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LOS PADRES DE DOS CHICOS MUERTOS, UN REHEN Y
SU CAPTOR, REUNIDOS PARA HABLAR DE LA TRAGEDIA
Tan lejos y tan cerca

Mariano Wittis fue muerto el 21 de setiembre del año pasado por la policía, que lo creyó un ladrón. Había sido rehén por unos minutos de un joven, también baleado. Ahora, los padres de ambos buscan juntos apaciguar el drama. Y el CELS patrocina a las dos familias en una causa común contra la policía.
A la derecha, Ana María Liotto, la mamá de Darío, el muchacho que asaltó un banco y terminó muerto. El viernes se reunió con los padres de Mariano Wittis
en la sede del CELS, en Rodríguez Peña al 200.


Por Carlos Rodríguez

En el viejo edificio de Rodríguez Peña al 200, donde en tiempos de la dictadura se redactaron los primeros escritos en reclamo por la “aparición con vida” de los desaparecidos, se vive una escena reiterada que, sin embargo, tiene un aspecto inédito: dos familias víctimas de la violencia relatan juntas, como tantas otras veces, sus dolores y la forma en que tratan de superarlos, sin importar que uno de los dos chicos recordados por sus padres haya sido, durante unos pocos, pero definitivos minutos, el rehén del otro. “Yo no podía salir de mi casa, llorar en público por mi hijo, me sentía responsable por la muerte de Mariano” Wittis, de 23 años, el maestro de música asesinado por la policía el 21 de setiembre del año pasado. Sin contener las lágrimas, sin dejar de sentirse responsable de lo sucedido, Ana María Liotto, la mamá de Darío Riquelme, de 16 años, admite que el “primer pésame” por la muerte de su hijo se lo dio Jorge Wittis, el papá de Mariano. Ahora, las familias del “ladrón” que robó el Banco Itaú de San Isidro y de la “víctima inocente” tomada de rehén por aquél pasaron a ser “particulares damnificados” en una causa común contra la policía, representadas ambas por el mismo organismo de derechos humanos.
“Mi hijo era rebelde, estaba insatisfecho, siempre disconforme y su perdición fue juntarse con una barra de chicos que vivía del robo, de la droga.” Ana María, quien está acompañada por su hijo mayor, Jesús, de 22 años, parece vivir poniendo excusas, desde argumentar que Darío estaba “muy mal porque con su padre estamos divorciados”, hasta insistir en que Mariano Wittis era “la víctima” y su chico “el ladrón” que lo tomó como rehén. A su lado, Jorge y Raquel Wittis le ponen el hombro y parecen reconfortados en medio del dolor común, como en una sesión pública de grupos de autoayuda: “Darío llevaba un arma inservible y se había entregado sin hacer ningún disparo. No quería matar ni morir. Ese día no tenía que haber habido ninguna muerte”, la consuelan.
De esa comunión, extraña en tiempos de “inseguridad” y discursos que aconsejan “meterle bala” a los delincuentes, se nutre la postura del Centro de Estudios Legales y Sociales (CELS) de impulsar una causa única y de presentar en sociedad un encuentro inusual, con Página/12 como uno de los testigos. Para el CELS (ver aparte), el caso representa “un ejemplo ostensivo, paradigmático, pero no excepcional, de los efectos que provoca la promoción de la violencia institucional como eje de las políticas criminales”, argumentan los abogados Gustavo Palmieri y Rodrigo Borda. En la causa está preso e imputado, por el doble homicidio, el cabo de la policía bonaerense Emir Champonois.
Para los padres de Mariano y para la mamá de Darío, el acercamiento se parece mucho a una luz que orienta a salir del pozo. Ana María sigue viviendo en Boulogne, partido de San Isidro, a dos cuadras de la villa Santa Rita, en cuyas noches de cerveza y algo más solía perderse Darío, con sus impulsivos 16 años. “Se iba por ahí, había baile, mujeres, era su despertar sexual y no supo manejar las cosas”, explica Jesús, el hermano mayor, que tampoco pudo servir de dique de contención. Antes de asaltar el Banco Itaú con un amigo, que sería Walter “Terry” Ruiz, según la policía, Darío había pasado unas cuantas noches en institutos de menores. “Se lo llevaban detenido por supuestos robos, en algunos de los cuales participó y en otros no, pero como sus amigos de la villa tenían antecedentes, se lo llevaban igual y al poco tiempo lo soltaban.”
