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�El canto siempre celebra la vida�

En el cierre del ciclo gratuito �Los viernes música�, Teresa Parodi repasará su carrera y presentará temas escritos luego del atentado.

Elección: �Es notable cómo la gente, cuando está en lucha, llama a sus cantores para que la acompañen, no llama a aquellos que están para divertirla�.

Teresa actuará hoy a
las 20.30 en Av. Belgrano 1732.
Estrenará su último tema, “No
dejes de cantar”.

Por Karina Micheletto

Teresa Parodi tiene una certeza: “El canto, cuando es verdadero, es un rayo que puede atravesarnos y dejarnos su energía para siempre”. En los últimos días, cuenta, las canciones le han salido a borbotones, como una necesidad vital: “Cuando veía las imágenes del atentado y escuchaba las barbaridades que surgían como única respuesta posible, pensaba qué pasaría si saltaran las voces de todos los hombres y mujeres del mundo diciendo no a tanto llamado de venganza terrible e inaceptable. Miraba a mi nieto al lado mío y me daban ganas de cantarle, impulsivamente”. Así surgió “No dejes de cantar”: “Cuando todo se derrumba y te quedas en penumbras, no dejes de cantar/No les entreguemos la alegría, compañeros/que no crean jamás que nos han dejado sin los sueños que soñamos/porque no es verdad”, dice Parodi en esa canción. En “La vida reclama”, un tema que compuso el domingo pasado, repasa todas las formas de terrorismo de Estado para las que no suele pedirse solidaridad internacional: hijos condenados a la desnutrición, madres y padres que tienen que hacer piquetes para reclamar lo mínimo indispensable, nietos desaparecidos, abuelas que los siguen buscando.
Estas serán algunas de las canciones que la correntina presentará hoy a las 20.30 en el cierre del ciclo “Los viernes música”, organizado por Página/12, en la Sociedad de Distribuidores de Diarios, Revistas y Afines (Belgrano 1732), con entrada gratuita. Además de estos estrenos y de repasar sus canciones más conocidas, la cantautora mostrará nuevamente algunos de los temas que integran su último disco, El canto que no cesa, registrado en vivo el año pasado en dos shows notables en La Trastienda. El nombre del trabajo remite a Miguel Hernández y su “Rayo que no cesa”: “El canto popular es como un rayo sin intermediarios del cantor a la gente y de la gente al cantor”, afirma Parodi. “La canción es ese vehículo extraordinario que resume y fortalece los sentimientos colectivos, que está siempre, aunque no sea mediático, y la gente tiene claro a quién le pide eso y a quién le pide otra cosa”, asegura. En este último CD, Parodi consolidó una sociedad musical con su hijo Camilo Parodi, ejecutor de guitarra, bajo y cajón peruano, autor de dos temas y encargado de los arreglos del trío que completan José Luis Belmonte en percusión y Raúl Miño en acordeón. Si en los comienzos de su carrera su nombre fue sinónimo de chamamé (de hecho, ella es una de las responsables de que el género haya sido abordado desde una nueva perspectiva), hace tiempo que Parodi decidió abrir el juego.
–¿En momentos de crisis como éste el cantor popular tiene que asumir una función social?
–En mi caso, es algo de lo que no me puedo escapar. El canto me salva, me empuja a seguir, a buscarme en los otros y a buscar a los otros. Es notable cómo la gente, cuando está en lucha, llama a sus cantores para que la acompañe, no llama a aquellos que están para divertirla. A veces siento que eso es injusto, sería mejor que te acompañe a vos también y que no te llame sólo en estos momentos. No es del todo justo, pero sigue siendo válido. Ahí es cuando compruebo que el canto realmente no cesa. Y en momentos de oscuridad e incertidumbre, yo digo “no dejes de cantar”. Porque cuando las voces se juntan son imparables: el canto siempre celebra la vida.

