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OPINION
Por Mario Wainfeld

MAS AJUSTE AUN DESPUES DE UNA ELECCION EMBLEMATICA
Nuevas tribulaciones de un politólogo sueco

Una interna única: el oficialismo que pierde de local. La desdicha de Nosiglia. El dualismo del Presidente. El proyecto de Hacienda para el presupuesto 2002: supresión del Fondo de incentivo docente y cruel poda en el presupuesto universitario. Ya que estamos, a la AFIP también. La provincia de Perón, otro escenario de la crisis.

“¿Una interna distrital de un partido de Gobierno? ¿Qué puede tener de interesante o novedoso?” El decano de la Facultad de Ciencias Sociales de Suecia sabe que su pregunta es retórica, solamente se está tomando su tiempo. “Es en la Argentina, licenciado Swonbord”, le contesta su discípulo favorito, el politólogo más promisorio de los últimos años, “ese país donde la política parece magia y la economía magia negra. Permítame ir a hacer un estudio de campo”.
El decano recuerda su propio viaje anterior, algún tiempo atrás, lleno de novedades científicas y también evoca bifes de medio kilo, algunos partidos en la Bombonera y un par de mujeres algo histéricas pero bellísimas. “Está bien, le autorizaré unas coronas.” Después rememora cómo se contagian las costumbres argentinas, que él volvió manejando como un vikingo borracho, que hasta le retiraron el registro y algunos otros detalles. Y agrega “vaya con cuidado y no me curre con los viáticos”.

Terragno conducción

Son las nueve de la noche. El Comité Capital está vacío. Las elecciones terminan a las diez, se desayuna el politólogo, es una tradición radical. Nuestro hombre está un poco nervioso. Todas las estimaciones previas decían que –si votaban pocos afiliados– ganaría (como ocurriría en cualquier lado) el oficialismo. Y hete aquí que pocos correligionarios han sufragado. Nada novedoso, ningún paper para escribir a la vuelta, se asusta.
Mas no. Argentina es Argentina, concluirá poco después. Votaron pocos, pero igual triunfó Rodolfo Terragno. Perdió la lista que apoyaban el presidente de la Nación, el de la Cámara de Diputados (que incluso era candidato) y casi todo el gabinete nacional. “Es un milagro”, musita, en aceptable castellano.
“Para nada –le explica un caballero con boina blanca y aires de estar algo golpeado que, aún así, lo ha invitado a un café–, es consecuencia de la bronca de los correligionarios. El Gobierno nos defraudó. A Cavallo no lo podemos digerir. Los jubilados, que eran la base social del Presidente, no le perdonan que les haya bajado los haberes. De la Rúa jamás confió en el partido, se apoyó en su familia, en el grupo Sushi.”
–Tampoco le interesó la interna –quiere mostrarse informado el licenciado Olaf–, todo el tiempo alegó prescindencia.
–No, no es cierto. Las semanas pasadas, aún en medio de la crisis económica y la visita de John Taylor, se la pasó llamando a punteros y dirigentes para tomarle el pulso a la interna y para ver si conseguían convencer a Terragno de que se bajara. Y fue él quien le pidió a Coti que armara la lista oficial.
–Y Nosiglia –quiere lucirse el científico– armó una lista llena de delarruistas.
–No se haga el gil, ¿se cree que Coti quería perder? Armó una lista con gente de variadas líneas, algunos de historia alfonsinista como Florentina Gómez Miranda. Y dejó afuera a Enrique Olivera, José María García Arecha y otros incondicionales del presi. El mismo cabeza de lista es un tradicional antagonista de De la Rúa, Facundito, que además integra el gobierno de la ciudad, con Aníbal Ibarra.
–O sea que Ibarra quería que ganara Suárez Lastra.
–No joda, déjeme seguir. El Presidente, además, le dio a Coti una manito con la logística de campaña. Y fue a votar como un correligionario más, con la campera de gamuza que usaba de cábala.
Mientras anota, haciéndose el otario, la palabra “cábala” para buscarla en el diccionario, Olaf repregunta:
–Lo que ocurrió es que la bronca de la gente le ganó al aparato como nunca había ocurrido en el radicalismo, algo totalmente impredecible. –Más o menos. La bronca es innegable pero la UCR ya tuvo batacazos parecidos. Alfonsín hizo trizas al balbinismo cuando volvió la democracia. Y el propio De la Rúa le ganó a dos listas de la Coordinadora en el ‘91, cuando la Cordi tenía el aparato y el Gobierno.
Y Jesús Rodríguez, que iba con Terragno, tiene un armado territorial en la sexta, donde arrasó.
El sueco pide dos aspirinas y un fernet doble. El radical se apiada algo.
–Bueno, tiene razón, aquí primó el malhumor con el Gobierno. Solo pudimos ganar en casi todas las circunscripciones del sur, las más manejables por los punteros. En las otras, las de clase media... Si en la 20, la del Presidente y Coti, apenas sacamos 90 votos de diferencia.
Coti está muy golpeado, puso todo en esta jugada.
–¿Podré hacerle una entrevista a Nosiglia?
–Ni en pedo. Coti se fue a dormir sin cenar, sufrió mucho el resultado. Y además lo suyo es el perfil bajo.
–¿Pero no apareció hace pocos días en misión oficial viajando a La Pampa con Colombo para cerrar un acuerdo con Marín? De paso, ¿qué cargo tiene Nosiglia en el Gobierno?
–Me está gastando, se enfurruña el correligionario y se retira sin pagar.

