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Bush y las dislexias
Por M. Vázquez Montalbán

El presidente Bush está molesto con los medios de comunicación europeos porque insisten demasiado en apreciarle las dislexias, trastornos del habla que traducen trastornos del pensamiento. Perteneciente a la extensa raza de presidentes estadounidenses incapaces de hacer dos cosas a la vez, por ejemplo mascar chicle y bajar una escalera de avión, Bush ha aprendido de su oficio lo justo para tratar de demostrar que es presidente de los Estados Unidos y emperador de todos nosotros. De hecho tuvo un maestro de excepción en su propio padre, a juzgar por expertos de la política norteamericana, uno de los políticos más ignorantes, irrelevantes e inconsistentes que ni siquiera ha sacado el partido publicitario debido a su condición de vencedor final de la Guerra Fría y aunque tan inexperto en pelícanos alasqueños que los tomó por pelícanos arábigos.
La sitiada reunión de los 8 grandes ha servido sobre todo para demostrar que la próxima deberá celebrarse en las catacumbas, a la espera de que la campaña de exterminio y de descrédito de los antiglobacionistas devuelva las cosas a su sitio, en el supuesto de que lo tengan. El final feliz de un mundo sin contradicciones y una historia sin culpables parece imposible y el aprendizaje de la represión contra los críticos de la globalización forma parte de la nueva Teología Neoliberal. El talento de cada político del sistema se exhibe estos días para tratar de descalificar a los nuevos rebeldes. Mientras para la delegada del gobierno de Madrid en Cataluña, señora Julia García Valdecasas, estos modernos insumisos están relacionados con los movimientos callejeros de ETA, los políticos norteamericanos ven en tanta subversión poscomunista la sombra alargada del terrorismo panislámico frente al que hay que oponer el escudo antisimiles. La dislexia abandona a Bush Jr. en cuanto hay que justificar una política armamentista que es uno de los más importantes factores determinantes de la hegemonía económica y estratégica de los Estados Unidos, mientras Solana y otros gobernadores zonales menores van por las aldeas de Macedonia pacificando a los mahoríes europeos.
A partir de la grotesca derrota de Seattle, el Sistema Teológico Neoliberal ha ensayado nuevos y a la vez complementarios procedimientos represivos: descrédito de la subversión atribuyéndola a jóvenes lo suficientemente ricos como para desplazarse globalizando la protesta; instigación a la violencia de los manifestantes, en ocasiones infiltrando provocadores policiales o parapoliciales en las filas antiglobalización; ofensiva ideológica vendiendo la misma mentira bicentenaria de que el desarrollo neocapitalista es para todos y no sólo para los instalados en el establishment nacional e internacional; represión física y si es posible legal contra los nuevos insumisos, hasta el punto de que el asesinato de un manifestante en Génova más que como el error de un policía nervioso podría interpretarse como el aviso de un poder globalizador seriamente impugnado. Otros elementos aparentemente anecdóticos, como el que algunos policías italianos dieran gritos a favor del Duce, quedan a la espera de que un día de estos algunos policías españoles griten ¡Viva Franco! y los alemanes ¡Heil Hitler! El fascismo ni se crea ni se destruye, simplemente se transforma y en las prácticas teológicas de los impulsores del pensamiento único hay elementos fascistas todavía maquillados de conducta defensiva de la democracia.
Las fotografías divulgadas sobre la reunión de los 8 en las que se puede apreciar lo mucho que sonríen Bush y Berlusconi no hay que atribuirlas a que ambos sea víctimas de la misma dislexia, porque como ya dijo el ahorcado de Villon, ningún motivo había para la sonrisa a la vista de lo que estaba ocurriendo por las calles de Génova. O tal vez sí. Tal vez no sea un caso de dislexia gestual, sino el alborozo porque el terrorismo de Estado pueda disuadir a este nuevo sujeto histórico crítico, a desaparecercon los años si se trata de un producto a lo mayista. Y si no es así, si estamos en presencia de una contestación organizada y organizable contra la fase actual del desarrollo capitalista, la dislexia democrática volverá a gritar ¡Viva el Duce! y ¡Viva la muerte! cada vez que sea necesario.



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