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WASHINGTON SE DEBATE ENTRE LA SEGURIDAD Y EL ANSIA DE DINERO
Ciudad bajo defensa esquizofrénica

Mientras las fuerzas armadas norteamericanas se preparaban para la guerra, la capital de la República Imperial defiende lo que es gobierno y el resto no y hay múltiples brechas para atentados terroristas, según comprobó el enviado de Página/12.

Senadores John Kerry, Barbara Boxer, John Rockefeller, Ernest Hollings, Ron Widen y Max Cleland.

Por Gabriel A. Uriarte
Desde Washington

Algunos en Washington se preparan para lo peor. Otros, por motivos que consideran igualmente legítimos, insisten en afirmar que ya pasó. Es por eso que el refuerzo de la seguridad que se vive en la capital norteamericana es muy desigual. A veces, los dos bandos se ponen de acuerdo, como en reabrir ayer el Aeropuerto Nacional Ronald Reagan, cerrado desde el 11 de setiembre. Pero son excepciones. Cuando salen los empleados de edificios federales, se pueden oír interminables variaciones de la misma queja: más puestos de control y más zonas restringidas dentro de los edificios. Pero hay huecos muy visibles en este atrincheramiento. El edificio del Congreso, por ejemplo, está en lo que varios expertos de seguridad consideran una posición muy peligrosa, con dos avenidas muy concurridas, la Constitution e Independence, a menos de 100 metros de distancia a cada lado. Las comisiones federales de seguridad quieren cerrar estas avenidas, pero las autoridades municipales se resisten ya que más de 26.000 automóviles las usan a diario. “¿Por qué cree que queremos cerrarlas?”, disparó un agente apostado afuera del edificio.
Este es sólo el ejemplo más vistoso de los varios puntos que han sido dejados casi sin protección aún después de la destrucción de las Torres Gemelas el 11 de setiembre, y con la perspectiva actual de una represalia militar inminente contra Afganistán. Son puntos cuyo valor como objetivo terrorista es proporcional, si no idéntico, a su valor turístico o comercial. Las agencias federales miran al primer aspecto de la ecuación; los dirigentes de la municipalidad de Washington D.C. y los congresistas locales, el segundo. “El presidente está muy preocupado por la seguridad, pero también entiende la importancia de volver a la normalidad para salvar la economía del país”, enfatizó ayer el representante James Gilmore de Virginia. Salía de reunirse con Bush para presentarle sus cálculos de que el cierre del aeropuerto Reagan infligieron una pérdida de 10 millones de dólares por día a las industrias del turismo, y que en total el gobierno local del Distrito de Columbia habrá perdido unos 80 millones de dólares en impuestos. Respecto al aeropuerto, los congresistas y Bush llegaron a un acuerdo. Pero en general cada autoridad actúa como quiere en su propia jurisdicción.
En efecto, se puede adivinar cuál edificio está bajo el gobierno federal y cuál bajo las autoridades locales simplemente midiendo el nivel de seguridad. Los primeros son casi fortalezas. El Departamento de Justicia, sin ir más lejos, tiene múltiples barreras de hormigón colocadas de forma angular para detener cualquier coche bomba. También forzó a sus cientos de empleados a usar solamente una entrada en todo el edificio, y colocó patrullas constantes en las calles exteriores para vigilar paquetes o personas sospechosas. En general, los “complejos federales” dejaron de ser complejos y se transformaron en campos fortificados unificados. Todo resquicio está sellado. La calle 6 entre la Corte Suprema de Justicia y el edificio federal John Adams, por ejemplo, está barricada con macetones de hormigón y un destacamento policial en cada punta que impide la entrada de cualquier peatón que no trabaje dentro de esos edificios. Sobra decir que los tours dentro de estos edificios están “cancelados hasta nuevo aviso”.
Pero a sólo algunas cuadras de distancia el cuadro puede invertirse abruptamente. Como en el famoso Museo Smithsoniano de Aire y Espacio. Anteayer el gobernador Ronnie Musgrove argumentó que “el mayor peligro para nuestros niños es que no puedan visitar Washington D.C. para entender su pasado histórico: asumimos riesgos todos los días cuando nos subimos a un auto, y éste es un riesgo que vale la pena tomar”. Entrar al museo en cuestión sugiere que el riesgo es bastante mayor. No hay detectores de metales, y el chequeo de bolsos es muy descuidado. Y, en todo caso, el personal policial es muy escaso. Hay tres guardias en la entrada, todos de la Policía Metropolitana de Washington, y unos 15 más dentro. Es muy poco considerando que deben cubrir un edificio de más de 400 metros de largo, con dos pisos y múltiples cuartos internos. La presencia de niños entendiendo su pasado histórico era efectivamente inexistente, pero había muchos turistas en grupos de 20 que bien podían servir como rehenes o víctimas de un equipo terrorista que tome el edificio armado con nada más que ametralladoras y revólveres.
La intersección más simbólica del conflicto de prioridades entre los gobiernos federal y local se da en el Congreso. La división es casi exacta. Dos calles, las que están en el frente y la parte trasera del edificio, están cerradas, pero dos avenidas en los lados siguen abiertas al tráfico. Sin embargo, el peligro de un coche bomba en Constitution o Independence podría no ser el mayor. Como su nombre lo indica, Capitol Hill es una colina, con varios desniveles que serían difíciles de atravesar con auto aún en tiempos normales, y mucho menos ahora que hay múltiples anillos concéntricos de macetones y autos de la policía. Sin embargo, caminando se puede llegar fácilmente, como lo comprobó Página/12, a las ventanas laterales del edificio sin ser echado por varios minutos, minutos que podrían ser cruciales en cualquier atentado. Estas ventanas, dicho sea de paso, dan a las oficinas de muchos congresistas. Saliendo a las 6 de la tarde del edificio, una empleada confesó: “Cada cinco minutos miro instintivamente por la ventana, y siempre veo gente como ustedes, más lejos o más cerca... realmente no sé qué pensar”.

