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SE INAUGURA HOY EL MUSEO DE ARTE LATINOAMERICANO DE EDUARDO COSTANTINI
Casa nueva para el arte en Buenos Aires

Es la colección más importante de arte latinoamericano del siglo XX. Pese a ser privada, a partir de ahora quedará abierta a la gente. El Malba será además un verdadero centro cultural: habrá conferencias, cine, cursos, venta de libros.

Costantini: �Queremos que no sea un museo elitista, y que tenga sensibilidad social�, enfatizó el fundador del Malba durante la presentación.

A la entrada, la obra “Rompecabezas”, de Jorge de la Vega. El museo tiene tres niveles y 228 obras permanentes.

Por Eduardo Videla

“Ahora, los cuadros tienen la casa que nunca tuvieron. Hay obras que estuvieron dispersas por el mundo y que se están conociendo estos días. A partir de ahora tendrán un único hogar, para siempre, en Buenos Aires.” El que habla así de su propia colección es Eduardo Costantini, empresario próspero y fundador del Museo de Arte Latinoamericano de Buenos Aires (Malba), que inaugura hoy y abre sus puertas al público a partir de mañana. Su colección no dejará de ser privada pero a partir de su exposición será también patrimonio público. Costantini ya piensa cómo incrementarla: “Me imagino al Malba dentro de veinte años con centenares de obras más y triplicando su capacidad”, dijo a Página/12.
La colección fue creciendo desde el otoño de 1970, cuando Costantini compró sus dos primeras obras. Por entonces no era aún el inversionista exitoso en que se convirtió con los años: vendía abrigos de lana a bordo de un Citroën 3CV en los comercios de la avenida Santa Fe. Los buenos negocios se fueron sucediendo junto con el incremento de su colección: Costantini es dueño de la financiera Consultatio y entre sus negocios más ambiciosos figura el megaemprendimiento Nordelta, un complejo de barrios privados y edificios en la zona del Tigre.
Pero para Costantini, la fortuna no parece ser un fin en sí mismo. El se encargó de aclararlo ayer, durante la conferencia de prensa en la que presentó su museo: “No hay mejor negocio que la actividad filantrópica. Uno recibe más de lo que da”, afirmó.
La colección ya había tenido su primer contacto con el público en 1996, en una muestra en el Museo Nacional de Bellas Artes. Ese mismo año comenzó a plasmarse la idea del museo, con la compra del terreno en una ubicación privilegiada: Figueroa Alcorta y San Martín de Tours, junto a la Plaza Perú.
Para construir el edificio –el primero construido especialmente para ser destinado a museo en la ciudad– se convocó a un concurso internacional. Se presentaron 430 trabajos de 45 países. Los ganadores fueron tres jóvenes arquitectos cordobeses: Martín Fourcade, Gastón Atelman y Alfedo Tapia. “La idea para el diseño fue desarrollar un edificio que tuviera peso, pero a la vez, que fuera un espacio neutro, que no compitiera con las obras de arte. Que fuera atemporal, destinado a permanecer en el tiempo y también que tuviera un compromiso con los espacios públicos”, sintetizó Fourcade a Página/12. Ese compromiso está dado por la integración del entorno, a través de sus paredes y techos de vidrios, mientras que la solidez se manifiesta en su estructura de mármol, que prevalece en la fachada y en su cara norte.
Costantini aclaró que no hubo apoyo financiero oficial –la construcción costó 25 millones de dólares– pero destacó el respaldo del gobierno de la Ciudad, que se plasmó en la ley que le permitió construir más superficie que la permitida, excepción que recibió duros cuestionamientos.
El Malba abre con una muestra de 283 obras, titulada Arte en América latina (ver nota aparte). Es el resultado de un trabajo de equipo, del que no fue ajeno el propio Costantini, bajo la batuta del director del Malba, el mexicano Agustín Arteaga.
“Queremos que no sea un museo elitista, y que tenga sensibilidad social”, enfatizó el fundador del Malba durante la presentación. Con ese fin, se ha organizado un programa de visitas destinado a chicos de escuelas e instituciones públicas, y que incluye medios de transporte para los que tengan dificultades para solventarlos. “Son visitas guiadas de 45 minutos que incluyen prácticas de taller, donde los chicos trabajan con materiales y distintas técnicas”, explicó Lía Munilla Lacasa, coordinadora de Extensión Cultural y Servicios Educativos del Malba.
El Museo tiene armada su agenda de actividades hasta enero de 2003. Después de la actual exhibición, el 13 de diciembre se inaugura la muestra Políticas de la Diferencia. Arte Iberoamericano de fin de Siglo, organizada por el Instituto Valenciano de Arte Moderno. Luego vienen una retrospectiva del artista estadounidense Roy Lichtenstein y del brasileño Lasar Segall, para culminar con una exhibición de más de 150 obras de Diego Rivera y Frida Kahlo, en octubre del año que viene.
El programa se completa con un ciclo de encuentros con escritores, con entrada libre y gratuita, en el que participarán Carlos Fuentes, Abelardo Castillo, Jorge Edwards y María Esther de Miguel, entre otros. También habrá cursos sobre cine latinoamericano y artes visuales y museología y un ciclo de preestrenos internacionales. Estas actividades son aranceladas y forman parte de la fuente de recursos para financiar el Malba, cuyo costo operativo anual se estima en los 2,5 millones anuales.
Parte de esa misión la cubrirán también la librería del museo y el sector gastronómico, además de las entradas, que costarán 4 pesos para mayores de 12 años. Con vistas al futuro, Costantini impulsa la creación de la Asociación de Amigos del Malba, que se ocupará de incrementar la colección como de hacer que el museo sea un proyecto sustentable. Aunque por ahora, todas las expectativas están puestas en la respuesta del público, que dará su veredicto a partir de este fin de semana.

