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EL PREMIO DE FISICA POR EL CONDENSADO DE BOSE-EINSTEIN
Un Nobel para el “quinto estado”

Dos científicos norteamericanos y un alemán recibieron el Nobel de Física por descubrir el llamado �quinto estado de la materia�.

Los norteamericanos Eric Cornell y Carl Wieman, profesores en Boulder, Colorado.

Por Leonardo Moledo

Como suele suceder, el Premio Nobel de Física 2001 fue compartido por dos norteamericanos: Eric Cornell, 39, Carl Wieman, 50, ambos profesores en la Universidad de Boulder, Colorado, y el alemán Wolfgang Ketterle, 43 (MIT, Massachusetts) por haber descubierto propiedades fundamentales y haber logrado producir el condensado de Bose-Einstein, un estado de la materia en el que un gas de átomos se comporta “en bloque” como si se tratara de un superátomo o una gota, y que podría abrir el camino para la obtención de un “láser de materia”, muchísimo más preciso que los láseres de luz. El condensado de Bose-Einstein suele describirse como “el quinto estado” de la materia (al lado del sólido, líquido, gaseoso y plasma). Este año, el Premio Nobel de Física, otorgado por la Academia de Ciencias de Suecia, es de novecientos veinte mil dólares.
Aunque los tres premiados trabajan y residen en el centro del Imperio del Bien, la historia del “condensado” empezó del otro lado del mundo, en otro tiempo. En 1924, más precisamente, cuando el físico indio S. N. Bose, de la Universidad de Dacca, envió a Einstein un trabajo en el que estudiaba desde el punto de vista estadístico las propiedades de las partículas que ahora (y en su honor) se llaman bosones (la materia se compone de fermiones –electrones, protones, neutrones– y bosones). Einstein tradujo al alemán y publicó el trabajo de Bose y luego lo desarrolló en un par de artículos donde predijo que, dicho en términos actuales, dadas ciertas condiciones, un conjunto de átomos podían entrar “en fase”, y comportarse coherentemente como si se tratara de un verdadero superátomo. Esta predicción es la que Cornell, Ketterle y Wieman lograron concretar en 1995 en una nube de átomos alcalinos (rubidio, el elemento 87 de la Tabla Periódica, y sodio, el 23).
El asunto es más o menos como sigue: un láser es un haz de luz coherente; esto es, las ondas que lo componen tienen todas la misma frecuencia, amplitud y están en fase (quiere decir que las crestas corresponden a las crestas y los valles a los valles).
Ahora bien: la materia está compuesta de átomos que obedecen a las leyes de la mecánica cuántica y la mecánica cuántica establece que a cada partícula está asociada una onda (como descubriera el físico francés y príncipe Luis De Broglie en 1924). A escala cotidiana y temperaturas cotidianas los fenómenos cuánticos son imperceptibles y los átomos de un gas confinado en una caja se comportan como pequeñas bolas de billar que chocan unas con otras y contra las paredes. Pero si se logra enfriar la nube de átomos hasta temperaturas de un diezmillonésimo de grado por encima del cero absoluto (273 grados bajo cero), y aumentar suficientemente su densidad, como para que la longitud de onda de los átomos sea la misma que la distancia entre ellos, las ondas particulares de cada átomo se condensan en una sola onda coherente que describe el conjunto, como si el conjunto del gas se comportara como un superátomo, o como una “gota” –de ahí el nombre de “condensado”–. Se ha obtenido materia coherente, se ha confirmado la predicción de Bose-Einstein, y se ha encontrado una nueva manera de ganar el Premio Nobel de Física.
Como suele decirse, las posibles aplicaciones y los posibles futuros de este logro son incalculables para el estudio de fenómenos fundamentales de la mecánica cuántica, tanto teórica como experimentalmente. Es posible que se puedan fabricar “láseres de materia”, que tendrían aplicaciones en nanotecnología (tecnología de manipulación de moléculas y átomos), litografía (por ejemplo para la grabación de circuitos integrados) y holografía. Basta pensar, para ello, que, puesto que la longitud de onda de la materia es mucho menos que la de la luz, un rayo de “láser de materia” sería tanto más preciso que un láser, como lo es un puntero láser respecto de una linterna.

 

OPINION
Por Juan Pablo Paz *

Una herramienta para nuevos estudios

En 1995, un nuevo estado de la materia fue creado por primera vez en los laboratorios de Carl Wieman y Eric Cornell (en Boulder) y en el de Wolfgang Keterlee (en el MIT). En esos experimentos, que hoy fueron premiados con el Nobel de Física 2001, se logró enfriar una nube de gas hasta temperaturas tan bajas que hicieron posible que todos los átomos del gas se “condensaran” en el mismo estado. En esta situación, los átomos ya no se comportan como partículas sino que manifiestan sorprendentes propiedades ondulatorias, tal como se los permite la mecánica cuántica. Estas nubes de gas enfriado, llamadas “condensados de Bose- Einstein” en honor a Einstein y Bose que los predijeron en 1925, se comportan como fuentes de “ondas coherentes de materia”. Los experimentos que Wieman, Cornell y Keterlee realizaron desde 1995 hasta la fecha demuestran todas las predicciones de la mecánica cuántica. Por ejemplo, producir un condensado de átomos de sodio, para luego dividirlo en dos porciones y observar, luego de recombinar estas dos partes, la interferencia entre las ondas de materia que provienen de cada una de ellas. Desde su aparición en 1995, los condensados de Bose-Einstein han sido estudiados experimentalmente en decenas de laboratorios en el mundo (vale la pena aclarar que, pese a que el equipamiento necesario no es exageradamente caro, en Latinoamérica tan sólo hay laboratorios con capacidad de reproducir estas experiencias en San Pablo y Río de Janeiro). La utilidad potencial de estos avances es múltiple: la que ha generado mayor interés es la creación de una fuente coherente de ondas de materia: un láser de átomos que podría tener numerosas aplicaciones.
Pero los condensados pueden también ser usados como laboratorios de prueba para estudiar efectos físicos cuyo interés proviene de otras áreas. Notablemente, manipulando las propiedades de los átomos que forman el condensado se pueden aumentar o disminuir las interacciones entre ellos, generar remolinos u ondas de presión y reproducir en ellos condiciones
extremas que podrían permitir comprender algunos procesos físicos que tienen lugar en el interior de estrellas enanas o, incluso, en la vecindad de agujeros negros. En definitiva, los condensados de Bose-Einstein se han convertido hoy en una herramienta maravillosa para estudiar nuevos fenómenos físicos de interés para muchas áreas.

* Titular del Departamento de Física, Facultad de Ciencias Exactas y Naturales, UBA.

 

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