Ana María lo visitó en un instituto cerca de La Plata cuyo nombre no recuerda. “Los que estaban cuidándolo eran adultos que tenían actitudes extrañas y en el aire había un olor raro, a un cigarrillo raro.” La mujer dice “no entender” cómo pueden dejar a los chicos “al cuidado de personas que no parecen ser las más indicadas”. Cuando llegó el 21 de setiembre de 2000, Ana María se enteró de todo por la tele y después siguió pendiente de los diarios, pendiente de la historia de Mariano. Un impulso la llevó a participar de las reuniones que suelen organizar los Wittis para recordar, con música, al hijo asesinado.
“Fui a uno de los actos y me confundí entre la gente. Quería estar y quería irme. No podía decir quién era porque tenía miedo de la reacción de la gente. Me animé a ir porque leía todas las notas sobre Mariano y me encontré con la carta que escribieron ellos, en la que decían que los dos chicos muertos habían sido víctimas. Eso me animó, pero igual tenía mucho miedo.” Aunque le duele decirlo, Ana María sentía vergüenza. Sin embargo, llegó hasta el final: “Esperé a que él (por Jorge Wittis) estuviera solo y me presenté, le dije que yo era la madre del chico que había provocado la muerte de su hijo. El me abrazó. No me voy a olvidar nunca de ese abrazo y me dijo que yo también era víctima. El fue la primera persona en darme el pésame, fuera de mi familia. Muchos que fueron amigos de Darío nunca se acercaron a mi casa, les daba vergüenza venir a saludarme”. Ana María llora y Jorge, sentado a su lado, la consuela pasándole el brazo por el hombro. “Me dijo que los dos éramos víctimas”, repite la mamá de Darío, como repitiendo la fórmula de un milagro.
“Darío había tirado el arma en gesto de rendición. Murió con la pierna extendida, porque estaba bajando del auto. Se estaba entregando. Los vecinos de la Villa Uruguay (allí ocurrió el enfrentamiento) nos contaron que le habían gritado a los policías para que no los mataran”, recuerda Jorge Wittis. “Por qué los vas a matar, no ves que se están entregando”, es la frase que deambula por la cabeza de todos, como un casete que debería haberse detenido allí, antes de los disparos de 9 milímetros, certeros, contundentes, que terminaron con el músico lleno de sueños y con el pibe cercado de dudas.
“No hubo disparos ni siquiera del chico que se escapó. ¡Qué clase de justicia es la que ejecuta la policía! Hay responsabilidad de los altos mandos, pero también hay gente que está dispuesta a ejecutar esas políticas aunque eso signifique cometer injusticias.” Jorge Wittis parece enojado, por primera vez durante la charla, y no está hablando sólo por su hijo Mariano. Raquel Wittis confiesa que ambos están “muy preocupados” por Julieta Schappiro, la maestra jardinera amiga de Mariano que iba al volante del Gol azul acribillado a balazos por el cabo Champonois.
“Ella sigue pensando que es culpable por haberse ofrecido a llevar a Mariano en su auto, por pasar por la esquina de la villa. Nosotros tratamos de ayudarla, pero ella está muy encerrada en su mundo, en su familia, y está sufriendo mucho.” Jorge respalda el relato de su esposa y hasta considera que “en cierto modo, aunque son el brazo ejecutor, los propios suboficiales de la policía están siendo víctimas de las políticas del Estado”. En su crítica también la apunta a los sectores de la sociedad que apoyan las políticas de mano dura. “Nadie se puede quedar cuidando su quintita. Nadie está libre de ser una víctima.”

 