 

OPINION
Por Alberto Segado *

Por amor, no a la guerra

Soy actor, mi ámbito de trabajo es principalmente el teatro, y mi tarea compromete mi cuerpo, mi alma y mis sentimientos en ese milenario arte que trata de dar cuenta de muchas maneras distintas del misterio de la existencia, con sus múltiples interrogantes acerca del sentido de nuestra experiencia como especie en este rincón del Universo al que llamamos Tierra, donde se ha desarrollado esto que llamamos Vida. El martes 11/09/2001 quedé atrapado como gran parte de la humanidad en el estupor, el anonadamiento y, como tantos otros de mis congéneres, en una mezcla rara de sentimientos encontrados. El horror, el miedo, la angustia y, por qué no decirlo, un secreto y maligno regocijo revanchista.
Pensando de qué pudo haberse nutrido, vinieron a mi memoria nuestros 30.000 desaparecidos y nuestras “beneméritas” Fuerzas Armadas, que en defensa de nuestro estilo de vida “occidental y cristiano” se adiestraron para el terror y el asesinato en la Escuela de las Américas, regenteada por el Gran País del Norte. Y detrás de estos recuerdos vinieron las Madres de Plaza de Mayo con su reclamo, de un cuarto de siglo ya, en pos de Verdad, Justicia y Castigo a los culpables, Vietnam, Hiroshima, Panamá, el bloqueo a Cuba, Irán, Irak, y tantos otros horrores cometidos por el Gran Hermano del Norte en nombre de la paz, la libertad, la democracia y la defensa de los valores de Occidente, que en realidad son los valores de un sistema que por la vía política, militar y económico-financiera ha sembrado el terror, el hambre y la muerte a lo largo y a lo ancho del planeta durante todo el siglo XX y lo sigue haciendo en este incipiente XXI.
Afortunadamente después de unos días se empezaron a oír voces que dan cuenta de un pensamiento reflexivo y crítico sobre lo acontecido, y una honda preocupación por lo que puede acontecer de aquí en más. Sontag, Chomsky, Miller, Saramago, Michael Moore, Halperin, Galeano, Feinmann, Bayer, Sarlo, por sólo citar a algunos, aportaron diversos enfoques y lúcidos análisis ante la catarata de imbecilidades que desde el primer día inundó los medios masivos de comunicación. Y ni hablar de nuestras máximas autoridades, que desde la sonámbula letanía de nuestro Presidente hasta Miguel Angel Toma, con sus reflejos de “alcahuete mejor del grado”, promueven el pronto alineamiento tras Estados Unidos para lo que sea, sin recordar que ya sufrimos en carne propia la liviandad con la que, irresponsablemente, el menemismo nos involucró militarmente en el horror de la Guerra del Golfo (Embajada de Israel y AMIA).
Como si todo esto fuera poco, tenemos que soportar al patético payaso de Anillaco, desde su prisión de lujo-nidito nupcial, cacareando la venganza y el alineamiento militar inmediato con el hijo de su “amigo carnal” y compañero de golf. Frente a todo este “cambalache”, celebro que desde el día siguiente al fatídico 11/09/2001 se desarrolle en Buenos Aires el III Festival Internacional de Teatro, ya que su inauguración, a raíz de lo acontecido, adquirió una dimensión simbólica inesperada. La música y el espectáculo de Goran Bregovic con su Banda de Bodas y Funerales fue una muestra cabal de convivencia y pluralidad étnica, religiosa y cultural, además de una magnífica performance. Llegué al teatro preguntándome qué hacía allí. Y promediando el espectáculo, tal vez arrastrado por la belleza y la vitalidad de la música de Bregovic, tuve la certeza de que la respuesta a mis cavilaciones estaba ahí, en el escenario, con el lenguaje del arte.
No hay una “guerra santa” como pregona el mesiánico y fundamentalista Bush, a cuyas órdenes se ponen rápidamente nuestros cipayos vernáculos. Sólo hay un terrorismo sin rostro y otro con rostro y bandera, servidores ambos de lo más oscuro que habita en las entrañas del Hombre. Hay que decirle ¡NO! desde todos los rincones del planeta. Para exorcizar a los demonios que anidan en el corazón y el alma humanos. Esos demonios que en un primer momento hicieron que yo, como tantos otros, sintiera un regocijo secreto y vergonzante. ¡NO! a la guerra, al terror y a la muerte. ¡SI! ala paz, a la justicia, a la dignidad, a la libertad, a la solidaridad, a la fraternidad, el amor... a la VIDA.

* Actor. Sus últimos trabajos han sido Galileo Galilei de B. Brecht (19992000) y Los pequeños burgueses de M. Gorki (2001) ambas en el T.G.S. Martín.

 

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