Cerca de la Rosada

“El Presidente es un caballero. Lo llamó a Facundo el lunes a la mañana para consolarlo un poco y pedirle que cuidara el tono con sus declaraciones. Suárez Lastra atribuyó el resultado al malhumor con el Gobierno y a Fernando eso le disgustó.”
Olaf está dialogando con un importante funcionario, dentro de la Casa Rosada. Mientras charla un grupo de personas, bien entrazadas, da vueltas alrededor del Patio de las Palmeras coreando “se va a acabar/ la dictadura radical”. Son empleados de la casa, blanden sus recibos de sueldo, debidamente desagiado.
–¿No hubiera debido llamarlo el domingo a la noche? La gente de Facundo se sentía algo abandonada –propone el sueco, con conocimiento del terreno.
–Algo de razón tiene, no nos comprometimos a fondo con la elección. Facundo se lo dijo al Presidente, le recriminó amablemente la falta de respaldo.
–¿Qué contestó el Presidente?
–Nada. El Presidente no suele ser muy explícito –se sincera el funcionario y arranca con un toque de optimismo–. De todas maneras, estamos mejor que hace una semana. Se bajó Lilita Carrió y puede ser que ganemos la Capital.
–¿Las encuestas les dan que le ganarían al ARI?
–O salir segundos –vuelve a primar la autenticidad–. En todo caso, es más preocupante la situación en provincia.
–¿Les preocupa el discurso antimodelo de Alfonsín?
–Nos preocupa más que esté disputando el tercer puesto con Farinello muy, muy lejos de Duhalde. Igual, nuestro panorama electoral no es tan desalentador. Vamos a tener más senadores que ahora.
–¿Y en Diputados cómo van a salir?, ¿y en el total de votos?
–Disculpe, licenciado, se me hace tarde. Tengo una cita ineludible. El funcionario se levanta, mientras acciona el control remoto de un televisor que tiene encendido frente a él, en un canal de noticias.
Todos los funcionarios miran tele, todo el tiempo –recuerda Olaf que le ha dicho el decano–, en la Argentina la realidad cambia en cuestión de minutos. Sale a la Plaza, minga de gente y casi ni taxis quedan. Sólo están las palomas y hasta le parece que hay algunas menos que un ratoantes. Son las seis de la tarde y la selección se apresta a bailar a Ecuador.