 

Reagan vuelve a volar

George W. Bush sigue haciendo gestos de que su país no tiene ya ningún temor. Ayer autorizó la reapertura del aeropuerto nacional de Washington Ronald Reagan, el único que permanecía cerrado en Estados Unidos desde los atentados del 11 de setiembre debido a su proximidad a la Casa Blanca, el Congreso y el Pentágono. Tras una visita que hizo ayer por la mañana, Bush advirtió que la terminal aérea deberá reanudar sus actividades progresivamente a partir de mañana, con normas de seguridad reforzadas. El “(Reagan) es muy importante para la economía local pero también es un símbolo nacional. Y la reapertura de este aeropuerto es el mejor símbolo de que Estados Unidos se normaliza”, proclamó Bush. Y siguió: “El jueves, los vuelos se reanudan. Estamos tomando las precauciones necesarias. pero ya es hora de iniciar los vuelos de nuevo. Abriendo este aeropuerto estamos enviando otra señal a los terroristas. Ustedes no van a ganar”, afirmó. Entusiasmado, Bush aseguró que no sólo los aviones, sino también “las ventanillas de ventas de pasajes volverían a despegar”.

 

SCOTLAND YARD TEME ATENTADOS CUANDO EMPIECE TODO
Cómo atacar a Bin Laden en Londres