 

Los horarios y las actividades

- El Malba estará abierto al público a partir del viernes al mediodía. El horario será de 12 a 19.30 los lunes jueves y viernes. Sábados y domingos estará abierto desde las 10 hasta las 19. Los miércoles, de 12 a 21. Los martes permanecerá cerrado.
- La entrada general es de 4 pesos, pero para estudiantes, jubilados y menores de 12 años es gratuita. Los docentes y mayores de 65 años pagan dos pesos. Y los miércoles la entrada es libre y gratuita.
- Habrá visitas guiadas todos los días, a las 17, con excepción de los miércoles, que se harán a las 16.
- La biblioteca, especializada en arte latinoamericano, estará abierta para el público lunes, miércoles, jueves y viernes, de 12 a 18.
- En la librería se podrán comprar CDs, libros, catálogos, videos, remeras y merchandising, en el mismo horario del museo.
- El Malba café, en cambio, tendrá un horario extendido: de 9 a 21, salvo los miércoles (cerrará a las 24) y los martes (cerrado).
- Las visitas escolares participativas, con actividades de taller, se realizarán de lunes a viernes, de 9.30 a 11.30. Las reservas pueden hacerse al teléfono 5808-6556.
- Los miércoles a las 18 se realizan los Encuentros Cara a Cara, a cargo de especialistas que analizan las obras con el público. La actividad es gratuita y los cupos, limitados.
- También los miércoles, a las 19.30, se realizarán los Encuentros con escritores. Comienza el 3 de octubre, con Abelardo Castillo, en el Auditorio.

