asusta a los partidos y los pone de rodillas. Es el temido golpe de mercado.
El desenlace puede continuar postergándose con maniobras para ganar tiempo, pero sería un tiempo improductivo para el país si los mercados siguiesen cerrados, no ingresaran capitales y no se revitalizase la inversión. En tal caso cabrían dos opciones. Una es proclamar la insolvencia, tipo México 1982, presentándoles a los tenedores de títulos una propuesta de quita y reprogramación de la deuda. Otra es continuar la fuite en avant, con la esperanza de que la situación afloje por algún vuelco extremadamente favorable en las fuentes de capital y los mercados reales. En el trayecto siempre se corre el peligro de que la actitud de rechazo al riesgo argentino se extienda cada vez más a la plaza local y se desate una corrida, con un eventual desemboque caótico.
Ahora bien, si el riesgo argentino está pisándole ya los talones al nigeriano es, además de todo, porque con George W. Bush alojado en Washington los tenedores de bonos creen que el Tesoro estadounidense, ni directamente ni a través del FMI o el Banco Mundial, organizará un rescate que, so pretexto de salvar a un país emergente, los salve a ellos. Por ende, olfatean el llamado moral hazard y deshacen sus posiciones en papeles argentinos, absorbiendo fuertes pérdidas de capital.
Por último, en el hipotético caso de que el país zafe de esta encrucijada, que Fernando de la Rúa y Domingo Cavallo denominaron “financiera” pero es mucho más profunda que eso, quedará luego la pesada agenda de largo plazo (“intertemporal”) que reclaman los acreedores: nueva reforma previsional, privatización de la salud social, flexibilización laboral total... Pero la estrategia nacional no es un asunto para este fin de semana. Por suerte para Cavallo, cuya hija celebra esta noche su boda en el Alvear Palace Hotel, con la austeridad republicana que impone esta hora de sacrificios.


 

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