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OPINION

Miopes del mundo, uníos

Por James Neilson

Los políticos locales no son los únicos que se hayan sentido tan aturdidos por la fase más reciente y más ominosa de la megacrisis nacional, que les ha resultado casi imposible pensar en lo que les convendría hacer para enfrentarla. También están perplejos los expertos del resto del mundo, de ahí los consejos contradictorios que sus representantes más célebres han estado enviándonos. Aunque, como es lógico, la mayoría es firmemente “ortodoxa”, se dividen entre impacientes que quieren que el desenlace se produzca muy pronto y cautos que apuestan a la prudencia. Según los primeros, hay que devaluar e ir al default ya porque, insisten, es mejor resignarse ante lo inevitable que continuar tratando de mantenerlo a raya; según sus adversarios, que son igualmente contundentes, prestar atención a quienes quieren un borrón y cuenta nueva inmediato sería suicida porque significaría que el grueso de la población se vería obligado a manejarse con veinte dólares mensuales como los ecuatorianos, destino éste que acaso complacería a ciertos teóricos atrincherados en Nueva York al confirmar sus hipótesis favoritas pero que no podría atraer demasiado a los miembros de la clase media sin pasaportes europeos que serían los protagonistas involuntarios del experimento así planteado, pocos de los cuales tienen interés en descubrir si están en condiciones de sobrevivir mucho tiempo a penurias comparables con las afrontadas por los refugiados balcánicos más desamparados.
La verdad es que la confusión imperante en el exterior ante una emergencia financiera, que a juicio de muchos personajes eminentes podría terminar “arrastrando” no sólo a varias docenas de países frágiles sino también a los presuntamente más fuertes, es tan notable como el desbarajuste político interno. Puede que los gobernantes y legisladores criollos sean excepcionalmente miopes, pero sus homólogos del Primer Mundo no son mucho más previsores: de lo contrario, ya hubieran tomado todas las medidas necesarias para blindar a todas las víctimas en potencia del efecto Tango.
Al fin y al cabo, si los riesgos para la economía internacional son tan grandes como se dice sería mejor hacer algo drástico cuanto antes a fin de reducirlos. Sin embargo, parecería que hasta hace muy poco nadie habría sospechado que la economía argentina era la más quebradiza de todas, la más indicada para servir de epicentro del próximo terremoto planetario, error de cálculo que nos dice mucho sobre el valor “científico” de los análisis y previsiones de quienes afirman entender exactamente cómo funciona el “sistema” internacional de nuestro días.


 

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