 

La estrategia de una colección
Por Fabián Lebenglik

El Malba es un museo deslumbrante, un privilegio para Buenos Aires y una muy buena noticia especialmente cuando su inauguración sucede en tiempos tan sombríos. El edificio, proyectado y diseñado específicamente para su función por los arquitectos cordobeses Gastón Atelman, Martín Fourcade y Alfredo Tapia todavía irradia, antes de su inauguración, una frialdad semejante a la de los no lugares (aeropuertos, shoppings) que probablemente será contrarrestada con el uso, cuando los visitantes comiencen a llenar las salas y a apropiarse del lugar a partir de mañana.
El patrimonio fundacional del museo lo constituyen las 228 obras de la colección de Eduardo Costantini, titular de la fundación de la cual depende el Malba. Se lee claro en el frente del edificio: “Malba-Colección Costantini”.
Es inusual que un empresario afortunado tome una decisión tan fuerte como formar una gran colección de arte latinoamericano y luego construir un gran museo que albergue esa colección para la comunidad. Esta decisión debe festejarse y apoyarse porque el Malba va a integrarse con peso propio en la vida cultural de Buenos Aires.
Toda colección supone un estrategia cultural, estética e ideológica, y el gesto se traduce en este caso en una política cultural y estética: el pensamiento y el arte regional y la relación entre regionalismo e internacionalidad. Una colección que se precie supone el valor agregado de, precisamente, pertenecer a determinado coleccionista o institución. Eduardo Costantini comenzó a armar la suya en los años ochenta, muy bien asesorado. El punto de partida fue el arte argentino contemporáneo, y se fue ampliando hacia la modernidad uruguaya para salir luego a la búsqueda de obras claves de la pintura latinoamericana.
Como casi todas las buenas colecciones, ésta fue tomando consistencia con un triple criterio: el gusto personal, la importancia objetiva de cada una de las piezas trabajosamente adquiridas y el capricho. Cada obra tiene una historia detrás, en la que se combinan investigaciones detectivescas, negociaciones complejas, competencias y pujas con otras colecciones e instituciones, célebres remates internacionales, altos precios y así siguiendo.
Simultáneamente, a partir de 1996, Costantini hizo una alianza estratégica con el Museo Nacional de Bellas Artes (MNBA), donde exhibió por primera vez su colección (ese mismo año). Desde 1997, el empresario organizó en el MNBA importantes y suculentos premios anuales de pintura, que ahora están colgados en el Malba. La colección viajó para ser expuesta en España, Uruguay, Brasil y Estados Unidos.
La acumulación de capital simbólico que significa una colección artística se comprueba con ese viaje en el tiempo que implica la incorporación de obras del pasado, el presente y el futuro. Se trata de fijar, en la batalla de los sentidos (del poder simbólico como correlato del poder real) una secuencia, un panorama, un recorrido determinado, a partir de lo que entra y de lo que no entra a formar parte del conjunto.
El coleccionismo y la colección se relacionan con el traslado y la acumulación controlada; con lo disperso, lo seriado y lo reunido. Toda colección es incompleta respecto de la producción real, pero esa incompletud supone –y sólo supone– al mismo tiempo algo completo, representativo y enciclopédico. Todas las piezas de una colección, a partir de su incorporación, nacen de nuevo, por eso las colecciones son “bautizadas” con los nombres de sus propietarios. En este sentido, los Medicis no pasaron a la historia por ser banqueros y prestamistas sino más bien por su tarea de mecenazgo. Detrás de toda inversión empresaria en la cultura está el deseo solidario de contribuir al bien común y el egoísta de que su nombre quede en el mármol y el bronce. Cada pieza de una colección pierde gran parte de la función que tenía para fusionarse en una nueva identidad colectiva, dada por el conjunto y por la personalidad del coleccionista.
