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Cuando Bin Laden apoyaba al circo de la Fórmula 1

La empresa constructora de Mohammed, el padre de Osama bin Laden, auspició en los �70 al equipo Williams, al que bancaban capitales árabes. El domingo corren en los Estados Unidos.

El Williams de Alan Jones en 1979: sobre el flanco, la calcomanía de Bin Laden.

Por Pablo Vignone

Con 250 mil fanáticos en las tribunas de la pista de Indianápolis, el Grand Prix de los Estados Unidos de Fórmula 1 será, este domingo, el primer acontecimiento deportivo multitudinario que se celebre en ese país desde los ataques terroristas del 11 de setiembre, atribuidos al multimillonario saudita Osama bin Laden. El campeón Michael Schumacher y sus colegas hicieron públicos ciertos temores a viajar a EE.UU. y correr allí, delante de tanto público. Pero quizás no debieran tenerlos. Hace 20 años, la compañía Bin Laden apoyaba a la F-1, auspiciando a uno de los tres equipos más fuertes de la Fórmula 1 de la actualidad.
Frank Williams, dueño de la escuadra del mismo nombre que entre 1979 y 1997 ganó ocho títulos mundiales y más de 100 Grand Prix, construyó la base de su poderío en los sólidos vínculos que anudó a fines de la década de los ‘70 con empresas de Arabia Saudita, cuyos petrodólares realizaban fuertes inversiones en Inglaterra. Una de ellas fue la compañía propiedad del padre de Osama bin Laden, Mohammed, que era la constructora de todas las carreteras del reino saudí.
En 1977, Williams era una escudería del montón, sin triunfos en su haber ni recursos para lograrlos. Pero su dueño ya monitoreaba a ciertas compañías árabes para evaluarlas como posibles sponsors. Un ejecutivo de una agencia publicitaria londinense, que tenía como cliente a la línea de bandera saudita, Saudia Airlines, hizo el primer contacto entre Williams y el mundo árabe: la aerolínea contribuyó con 100 mil libras esterlinas para la campaña de 1978.
Pero no fue hasta que un ex corredor llamado Charles Crichton-Stuart –que había ganado una carrera de F3 en Mendoza en 1966– se asoció con Williams que los petrodólares empezaron a fluir. Crichton-Stuart había trabajado como vendedor de autos en una exclusiva concesionaria del lujoso barrio londinense de Kensington, y en esa posición logró venderle una Ferrari al príncipe Sultan bin Salman, sobrino del rey Fahd.
A fines de 1977, el ex piloto contactó en Denver, Colorado, a Williams con el príncipe. El manager le mostró el acuerdo con Saudia y Bin Salman prometió formular una propuesta global ante su familia. En enero de 1978, Williams viajó a Riad, la capital de reino, y se impresionó con la carretera que iba del aeropuerto al palacio, bordeada de árboles y jardines en pleno desierto: había sido construida por Bin Laden.
Después de 10 minutos de charla con Muhammad bin Fahd, el segundo hijo del rey Fahd, Williams escuchó palabras mágicas: “Yo te voy a ayudar”.
La primera compañía que aceptó patrocinar fue Albilad, una empresa dedicada al comercio internacional de productos árabes, propiedad del mismo Bin Fahd. De regreso en Londres, Williams recibió una llamada telefónica: Bin Fahd estaba en la capital británica y quería discutirlo. El equipo cargó un coche de Fórmula 1 en un trailer, lo bajó en la puerta del hotel Dorchester, frente al Hyde Park, y el arreglo fue hecho: Albilad aportaría 200 mil libras esterlinas para la campaña.
En 1978, el australiano Alan Jones, el único piloto de Williams, alcanzó algunos buenos resultados, como un segundo puesto en Estados Unidos –detrás de la Ferrari del ahora gobernador santafesino, Carlos Reutemann– y un cuarto lugar en Sudáfrica. Sobre la base de esas actuaciones, Williams reclamó más apoyo económico a Bin Fahd, que se mostró menos propenso a gastar más dinero que a comprometer a otras empresas vinculadas con la familia real a que lo hicieran.
El teléfono del príncipe empezó a activarse. Dallah Avco, la firma constructora que se encargaba del mantenimiento de los aeropuertos del reino, se sumó al patrocinio. TAG, Techniques d’Avant Garde, una empresa de alta tecnología vinculada a la defensa saudita, entró en el acuerdo, gracias a la amistad de Bin Salman con el hijo del dueño, Mansour Ojjeh: éste se apasionó tanto por la Fórmula 1 que hoy es accionista de la McLaren International. Luego llegó el turno de Siyanco, una consultora de ingeniería; Baroom, una firma que comerciaba en acero y hormigón; y, porsupuesto, Bin Laden, la empresa de Mohammed, fuerte contratista del reino, que no podía desatender el llamado para pegar su calcomanía en los laterales del Williams de Fórmula 1, como se ve en la fotografía que ilustra la nota. Por entonces, el joven Osama tenía 21 años.
¿Cuánto dinero aportó Bin Laden a la campaña 1979 de Williams? No hay datos concretos, pero es posible estimarlos, en base al tamaño de la inscripción y a las contribuciones relativas de la época. Según la revista El Gráfico del 11 de setiembre de 1979, Saudia Airlines aportó 835 mil dólares; Albilad, 300 mil dólares; Dallah, 200 mil y TAG, 400 mil. De acuerdo a esas cifras, la contribución de Bin Laden debió ser una suma de entre 50 y 100 mil dólares de la época. Pese a la contribución, jamás Mohammed bin Laden o alguno de sus parientes vio una carrera de Fórmula 1.
Cuando Williams ganó su primer Grand Prix, el de Inglaterra en julio de 1979, Bin Laden era sponsor del equipo. De todas maneras, no lo sería por mucho tiempo. Como ninguno de sus socios árabes usaba el patrocinio para su propio beneficio, Williams temió que esas sociedades se disolvieran en el corto plazo, y buscó otros sponsors. Después de que los Williams ganaran cinco Grands Prix en 1979, la British Leyland, la automotriz estatal inglesa, reemplazó a Bin Laden y Cía en los flancos de los Williams en 1980, justo cuando Frank contrataba un nuevo piloto: el argentino Carlos Alberto Reutemann. Ese año, Alan Jones ganó el título mundial para Williams, ya establecida como una escudería de primer nivel en la F-1 al nivel de Ferrari, McLaren, Brabham o Lotus, gracias al abundante patrocinio árabe: desde 1980 a la fecha, entre Williams, Ferrari y McLaren ganaron todos los títulos de constructores menos uno, el de 1995, que se llevó Benetton.

 

Schumacher va en secreto

Michael Schumacher dijo ayer que en ningún momento tuvo dudas sobre su participación en el Grand Prix de los Estados Unidos, pero mantiene en secreto la fecha y el itinerario de su viaje.
“Naturalmente, como el resto, deseaba ver si ocurría algo tras los atentados. Pero siempre he deseado ir allí a correr”, dijo el piloto de Ferrari, marca cuyo principal mercado para sus autos son los Estados Unidos. “Espero que podamos ofrecer una pequeña ayuda moral y, ojalá, servir un poco de distracción al pueblo norteamericano”, completó.
Schumacher mantuvo en secreto la fecha de su partida, que se especulaba sería entre ayer u hoy. La ruta también es secreta, y como su jet debe hacer una escala para reabastecerse, las posibilidades son cuatro –vía Islandia, Groenlandia, Canadá o Azores– hasta su destino final en Indianápolis.

 

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