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LUIS BIONDI, MAXIMO SACCA Y SU VISION DE LA EXPERIENCIA “GRAN HERMANO 2”
“El confesionario es demasiado morboso”

Se definieron como los “pensantes” del programa y fueron los primeros en abandonar la casa. Ahora, como espectadores críticos, pasan revista a la experiencia, intentan diferenciarse aún más de los que quedaron adentro y hasta desafían a la voz omnipresente. “Nunca nadie me gritó tanto”, dice Máximo.


Máximo construyó un personaje irónico que le garantizó rivalidades.
“Cometí un error, tendría que haber entrado con un diccionario.”
 
Luis dice que disfruta de la gira por varios programas de Telefé.
“Es divertido y gratificante. A mí no me importa el ridículo.”

Por Julián Gorodischer

Luis Biondi, estudiante de Ciencias de la Comunicación, sugiere un título para esta nota: “No somos chicos ‘Gran Hermano’”. La sentencia gusta, también, a Máximo Sacca y los dos se entusiasman creyéndose distintos a los habitantes de la casa. Cual conjura de los necios, los continuadores de la saga expulsaron, primero, a los autodefinidos “pensantes”, los dos que impusieron cierta distancia frente al llanto posterior a las nominaciones, los odios y amores viscerales. Si el “Gran Hermano 1” fue misógino desde el vamos, y dejó ver una alianza de varones para limpiar la casa de chicas, éste podría decretar el triunfo de la “gente simple”. Por oposición, nada tendrían que hacer allí un soberbio, un peleador o una “rayada” como Carolina, que ahora concentra repudios en la casa de Martínez. 
Lucho y Maxi, por cierto, confrontaron desde el principio, sin mayor motivo, por el placer de provocar o la imposibilidad de hacerse entender con el resto de los compañeros. “Cometí un error”, dice Máximo, o “el irónico” o “el malo”, para sus detractores. “Tendría que haber entrado con un diccionario”. Ya afuera, aplacados los ánimos, miran la escena de “Gran Hermano 2” como sarcásticos espectadores que, pegados a la experiencia, despliegan un diario de la estadía: una crónica minuciosa de lo que se siente y se sufre en el encierro electivo rumbo a los 200 mil. Los dos primeros expulsados comparten un mérito: rompen con el género “relato de ex participante”, ese panegírico al aprendizaje que les brindó “la experiencia”, concebida como un abstracto. La mayoría, al salir, recuerda a los amigos “del alma”, ve el compilado preparado para emocionar y agradece la metamorfosis sufrida. Nunca habrá un anclaje fáctico: ¿una relación particular, una situación tan importante, la conciencia de haber sido un conejillo? Nada de eso: sólo podrán definirlo por la negativa: “Esto no es un juego”, dirán, para que no se desmerezca lo vivido. 
Lucho tiene 27 años y trabaja como agente de seguros; Maxi, de 32, defiende su título de segundo mejor jugador de squash de la Argentina. Comparten el reparo frente al show y, por contrapartida, la atracción por el experimento exhibicionista. Se presentan: 
Lucho: –A mí “Gran Hermano” nunca me pareció entretenido; no lo veía. El atractivo era la experiencia. Yo soy una persona que minimiza todo lo que le sucede. No me gustó lo que había para comer, ni que me despertaran con música. 
Maxi: –Tenemos algunos puntos en común. Somos cínicos, somos muy críticos y ácidos los dos. 
–¿Qué pasaba con ustedes en el momento de nominar, cuando tenían que entrar al confesionario?
L.: –Para mí, todo eso es muy morboso. Casi todos dicen que es un garrón elegir y que no saben a quién nominar. Las mujeres se hacen las que dudan, pero están seguras toda la semana. Después, sentados a la mesa, aparece una paranoia terrible.
M.: –Nosotros dos fuimos los que desestructuramos el dramatismo de las nominaciones: hacíamos bromas. Yo miré la cama y dije: tendría que estar llorando. 
L.: –Cuando supe que me iba, les dije: no quiero ningún aplauso. Sería patético, una mentira. 
M.: –¿Aplausos por qué? El aplauso llega como un reconocimiento. Y nosotros, ¿qué hicimos? Un aplauso o la definición de “mi valiente” los merece un tipo que se levanta a las seis de la mañana y trabaja catorce horas por día.
–¿Qué piensan de las intervenciones del “Gran Hermano”? 
M.: –Me parece una interferencia en demasía. Tendríamos que tener absoluta seguridad de equivocarnos. La advertencia es innecesaria y está fuera de lugar.
L.: –Nosotros, como si lo hubiera ordenado el Gran Hermano, les dijimos a las chicas que teníamos que ir más al sauna en parejas mixtas. Después, la producción nos pidió que no lo hiciéramos más.
M.: –Una vez, até al perro porque estaba haciendo pis en toda la casa, y la voz me dijo que “los perros no se atan”. Lo desaté, porque no hay posibilidad de cuestionamiento a una orden, y después pregunté: ¿por qué los perros no se pueden atar? Gran Hermano se puso loco: me cagó a pedos como nunca nadie lo hizo en mi vida. Pedí un descargo y no me dejó. Lo único que pretendía era una explicación.
–¿Cómo ven a sus ex compañeros?
M.: –Nunca entendieron absolutamente nada de lo que yo les hablaba. Lo peor es que estaba muy prejuzgado. El razonamiento era: “No lo entendemos a Maxi, por ende es un hijo de puta”. Creé un personaje soberbio porque pensé que lo iban a entender seguro, como necesidad de sobrevivencia. Estaba todo mal: uno me quería pegar, con otro estaba todo mal. Apenas salí, llamé a gente superácida como yo y les pedí que me dijeran lo que habían visto. Yo no derramé una lágrima: eso a la gente no le gusta. Otros lloran y dicen que si se van se suicidan. No mostré lo suficiente para que me quisieran, mis virtudes: soy honesto hasta la médula.
L.: –No me quiero meter, pero... ¿estás seguro de que sos tan honesto?
M.: –No, es cierto, no le dije a la producción que había participado y ganado en “Solos en la casa”, el reality show de Canal 13. Pero si lo decía, ¿acaso me hubieran seleccionado?
–¿Y qué opinan del recorrido que les imponen por los programas de Maru Botana, Susana, Tinelli?
L.: Es divertido y muy gratificante. No me importa el ridículo. 
M.: Me divierte mucho más una charla que participar de “Versus”. 
–¿Por qué el público no avala el sarcasmo?
M.: –En “Gran Hermano” gana siempre el anti Gastón. Ser huérfano, por ejemplo, es un valor. 
L.: –Yo me quedo muy tranquilo con lo mío, siempre fui yo. Al otro chico (Gonzalo) le estaban cortando un sueño. Y lo prefirieron y me votaron a mí, una persona que si se iba o se quedaba le daba lo mismo.

 

 

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