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ENTREVISTA A OLIVIER ASSAYAS
“La palabra amor tiene docenas de significados”

�Los destinos sentimentales�
es el primer film que se estrena comercialmente en la Argentina de un realizador clave del cine francés que, como Truffaut, Godard y Chabrol, fue periodista de la revista �Cahiers du Cinéma�. El film es una adaptación de una novela del controversial escritor Jacques Chardonne.

Idea: �Traté de capturar el paso del tiempo en la gente, porque cuando se narra la historia de una pareja, eso es precisamente lo que está en juego�.

Como sus ilustres predecesores –François Truffaut, Jean-Luc Godard, Claude Chabrol–, Olivier Assayas también empezó a haciendo cine desde las páginas de la legendaria revista Cahiers du Cinéma, donde se convirtió en un experto en la obra de Ingmar Bergman y en un descubridor del mejor cine asiático, que en los años ‘80 todavía era en su mayoría terra incognita. Allí conoció a su mujer, la actriz china Maggie Cheung (con quien visitó Buenos Aires en abril pasado, en el marco del Festival del Cine Independiente), y decidió su vocación de cineasta. Entre 1986 y 1998, Assayas (París, 1955) realizó siete largometrajes elogiados en los festivales de Cannes y Venecia, entre ellos sutiles crónicas de la juventud (Désordre, Les enfants de l’Hiver, L’eau froid) y una celebración del cine dentro del cine (Irma Vep). Ninguno de estos films se conoció comercialmente en la Argentina, por lo cual el estreno –mañana– de Los destinos sentimentales, selección oficial de Cannes 2000, debe ser considerado una suerte de reparación histórica. Lejos de la sensibilidad contemporánea que hasta entonces había sido su marca distintiva, esta adaptación de una novela de Jacques Chardonne es una enorme saga que recorre los primeros treinta años del siglo XX a través de una familia (liderada por Charles Berling, Isabelle Huppert y Emanuelle Béart) heredera de una tradicional fábrica de porcelana de Limoges.
–¿Cómo fue que decidió hacer un film de época?
–Siempre he sido un admirador de las novelas francesas escritas entre las dos guerras mundiales, la generación de François Mauriac, Jacques Chardonne y Julien Green, por nombrar a los escritores que más me han importado. Gente que fue modelada por la tradición de la literatura clásica y liderados por la vanguardia sin romper con la tradición, obligándose a adaptar la novela, con su narrativa y figuración, a través de los procesos remodelados por el siglo XX. Por ello encontraron soluciones y respuestas a muchas de las preguntas que los modernos cineastas tienen que enfrentarse cuando tienen que tratar con los problemas del personaje, la representación del mundo y su modernidad. Sin caer en la peor trampa: el retorno de la figuración burguesa del siglo XIX y la pomposidad inherente en ella.
–¿Tuvo la idea de filmar a Chardonne hace mucho tiempo?
–No, pero recuerdo claramente haber leído un capítulo de Romanesques y haber pensado que fue como la secuencia de un film, y qué feliz hubiese sido si hubiera podido escribir una escena como ésa entre un hombre y una mujer. Y entonces leí Los destinos sentimentales más tarde, en 1989, y me sorprendió descubrir que Chardonne había construido esa novela como si fuera un guión. Existe una clara estructura narrativa sonora, un amplio número de escenas con diálogos y sentí que esto podía llevarme a un tipo bien específico de tema cinematográfico. El Gatopardo, El inocente, todas las adaptaciones fílmicas de Visconti, Las dos inglesas, de Truffaut, o ciertos films de Manuel de Oliveira, Amor de perdición, Francisca, me emocionaron por la corriente literaria que contienen, y sentí que era posible lograr algo similar con el texto de Chardonne. Una cosa que siempre me ha emocionado es el paso del tiempo, la forma en que las relaciones se establecen y se destruyen, la manera en que el mundo cambia, en que nosotros cambiamos y cómo las cosas se pierden. Todo esto me afecta profundamente, y lo encontré de una manera casi inesperada, ideal y perfecta en esta novela. Me di cuenta de que si deseaba contar esta historia, no iba a ser capaz de hacerlo mejor de otra forma. Y posiblemente podría utilizar la emoción que sentí al leerla rodando un film.