Una tijera de derechas

“Es que los radicales son así. Lo único que les interesa es la interna y no son capaces de apañarse para ganarlas. Eso son, mezquinos, ineficaces, obsesivos con cosas minúsculas, carentes de ejecutividad.”
El licenciado no cabe en sí de gozo, está juntando una data asombrosa. Quien así habla no es un opositor acérrimo, sino un integrante del Gobierno, cavallista por más datos.
–¿A ustedes no los perjudica la candidatura de Terragno?
–Para nada. Nos deja todo el espacio conservador de la Capital, que no es poco. Nosotros no vamos con la Alianza –explica con cierta conmiseración– sino con Daniel Scioli.
–¿Scioli no era menemista? ¿Ustedes no estaban peleados a muerte con el menemismo?
–No me abrume con sutilezas europeas, licenciado. Además ¿usted vino a verme para hablar de política?
No. El politólogo ha concertado la cita para que le hablen de economía, de cómo piensa el Gobierno llegar al déficit cero.
“Por ahora vamos mal –asume el cavallo boy–, la recaudación sigue mermando. Los organismos internacionales no nos creen nada: antes prometíamos hacer las reformas y nos mandaban la guita. Ahora las hacemos y nos recelan igual, nos piden más.” En definitiva, se consuela, la ayuda internacional llegará. Y el gobierno de Estados Unidos se involucrará.
–Las críticas de O’Neill describen un debate que hay entre ellos, pero en definitiva nos van a respaldar. Eso sí, vamos a tener que persistir con el déficit cero. El Presupuesto 2002 va a ser toda una batalla.
El funcionario saca una carpeta. Es el primer proyecto de presupuesto que bosquejó la Secretaría de Hacienda para el año que viene. Daniel Marx llevó una igual para su prolongada estadía en Washington. Su contenido da vértigo aún al sueco, que andando los días, se ha ido encariñando con los argentinos, en especial con los que pueblan las calles de protesta en protesta.
Para llegar al déficit cero la Alianza proyecta surtidas podas, en especial vinculadas a prestaciones sociales y educativas:
600 millones en asignaciones familiares.
300 millones en remesas a la Universidad.
660 millones del Fondo de Incentivo docente.
–¿Van a discontinuar el Fondo?
–No queda otra. Es mucha plata. Si quieren, las provincias podrán mantenerlo.
–Yo leí los otros días un reportaje de Página/12 a Daniel Filmus, el ministro de Educación de la Capital. Dijo que ningún distrito (ni siquiera el suyo, que es el más rico) podrá pagarlo y que –a esta altura– suprimirlo equivaldría a una reducción salarial.
–Todos debemos hacer sacrificios. La medida es legal, el incentivo estaba garantizado solo hasta fines de 2001. Y todavía nos falta pagar la mitad. Es una sangría de guita.
Franqueándose aún más, el homo economicus asume que tal vez no se pague en este año la segunda mitad del Incentivo.
–Eso sería ilegal. Incluso, hilando fino, ¿no es especialmente salvaje reducir el presupuesto de educación básica más que el de la educación superior?
–Usted no tiene idea del lío que nos van a armar las universidades cuando las empujemos a arancelar. No sea Gata Flora.
El licenciado no replica, entre otras cosas porque no sabe qué diantres es ser Gata Flora. Pero vuelve a la carga. –Y por el lado de los ingresos fiscales ¿qué?
–Es una asignatura pendiente (metáfora que fascina a los nativos, registra Olaf). Nos va a ser cuesta arriba, sobre todo porque también la AFIP va a ser ajustada. Mire –muestra–, vamos a mocharle 180 palos al Fondo estímulo. ¿Sabe qué es?
– ...
–Es el fondo que se utiliza para premiar a quienes consiguen más recursos para Impositiva. Se les mejoran los salarios.
–¿No es un disparate suprimir el aliciente para que se consigan mayor recaudación?
El funcionario mira el reloj, se le hace tarde. Hasta luego, licenciado.

Entre corchetes

El visitante sueco es imaginario. Pero son reales todos los datos mencionados en esta nota. Los referidos a la interna radical, los diálogos, incluido el diagnóstico del cavallista sobre los radicales. También es un dato el proyecto de presupuesto proyectado por Hacienda. A ver si se entiende:
El Gobierno viene de perder una interna en su principal distrito, en la que jugó fuerte y se encamina a una casi inexorable paliza electoral.
El déficit cero es, hasta ahora, una quimera.
La ayuda económica del FMI y de Estados Unidos está atada al cumplimiento de metas que, a ojímetro, parecen incompatibles no solo con la plataforma de la Alianza sino aún con un mínimo de legitimidad democrática.
Frente a esto la principal respuesta oficial es doblar la apuesta, avanzar sobre gastos sociales y educativos (incluso algunos tan emblemáticos como el Fondo y los de la Universidad) acicateando un escenario de escalada de conflictos gremiales y políticos.
¿Puede sostenerse una situación de creciente pérdida de prestigio del Gobierno y de aumento de las restricciones? La respuesta es un enigma. Un enigma que mete miedo, y que justifica recurrir a argucias más o menos imaginativas para no abrumar. Volvamos con el sueco.

Un par de meses más

“¿Existe algo aún más delirante que la Argentina?”, se pregunta Olaf y se responde presto: la provincia de Buenos Aires. El estado asistencial- punteril que urdió Duhalde se desmigaja por la carencia. Escuelas sin maestros, comedores populares sin suministros, jueces que hacen piquetes. Como parodiando a un viejo chiste, la mala noticia de los patacones es eclipsada por que los patacones no entran en circulación.
La Provincia no paga sólo la carestía nacional, también la insustentabilidad de su administración. Duhalde la dejó exangüe en pos de su candidatura presidencial, Ruckauf la dejó casi sin gobernador en aras de la suya y ahora las llagas brotan en tropel. Así y todo Duhalde es un candidato de fierro. Y hasta en el Gobierno se urden mesas de arena pensando qué lugar darle después de octubre cuando se diseñe la unidad nacional.
“Hay mucho para estudiar. Tengo que quedarme más tiempo”, piensa el licenciado. Y decide abultar sus facturas de gastos, dibujarse unos viáticos y permanecer unos días más. Una sonrisa le ennoblece el rostro, mientras se encamina a la Bombonera, masticando un choripán, envuelto en un trapo azul y oro. Azul y oro, recuerda patriótico, son también los colores de la bandera sueca.

 

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