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LEONARDO SBARAGLIA COMIENZA CON "DESEO", SU CARRERA EUROPEA
“Vine a España para poder crecer”

El actor ya había tomado la decisión de cruzar el océano, pero la buena respuesta a �Plata quemada�, de Marcelo Piñeyro, y la insistencia del director Gerardo Vera fueron decisivas. Sbaraglia participó luego en el rodaje de otras dos films, �Intacto� y �La ciudad sin límites�.

Por María J. Díaz de Tuesta
Desde Madrid

Su carta de presentación en España es una buena garantía. El argentino Leonardo Sbaraglia fue uno de los protagonistas, junto a Eduardo Noriega y Pablo Echarri, de la magnífica Plata quemada (2000), de Marcelo Piñeyro. Una adaptación de la novela homónima de Ricardo Piglia, que narra un hecho real que sacudió a la Argentina: un sangriento robo ocurrido en 1965 cometido por una pareja de homosexuales que compartían una historia de amor similar a la de Bonnie y Clyde. Con esta película aterrizó aquí Leonardo Sbaraglia, actor porteño de suaves maneras y hablar cadencioso, dotado de un talento y atractivo evidentes. Uno de tantos que se preguntaron por el joven actor, de 31 años –desconocido hasta entonces en España–, fue el cineasta español Gerardo Vera, que tenía varios proyectos entre manos. No sabía en cuál incluirlo, pero en cuanto lo vio interpretar a uno de “los mellizos” pensó inmediatamente que quería trabajar con él. Además, una compatriota de Sbaraglia, Cecilia Roth, ya le había hablado de él.
Así fue como el director y el actor terminaron trabajando juntos en Deseo, el próximo film del realizador madrileño, que se rodará en setiembre. Vera, un cineasta de larga y heterogénea carrera en España -con experiencia también de teatro y escenógrafo, nacido en 1947–, presume con orgullo de ser quien “trajo a España a Sbaraglia”. No se le puede quitar el mérito de perseguir a la presa hasta que decidió instalarse en Madrid y traerse a su novia pintora, pero lo cierto es que el actor también acaba de rodar algunos proyectos españoles que se estrenarán en breve: Intacto, debut del español Juan Carlos Fresnadillo y La ciudad sin límites, de Antonio Hernández, con Fernando Fernán Gómez.
El actor y el director se reunieron en Madrid para seguir hablando de Deseo, basada en el guión de la escritora Angeles Caso, su primera incursión en el cine. Vera llega bastante puntual a la comida; Sbaraglia, un poco más tarde y molesto por traer los dedos manchados de tinta: viene de colocar sus huellas digitales en los documentos que le permitirán tener sus cosas legalmente ordenadas. “Hace tiempo que tomé la decisión de venirme a España”, cuenta el actor. “No fue una decisión tan vinculada a tener más o menos posibilidades de trabajo. Tiene que ver más con algo personal, con crecer, con no conformarme. En Argentina ya tenía mucho trabajo”, explica. Y tiene detrás una solvente carrera que empezó a los 16 años, estudiando teatro. “Eso de que viniera del teatro me gustó mucho”, interviene Vera. “Yo también provengo de ese ámbito, y con los actores de teatro trabajo mucho mejor, nos adaptamos mejor”.
Gerardo Vera habla del argumento de Deseo. “Se desarrolla en España durante la II Guerra Mundial, y cuenta las tramas que se organizaron para que huyeran los nazis, que se escapaban vía Nüremberg o Estrasburgo hacia Argentina. Es un asunto que me interesa porque se ha hablado poco de él. Y contar cómo la España de Franco organizaba ese tipo de huidas”. Sbaraglia apunta que “en Argentina todavía viven muchos refugiados nazis”. “Claro, y que Sbaraglia fuera argentino era un valor añadido, encajaba muy bien en el proyecto”, remata Vera.
A esta peripecia política se le añade como trasfondo una historia de amor bastante atormentada. O al revés, la historia de amor se superpone al suceso político. “El gran reto para un director es el equilibrio entre una historia romántica con ribetes de melodrama y un fondo político cercano pero desconocido. El primer problema de la película es no hacer un thriller político, como si fuera Odessa, ni acabar en Cumbres borrascosas. Lo importante es seguir el hilo de los dos personajes centrales”. La pareja protagonista de esta historia de amor al extremo la componen Sbaraglia –como un nazi que trabaja en el servicio de inteligenciaalemán– y Leonor Watling (Son de mar), la asistenta que se ocupa de la casa. Un trabajo al que se vio empujada por las circunstancias, porque ella es hija de un médico, culto y liberal, víctima del nazismo. A ellos se les une Jordi Mollà, como marido de Leonor, y Norma Aleandro, que interpreta a la madre de Sbaraglia.
–¿Es una historia de amor típica?
L. S.: –El amor que surge entre ellos es límite. El es un personaje que por ideología es capaz de hacer las mayores barbaridades, que fue educado para no sentir. Resulta que se enamora perdidamente de una mujer cuya procedencia ideológica es radicalmente distinta y, por tanto, ya hay una imposibilidad. En común tienen una cultura exquisita que ella ya perdió.
G. V.: –Cuando deciden escaparse juntos tiene que ser a los dos días, ni uno más. Frente a otras opiniones, yo pensé que en esa secuencia no podía pasar más de dos días, una semana hubiera sido mucho tiempo porque ese amor es como una droga.
L. S.: –Mi personaje perdió la humanidad, y esa mujer le hace recordar que es un hombre. Es como su propia salvación.
–¿Cómo encararon una historia y personajes tan distanciados de lo que son sus propias vidas?
G. V.: –Para mí esta película es un gran desafío. El conflicto que contaba en mi anterior película, Segunda piel (de 1999, un film que relataba la relación entre un hombre casado que no sabe que es gay y un homosexual), me era más próximo, era casi una autobiografía.
L. S.: –Mi personaje está en las antípodas de lo que soy, es un hombre víctima de su época y a la vez verdugo de su situación amorosa. Eso me produce excitación y miedo a la vez. En Deseo me sigue produciendo cierto pudor entrar tan de lleno en los sentimientos humanos.
G. V.: –La película es una reflexión sobre el alma humana cuando se encuentra un amor brutal, un amor que se produce súbitamente y que tiene fecha de caducidad. Porque, a veces, las pasiones son tan fuertes que no pueden durar.

 

El momento oportuno

Leo Sbaraglia tiene un pie en Madrid y otro en Buenos Aires, donde viven sus padres. Su proyecto es repartir el año con diez meses en España y dos en Argentina. Aquí, Sbaraglia había llegado al punto de poder elegir los guiones, pero prefirió jugársela. “Por eso me muevo, para seguir teniendo esa libertad de hacer lo que me gusta”, dice. No parece que se le hayan pegado las tonterías de la fama, y lleva la admiración que despierta en las mujeres “con normalidad”. También curioso, pregunta por cualquier cosa que desconozca. Desde el punto de vista laboral –tras 16 años en la profesión, en la que hizo de todo, cine, televisión y sobre todo teatro–, Sbaraglia cree que este proyecto con Gerardo Vera le llegó en el momento oportuno: “Poco o mucho, siento que ahora tengo algo de experiencia y me siento capaz de afrontarlo y disfrutarlo”. Cuando habla de sus colegas es generoso, y no se le oye una palabra disonante. De entre los actores españoles hay uno al que admira particularmente, Javier Bardem. “Y si tuviera que citar directores españoles con los que me gustaría trabajar mencionaría a Julio Medem, Pedro Almodóvar y Fernando Trueba.”

 

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