–¿Entonces usted se embarcó en una extensa investigación?
–Con la permanente ayuda de Chardonne, quien me suministró obsesivamente detalles precisos documentados de su novela. Otros novelistas habían tomado esta idea de capturar tanto lo general como lo íntimo, pero ninguno de ellos tenía conocimiento de primera mano sobre el mundo de la industria y el comercio. Tenemos aquí un gran novelista que, observando su propia familia y a sí mismo, llevó a cabo un estudio profundo de la transformación industrial del siglo. Hay algo milagroso y único acerca de esto...
–Nunca antes se había embarcado en un trabajo de esta escala.
–No. Durante nuestro primer período de trabajo preparatorio, nunca dejamos de referirnos a Chardonne. Continuábamos regresando a los lugares frecuentados por él, viendo fotos de su familia, en una continua y expresa inmersión. Pero no fue así esta vez. Decidí no leer la novela nuevamente sino que iba a retomar el guión, encontrar el tono y hacer el film tomando principalmente interés en los personajes y sus emociones, siguiendo la lógica de la historia. Me di cuenta lo útil que había sido el largo período de espera. Cuando regresé a Charente, fue como si ya hubiese vivido allí antes y pasado por esas experiencias. Lugares, atmósferas, situaciones, todo estaba registrado en mi memoria y sentí emociones como si ya las hubiera experimentado en otra vida. Esto también me permitió ver que mientras originalmente estuve inmerso y atraído por el pasado, ahora tenía que ir, por el contrario, hacia una suerte de modernidad a pesar de los sentidos, apegándome a las sensaciones más que a las explicaciones.
–Después de haber pasado todos estos años tan cerca de Chardonne, ¿han cambiado sus sentimientos hacia él?
–¿Qué sabe la gente sobre Chardonne? Tres cosas, esencialmente. Primera: tuvo problemas después de la guerra. Segunda: fue el escritor favorito de Mitterrand. Y, si hay una tercera, una frase: “El amor es mucho más que amar”. Este tercer elemento es el que me interesa, porque su aparente tautología tiene un genuino significado en su trabajo como autor. Amor matrimonial. El objeto de Chardonne, su verdadero tema, se impone sobre cualquier época. Cuando se coloca la palabra amor contra el tiempo, ello significa miles de cosas: hay un amor físico, afección, atracción, ternura, fidelidad. En todos los tramos de la vida de una pareja, y todos los períodos de esa vida, la palabra tiene distintos significados. O tal vez la verdadera naturaleza del amor entre estos dos seres es la capacidad de ver cómo cambia y entender y aceptar ese cambio. Todo el trabajo de Chardonne habla sólo de esto y es lo que yo quiero decir también. Sin embargo, a un nivel político, opino que Chardonne es indefendible debido a que existe esa noción de la traición cuando mostró colaboración o cobardía durante la Ocupación...
–¿Cuál fue su inspiración en un nivel estético?
–Me atrae mucho la pintura, pero cuando hago un film ni siquiera pienso en ello. En este caso, en cambio, sí lo tomé en consideración. ¿Cuál fue el mundo visual de Chardonne y quién ha dejado huellas de él? Bonnard, por supuesto, enseguida vino a mi memoria. Cuando ve sus pinturas, parecen haber sido pintadas el día anterior. Hay una especie de presente eterno en el trabajo de Pierre Bonnard y una de las ambiciones del film es capturar esa impresión...
–¿No hay una rara coincidencia entre el mundo de Chardonne descripto en Los destinos sentimentales y nuestro mundo moderno en tiempos de globalización?
–Sin duda. Pero lo más remarcable y novedoso, incluso ahora, es lo que Chardonne dice acerca de la pareja. Mi deseo en contar esta historia y adaptar la novela está muy ligado a ello. Es algo que el cine raramente menciona. Ese fue un contundente desafío de la película –utilizo la palabra “contundente” numerosas veces– tratando de capturar el paso del tiempo en la gente porque cuando tratás sobre una pareja eso es precisamente lo que está en juego y siento que hay algo profundo y vital allí en la vida de cada uno de nosotros.

 

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