Un día de la muerte

El 21 de setiembre de 2000, a las 11.30, Darío Riquelme y otro joven que logró escapar robaron el Banco Itaú de San Isidro, en avenida Márquez al 700. Para tratar de ponerse a salvo de la persecución policial, los dos jóvenes tomaron como rehenes a Mariano Wittis y a su amiga Julieta Schappiro, quien iba al volante de un Gol azul de su propiedad. Wittis estaba dentro del auto porque Julieta se había ofrecido a llevarlo. La policía puso fin a la fuga atacando a tiros al Gol. Julieta se salvó de milagro y el ladrón que iba junto a ella, en el asiento delantero, escapó sin sufrir heridas. Murieron Wittis y Riquelme.
Mientras el joven Wittis vivía en la zona residencial de Martínez, el chico Riquelme tenía su casa a dos cuadras de una villa miseria. El ministro de Seguridad bonaerense, Ramón Verón, primero calificó a Wittis de “delincuente” y después sostuvo que “la bala que mató al joven no fue de la policía”. Los abogados Laura del Cerro y Rodrigo Borda recordaron que las pericias demostraron que las balas fueron disparadas por el cabo de la Bonaerense Emir Champonois desde una distancia “menor a los 50 centímetros. Nuestra hipótesis es que fue un fusilamiento”.
Del Cerro precisó que el arma que llevaba Riquelme “no estaba en condiciones de ser usada y en caso de poder usarla, respecto de las armas que llevaba la policía, era como comparar un auto Citröen 3VC con un BMW”. La mamá de Riquelme aseguró que durante el contacto que mantuvo con la secretaria de un juzgado, la funcionaria le comentó que “cuando un joven tiene varias entradas en un instituto de menores, la policía siente que tiene ‘carta blanca’ para matarlo”.

 

EL CELS Y LA REPRESENTACION DE LOS RIQUELME
“Para rescatar su identidad”

Al tomar la representación de la familia de Darío Riquelme, el Centro de Estudios Legales y Sociales (CELS) busca “rescatar la identidad del chico de 16 años que la policía mató junto con Mariano (Wittis) y que hasta hoy sólo es nombrado como ‘el delincuente’”. Al analizar la historia de Darío, que según relató su madre pasó por varios institutos de menores sin recibir ninguna asistencia efectiva o al menos concreta, el organismo de derechos humanos planteó como ejes del problema “la ineficacia de la justicia de menores y el violento accionar policial en comisarías e institutos”. En la construcción del andamiaje jurídico que será planteado cuando llegue el juicio oral contra el cabo Emir Champonois, el equipo del CELS, encabezado por Gustavo Palmieri y Rodrigo Borda, sumará el aporte de Laura del Cerro, letrada de la familia de Mariano Wittis.
Borda interpretó que, en el marco actual de exaltación de la “mano dura” policial, el dramático final de Wittis y Riquelme es apenas la conclusión de “historias anunciadas” que van sumando nombres de víctimas de la violencia institucional. La mamá de Darío recordó las razzias policiales en la villa y en su domicilio. “Cualquier robo lo convertía en sospechoso aunque no hubiera tenido nada que ver”, recalcó.
Los padres de Wittis hicieron referencia a los hechos ocurridos durante la dictadura militar y a sus secuelas. “Creemos que todos tienen que tomar conciencia de las cosas que pasaron y que siguen pasando. La gente escucha el mensaje de la mano dura y busca soluciones fáciles que no son solución. Nadie merece morir de la forma en que murieron Mariano y Darío”, recalcó Jorge Wittis. Para el padre de la “víctima inocente”, la sociedad debería replantear su visión sobre cómo actuar frente a los jóvenes que delinquen: “Darío era un chico de 16 años que tenía problemas y merecía ser ayudado. La sociedad tiene que rever su forma de enfrentar el problema de la violencia porque sino será tan responsable como los violentos”.
Los abogados del CELS y Laura del Cerro resaltaron la importancia de que los Wittis “digan lo que están diciendo, desde su lugar, desde el lugar de la víctima”. Raquel Wittis aportó al análisis una reflexión sobre la actuación de un cuerpo policial que con el pretexto de “garantizar la seguridad” intervino el 21 de setiembre de 2000 “matando a dos jóvenes y poniendo en riesgo la vida de otras personas, para recuperar 6000 pesos que habían sido robados de un banco. ¿Es comparable esa suma con el valor de dos vidas humanas?”.
El CELS, al cuestionar “por ineficaz” a la justicia de menores en la Argentina, resaltó que las instituciones “omiten brindar asistencia social y psicológica, ante cuadros familiares conflictivos” y como resultado de esa forma de actuar la persona en problemas “termina confirmando su incorporación en las redes de la ilegalidad y de la violencia”. En un plano más relacionado específicamente con el caso, los abogados del organismo resaltaron “la valentía de Ana María (la mamá de Darío) al acercarse a la familia Wittis” y también “la contención que la propia familia Wittis le brinda a Ana María”. Una respuesta que ni una ni otra familia encontraron en las instituciones.

 

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