La muestra inaugural del Malba –que seguirá hasta el 18 de noviembre– lleva el título genérico “Arte en América latina”, y propone un recorrido por las artes de la región en el siglo XX, especialmente por la pintura de la Argentina, Brasil, Colombia, Costa Rica, Cuba, Chile, Ecuador, México, Uruguay y Venezuela. A las 228 obras propias se suma más de medio centenar de obras procedentes de otras colecciones latinoamericanas, para subsanar baches evidentes y persistentes en la Colección Costantini, que está, todavía, en proceso de crecimiento.
Las obras seleccionadas para sumarse a la colección Costantini provienen de México; de la Colección María Luisa Bemberg (que la cineasta donó poco antes de morir al MNBA, que no puede exhibirlas por falta de espacio); Museo Bellapart de República Dominicana; Colección Gilberto Chateaubriand, Museo de Arte Moderno de Río de Janeiro, Colección Eduardo Grüneisen (Buenos Aires), Colección Gary Nader de Miami, Fundación Daniela Chappard (Caracas), Fundación Armando Alvares Penteado, del Museo de Arte Brasileño, Colección Fundación Zúñiga Laborde, A.C. (México) y de las colecciones particulares de artistas argentinos como León Ferrari y César Paternosto (éste último residente en Nueva York).
En el enorme vestíbulo del museo, el primer impacto para el visitante es un gran políptico en blanco y negro de Jorge de la Vega. En el primer piso se exhiben tres de las obras emblemáticas de la colección: Manifestación (1934), de Antonio Berni; Abaporu (1928), de Tarsila do Amaral, y Autorretrato con chango y loro (1942), de Frida Kahlo (que ya se la define como la Gioconda de Costantini).
La muestra se inicia con los pintores que a comienzos del siglo XX empezaron a pensar en la autonomía del arte respecto de la llamada “realidad”: Pedro Figari, Anita Malfatti, Valentín Thibon de Libian, Rogelio Irurtia. El criterio expositivo es temático y cronológico, y las secciones se dividen en módulos.
La exposición continúa con la modernidad y las vanguardias: Rafael Barradas, José Cúneo, Pablo Curatella Manes, Emilio Pettoruti, Diego Rivera; sigue con las tendencias y movimientos: desde el constructivismo –un espacio considerable dedicado a pinturas y juguetes de Joaquín TorresGarcía–, la identidad del paisaje latinoamericano –Miguel Covarrubias, Alfredo Guttero, Agustín Lazo, Cándido Portinari, Emiliano Di Cavalcanti, Diego Rivera, Lasar Segall–, el realismo social –Antonio Berni, Frida Kahlo, José Clemente Orozco, David Alfaro Siqueiros–, el surrealismo –Roberto Aizenberg, Juan Batlle Planas, Antonio Berni, Juan del Prete, Tarsila do Amaral, Raquel Forner, Rufino Tamayo, Xul Solar, Roberto Matta, Wifredo Lam–, las variaciones sobre el concretismo –Arden Quin, Martín Blaszko, Sergio Camargo, Lygia Clark, Enio Iommi, Gyula Kosice, Helio Oiticica, Grete Stern, Rhod Rothfuss, Mira Schendel, Gregorio Verdánega y la ausencia de una obra crucial como la de Alfredo Hlito–, el arte óptico y cinético –especialmente varias obras de Julio Le Parc–, el informalismo –León Ferrari, Alejandro Otero, Fernando Szyszlo, Clorindo Testa–, la neofiguración –Berni, De la Vega, Deira, Macció, Noé, Seguí, Gurvich, Antonio Dias–, el desarrollo del uso del volumen como lenguaje –Botero, Zúñiga, Camargo–, y una nueva experimentación que se desarrolló a partir de la década del sesenta y setenta –García Uriburu, Nelson Leirner, César Paternosto–. Las últimas décadas están representadas con obras de Benedit, José Bedia, Nicola Costantino, Ana Eckell, Daniel García, Guillermo Kuitca, Juan Lecuona, Marcia Schvartz y Pablo Suárez, entre otros.
Pero el futuro del museo es muy auspicioso, y su sostenimiento está por verse cuando la colección permanente comience a interactuar y a dialogar con las muestras temporarias y con todas las demás actividades, cursos, encuentros y programas.

 

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