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PANORAMA ECONOMICO
Por Julio Nudler

SIETE AÑOS EN EL LIMBO

El dato es asombroso: el Estado nacional aún no logró que el Parlamento le apruebe los gastos que efectuó en los últimos siete años. Es decir, la manera como ejecutó cada uno de los sucesivos presupuestos anuales. Todo está trabado en la rendición de cuentas de 1994, respecto de la cual no hubo acuerdo en el Congreso Nacional, lo que constituye un hecho inédito. Pero todavía pueden sobrevenir otros sucesos insólitos. En concreto, los doce miembros de la Comisión Parlamentaria Mixta Revisora de Cuentas de la Administración, compuesta por diputados y senadores, emitieron dos dictámenes discordantes. Uno propone que se apruebe la llamada Cuenta de Inversión (es decir, la explicación documentada de qué hizo la Administración Pública con la plata). El otro insta a devolvérsela al Poder Ejecutivo “para que en el más breve plazo subsane todas las observaciones que impidieron un pronunciamiento de la Auditoría General de la Nación”, la cual, en efecto, no pudo pronunciarse ante la perplejidad causada por buena parte de la deficiente información rendida por el PEN, por entonces en manos de Carlos Menem, con Domingo Cavallo como ministro de Economía y de Obras y Servicios Públicos.
El proyecto de ley impulsado por el dictamen adverso, avalado por el diputado radical Jesús Rodríguez, presidente de la Comisión hasta fin de año (su antecesor fue nada menos que el senador Emilio Cantarero), dispone además comunicar a la AGN “para que en el plazo de 30 días de haber recibido los ajustes y correcciones a la Cuenta de Inversión correspondiente al ejercicio fiscal 1994 se expida sobre los mismos”. La AGN, que depende del Parlamento, debería también auditar “la totalidad de los ingresos por privatizaciones”, cosa que no hizo, probablemente el punto más oscuro de las confusas cuentas remitidas por el Gobierno.
Ahora podría muy bien ocurrir que la Cámara de Diputados, al tratar los dictámenes contrapuestos emitidos por la Comisión Revisora apruebe el proyecto de ley de rechazo, sugerido por los aliancistas, mientras que el Senado opte por el dictamen aprobatorio, provocándose así una impasse sin precedentes. Aunque la AGN ya auditó las rendiciones de gastos hasta 1998 y giró sus veredictos a la Legislatura nacional, ésta no puede expedirse sobre 1995 y años posteriores sin haber resuelto la encrucijada de 1994.
Respecto de los ingresos por privatizaciones, en los fundamentos que acompañan el dictamen adverso a la aprobación se cita que la AGN señala que los ingresos informados en la Cuenta de Inversión como ingresos acumulados del ejercicio 1993 y anteriores difieren en un monto de 535,4 millones, “diferencia que parece surgir de la exposición en el Cuadro de Privatizaciones, incluida como importes a cobrar en ejercicios futuros”. El informe de la Auditoría advierte que “la Cuenta de Inversión no contiene notas aclaratorias que expliquen esta diferencia de exposición”. A juicio de los legisladores, la Contaduría General de la Nación no pudo responder satisfactoriamente las observaciones de la Auditoría. “La magnitud de la diferencia, que supera los 500 millones de pesos –afirman los miembros de la Comisión–, no puede ser salvada con la irrelevante explicación de la CGN.” Los parlamentarios exigen “explicaciones acabadas y clarificadores” ante la “falta de claridad de ingresos que fueron planteados como de vital trascendencia por el Gobierno” de entonces.