Por Nick Hopkins y Richard Norton-Taylor *
Desde Londres

La policía antiterrorista y los servicios de seguridad saben de la existencia de hasta 200 partidarios de Osama bin Laden establecidos en Gran Bretaña que han luchado en conflictos en el extranjero y que pueden presentar una amenaza significativa al Reino Unido si responden un llamado a las armas de su líder. Aunque ninguno de ellos ha sido arrestado o interrogado como parte de la investigación de las atrocidades terroristas del 11 de setiembre, están siendo monitoreados por detectives y agentes que temen que puedan ser hechos entrar en acción si y cuando la acción militar liderada por Estados Unidos empiece.
Según fuentes policiales, los 200 hombres no son figuras importantes de la red Al Qaeda de Bin Laden, pero son conocidos como “partidarios radicalizados” de su causa, que habían combatido en Bosnia, Afganistán y Chechenia. Scotland Yard está mucho más preocupado por terroristas individuales “durmientes” que están operativos en el Reino Unido que en las actividades de fundamentalistas de alto perfil como el jeque Omar Bakri Muhammad, líder del grupo al-Muharijoun, que emitió recientemente una fatwa contra el presidente de Pakistán, general Pervez Musharraf. Ayer, oficiales de la rama antiterrorista de la Policía Metropolitana siguieron interrogando a un hombre de 43 años, que usa el nombre Sulayman Bilal Zain-ul Ibidin, sobre su participación en una firma de seguridad en el sudeste de Londres que ofrece entrenamiento en armas a jóvenes musulmanes. La compañía, Sakina Security Ltd., está sospechada de recolección de fondos para el proscrito grupo terrorista Jihad Islámica egipcia, uno de 21 que están prohibidos bajo el Acta sobre Terrorismo.
Los detectives están investigando si el dinero reunido, del que se sospecha que habría sido transferido a la organización desde la cuenta de una sociedad de construcciones de Woolich, proviene de ganancias generadas por los cursos que da la compañía. Un curso, descripto como el “Ultimo Desafío del Jihad”, incluye dos semanas en campos de tiro en Michigan, Virginia y Missouri. “Debido a la ley de armas de fuego en el Reino Unido, todos los entrenamientos serios con armas de fuego deben hacerse en el exterior”, explica la empresa en su website. “El acento del curso está puesto en la práctica de entrenamiento de fuego real de tiro. Se le enseñará los siguientes habilidades... puntería con fuego real... táctica de emboscadas... combate con fuego real”.
La policía también está tratando de establecer si Sakina reunió dinero para los talibanes. El parlamentario laborista Andrew Dismore, que le ha estado insistiendo a la policía y a la Cancillería británica que investiguen a Sakina durante más de un año, dijo ayer que se necesitaba una revisión de la legislación anti terrorista con respecto a las empresas. “Es ilegal reunir dinero para ciertas organizaciones terroristas. Quizás, ofrecer un paquete de vacaciones para enseñarle a la gente a matar debería ser considerado una ofensa criminal”. Sakina también estuvo relacionada con el jeque Omar Bakri, que ayer se convirtió en el foco de una nueva y amplia investigación de Scotland Yard. El mes pasado, Bakri fue investigado por acusaciones de incitar el odio racial en una entrevista de radio BBC en la que él supuestamente pidió la muerte del presidente Musharraf, pero el servicio de la Fiscalía de la Corona le pidió ahora a los funcionarios a que le vigilen “todo tipo de otras actividades”.
El jeque negó ayer que su grupo al-Muharijoun tuviera algo que ver con Sakina. Dijo que los oficiales de la policía lo habían visto ayer a la mañana y el sábado, pero solo para ofrecerle consejo sobre su propia seguridad. “Fueron muy serviciales. Recibí numerosas amenazas de muerte desde el 11 de septiembre y querían darle consejos apropiados. En lo que concierne a Sakina, yo entendía que dejó de funcionar el año pasado. Trató de reclutar gente para los cursos, pero fracasó. No tiene nada que ver conmigo”.
Dos hombres fueron arrestados la semana pasada en Leicester, Inglaterra, y bajo el Acta sobre Terrorismo fueron entregados al servicio de inmigración para interrogarlos sobre posibles ofensas de inmigración. Habían sido interrogados sobre un complot para atacar la embajada de Estados Unidos en París con un helicóptero. Un hombre de 36 años que fue arrestado en el aeropuerto de Gatwick en Londres por las leyes antiterroristas fue liberado. Había sido arrestado por la policía mientras viajaba de Medio Oriente a Estados Unidos.

* De The Guardian de Gran Bretaña, especial para Página/12.

 

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