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�Lo que está ocurriendo en Brasil es más propio de una dictadura�

El analista Fernando Salla explica por qué la intervención del Ejército en la huelga policial puede ser la antesala de una represión masiva en los estados más pobres de Brasil.

Página/12
en Brasil

Por Darío Pignotti
Desde San Pablo

“En democracia, las Fuerzas Armadas no deben cumplir funciones de policía, eso es propio de una dictadura”. Es la lectura del investigador Fernando Salla sobre la medida dictada por el gobierno brasileño ante la cadena de rebeliones policiales desatadas y las que fermentan en 12 provincias. Las imágenes de Bahía, donde los huelguistas suspendieron la vigilancia en las calles, “parecían la de un país en guerra civil no declarada, con ametralladoras pesadas apuntando a civiles y soldados tomando la ciudad”. El jueves pasado, el presidente Fernando Henrique Cardoso optó por la militarización en casos excepcionales luego de recibir a una docena de gobernadores y consultar a sus ministros José Gregori, de Justicia, y el general Alberto Cardoso, de Seguridad Institucional. El jurista Gregori enfrentó la militarización; el general Cardoso la defendió. Finalmente el presidente optó por la opinión del militar.
La “violencia abierta o escondida” es un dato constitutivo del “orden establecido en Brasil desde la esclavitud para acá” y esta crisis “la pone en evidencia”, dice Salla, miembro del reconocido Núcleo de Estudios sobre la Violencia de la Universidad de San Pablo (USP). Salla desmontó con Página/12 las “múltiples bombas de tiempo que esconde este proceso y no son consideradas seriamente porque la opinión pública está angustiada, y un poco histérica, por su propia inseguridad”.
–¿Cuáles son esas bombas?
–Hay bombas de efecto inmediato y de efecto mediato. El inmediato son estas huelgas armadas de la policía, son hechos graves, no por la reivindicación sino porque se comportan como corporación y se apropian de las armas que la sociedad les entregó para otro fin. La otra bomba inmediata es el debilitamiento del ministro de Justicia José Gregori.
–Un jurista con antecedentes en la defensa de los derechos humanos.
–José Gregori es un hombre muy conocido en el foro paulista por esos antecedentes. Es cierto que su cargo está debilitado también por las presiones policiales y otros temas.
–¿Cuáles son las bombas de efecto retardado?
–La medida provisoria firmada por el presidente Cardoso mete a los militares en tareas en las que no son aptos y que en una democracia no les corresponden. Es preocupante. Es claro que los militares salen con más poder aunque digan que no quieren actuar como policías. Es claro que el general Cardoso también se fortalece y es claro que ahora los militares recuperaron una atribución que les quitó la Constitución de 1988. La militarización es un mal antecedente en un país donde la cuestión social se trata como una cuestión policial.
–Es sugestivo que los gobernadores del Nordeste hayan apoyado la militarización en este contexto de sequía.
–El presidente tuvo el respaldo de los gobernadores de Pará, Pernambuco y Bahía, provincias donde hay movilizaciones sociales frecuentes y una miseria terrible que se amplifica con la sequía. La confrontación con el Movimiento de los Sin Tierra (MST) suele ser brutal con la policía de Pernambuco que ya lleva casi un mes de paro. Imagínese que puede ocurrir si el Ejército llega hoy a Pernambuco, donde el MST respalda el saqueo de gallinas porque se están muriendo de hambre. Yo creo que en esas provincias los gobernadores están a gusto si se descarga una represión salvaje y ellos no pagan el precio político.
–¿Cree probable un estallido policial nacional?
–Mientras San Pablo y Río no se sumen será difícil que suceda algo así, y de momento no parece inminente, aunque está ocurriendo algo que noocurría con los cuadros inferiores: están teniendo conductas más homogéneas. Los cabos, sargentos y subtenientes, son los que amenazan una huelga nacional si tienen éxito en una asamblea convocada de aquí a 15 días.
–¿Hasta donde puede llegar el movimiento?
–Nadie sabe bien, pero es cierto que tiene algunas características singulares y hay mucho descontento en la base de la pirámide policial. Es peligroso que esto madure porque la lógica policial está alimentada de impunidad, violencia y corrupción. Si ganan políticamente y se sienten más fuertes irán por más poder corporativo.
–¿Cuál sería el efecto fáctico?
–Si ganan más poder nadie podrá meter mano en las causas por tortura o corrupción, ellos controlarán el proceso internamente. Por eso se plantea en Brasil la posibilidad de que el Ministerio Público y organizaciones humanitarias actúen con poder auditor dentro de la policía.
–Hay quienes proponen democratizar la policía. ¿Es posible?
–Es imposible por su propia lógica funcional. No se puede deliberar mucho a la hora de reducir un asalto. Creo que pese a eso puede reformarse una verticalidad y unos reglamentos muy rígidos que se heredan de los tiempos en que la policía dependía de los militares.
–¿Cuánto influyen las huelgas en la opinión civil frente a la violencia?
–Mucho, porque siembran el desamparo y favorecen la histeria colectiva, dan la palabra a los sectores conservadores. Es interesante como los hechos de Bahía le dieron la palabra a quienes piden pena de muerte o reducción de la edad mínima para condenar a un menor. Aunque no toda la opinión pública brasileña es conservadora o pro mano dura.
–El coronel Ubiratan, condenado a 632 años por la matanza de 111 presos en 1992, fue muy aplaudido por el público hace 15 días.
–Fue aplaudido por una clase media y alta que celebra este código penal que defiende mucho la propiedad y poco la vida. Ese sector de la población que blinda sus autos (Brasil es el tercer mercado mundial de blindaje) a veces se muerde la cola cuando descubre que vive en ghettos porque afuera hay una guerra de policías, delincuentes y pobres.
–El delegado policial José Vicente, personaje atípico, dijo que la ley sólo se aplica contra tres p: pobres, putas y pretos (negros).
–A eso es que está acostumbrada esta policía, mientras da amparo al delito organizado. Esta policía ha sido educada en la doctrina de criminalizar la pobreza. De dar palos y tiros al pobre, por derecha o con los escuadrones de la muerte. Yo quisiera ver a los huelguistas reclamando contra esos escuadrones de la muerte.

 

 

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