Privatizaciones en las sombras

La mala información involucra a numerosas privatizaciones. A punto tal que la CGN llegó incluso a abstenerse de contestar las observaciones de la Auditoría. Esto ocurrió en casos como los de las centrales térmicas Litoral, Mendoza y Puerto de Buenos Aires. Asimismo, la Contaduría omitió comentar y derivó la responsabilidad a los entes primarios en lo referido a ENTel, emisoras radiales y otras, mientras que reconoció el error de exposición de los datos en lo concerniente a Segba, Central Costanera,Edesur y Edenor, admitiendo confusión en los casos de ELMA, Caja Nacional de Ahorro y Seguro, y otros. Sobre el hotel Llao-Llao no hubo respuesta.
La Contaduría expresó que la mayoría de las observaciones de la AGN apuntan a discrepancias entre la documentación que recabó el auditor fuera del ámbito de la CGN y la exposición de cifras que ésta consignó en los cuadros estadísticos. “(La Contaduría) Parece afirmar –conjeturan diputados y senadores que bocharon la Cuenta de Inversión del ‘94– que los órganos responsables (unidades de registro primario), o no ingresaron la información al sistema, o, en el mejor caso, lo hicieron por circuitos no previstos; ergo, los estados adolecen de falta de información.” La CGN se defendió indicando que los errores formales y de fondo existentes en los datos que recibió, o la omisión de remitírselos, son responsabilidad de las unidades de negocio.
Los legisladores señalan que en este contexto toma fuerza una recomendación de la Contaduría: que el auditor verifique en la Secretaría de Hacienda si los contratos, comprobantes y otros documentos entregados allí por las unidades de negocio “abren el camino al conocimiento de las irregularidades que se detectan”. La CGN reconoce la poca realidad del estado de cuenta al informar que ha dispuesto una circularización a todos los entes involucrados en cada proceso de privatización, a fin de que recién dentro de la Cuenta de Inversión del ejercicio 1998 se consignen con un mejor nivel de exposición las transacciones correspondientes.
Mientras esta increíble situación se dilucida en el Congreso, la AGN está virtualmente paralizada por la no renovación, a comienzos de agosto, de los 280 contratos de su cuerpo de profesionales, y otro centenar que corresponden a pasantes, ya que son estos temporarios –la mayoría con varios años en el organismo– los encargados del trabajo de campo. El personal de planta abarca 406 empleados. Según fuentes de la Auditoría, este organismo de control sufre tres problemas económicos sumados. Uno es el recorte de un 30 por ciento en el presupuesto para contratos, impuesto por Hacienda. En segundo lugar, la vertical caída en la recaudación de recursos propios, ya que otros entes, como el Banco Central, el Nación, la ANSeS o el PAMI, para los cuales la AGN realiza auditorías aranceladas, priorizan pagar otras obligaciones, como sueldos o teléfonos.
A esto se añade un déficit de arrastre de 1.760.000 pesos, que la AGN está obligada a eliminar para fin de año. En el rojo del 2000 pesó la decisión de la Auditoría de no aplicar en su seno el corte de sueldos (12 a 15%) resuelto por José Luis Machinea al promediar ese año. La crisis actual genera un áspero cruce de acusaciones entre las diversas corrientes políticas representadas en la cúpula del organismo, encabezado por Rodolfo Barra. Este se distanció en los últimos meses de los otros dos auditores generales menemistas, César Arias y Héctor Durán Sabas. Este asegura que Fernando de la Rúa está asfixiando a la AGN porque no quiere que audite al Gobierno. Punto de vista no compartido por los tres auditores que colocó la Alianza en la cúspide: los radicales Francisco Fragoso y Alfredo Fólica, y el frepasista Mario Fadel. Estos tuvieron la fortuna de que Julio César Casavelos, el auditor justicialista próximo a Oraldo Britos, se mantuviera a buena distancia de los menemistas.

Abusos de la Barra

La APOC (Asociación del Personal de los Organismos de Control) escracha a su vez a varios auditores generales por haber abusado del presupuesto de la AGN. En el caso de Barra, durante junio gastó en contratos $ 30.530, mientras que Durán erogaba 19.428 y Arias, 17.395 pesos. En el otro extremo, Fragoso sólo ocasionó pagos por 800 pesos. Por otra parte, entre la masa de contratados hay, según otras fuentes, alrededor de un tercio que se dedica a tareas políticas, al servicio de algunos jerarcas de la AGN, y que siempre logran, por las buenas o las malas, que los indignados coordinadores de los equipos de auditores externos (contratados) les firmen las horas como trabajadas. Algunos opinan que esos honorarios dilapidados podrían servir para comprar papel para fotocopias, o sillas para que los que sí trabajan puedan sentarse. En todo caso, esta desvirtuación política de la AGN contribuye a la causa de quienes preferirían privatizar los controles. Los organismos multilaterales de crédito presionan desde luego en este sentido, para favorecer a las grandes firmas internacionales de auditoría con las que mantienen sospechosa intimidad. El Banco Interamericano de Desarrollo, por ejemplo, comunicó a comienzos de año a todas las Unidades Ejecutoras de los proyectos que financia que debían contratar una auditora privada (de una lista provista por el propio BID) en caso de que la AGN no hubiese iniciado la tarea. Curiosamente, ni el Banco Mundial ni el BID le pagan a la AGN las horas-hombre insumidas en la faena de auditar los proyectos.
La impresión de que el Gobierno busca quitarse de encima los organismos de contralor fue reforzada esta semana con la suspensión hasta fin de año de todas las auditorías que tiene a su cargo la Coordinación General de Contralor y Supervisión de Registros Seccionales, con el supuesto fin de “reducir la dotación de profesionales contratados para efectuar las tareas de contralor y supervisión”. El subinterventor que maneja la Dirección Nacional de los Registros Nacionales de la Propiedad del Automotor y de Créditos Prendarios resolvió que el contralor quede en manos del Departamento de Inspecciones, que depende de él mismo.
En cuanto a la AGN, Hacienda habría resuelto abrir un poco la mano para que el organismo pueda realizar al menos las auditorías a que está imperiosamente obligado, que incluyen la mencionada Cuenta de Inversión (está revisando la de 1999), las universidades nacionales, la intervención en Corrientes y otras. En cuanto a los contratados, se los reincorporaría con jornadas de 4 horas, en lugar de las 6 que cumplían, pero no se sabe si a todos. Hasta junio (julio es feria, al igual que enero) facturaban entre 17 y 8 pesos la hora, según la antigüedad en la profesión, mientras que los pasantes cobraban entre 6 y 4 pesos. Son cifras bastante módicas, si se las compara con los 200 pesos por hora en que Horacio Tomás Liendo tasa sus servicios de consultor externo del Ministerio de Economía.


 

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