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ESTRENOS DE LA SEMANA
“KRAMPACK”, UN FILM DE INICIACION DE CESC GAY
Asomándose al mundo adulto

El realizador español consigue una visión desprejuiciada del momento en que dos adolescentes se hacen adultos en un verano catalán. Jordi Vilches y Fernando Ramallo se lucen en un film a veces encantador.

Los jóvenes de �Krampack� viven obsesionados con el sexo, pero no caen en lugares comunes.

Por Martín Pérez

“¿Hacemos un krámpack?” Esa es la pregunta de rigor entre Nico y Dani antes de dejarse llevar por el sueño en la primera noche de sus vacaciones. Nico y Dani son amigos desde la primaria, y decidieron pasar unos días juntos en la casa del segundo, ya que ésta quedó toda para él luego de que sus padres se fueran a su vez de vacaciones. Dani vive en una casa en un balneario cercano a Barcelona, al cuidado de una francesa que le hace la comida y una profesora amiga de la familia que le enseña inglés. Dani quiere ser escritor, Nico quiere ser mecánico de motos. Ambos tienen 16 años, pero Nico lo dice claramente: no tiene intención de llegar virgen a los 17. Su obsesión, y el territorio aún por descubrir dentro de esa niñez en retirada, es el sexo. El sexo opuesto, para más datos. Pero, mientras tanto, no parece haber nada de malo en hacerse un krámpack, que es como Nico y Dani denominan a la masturbación al unísono.
Dirigida por el catalán Cesc Gay, que debutó en el largometraje codirigiendo el film Hotel Room (1998) con el argentino Daniel Gimelberg, Krámpack es un particular film de iniciación, que narra el verano en el que sus protagonistas dejan de ser niños y se asoman con la mayor de las naturalidades a las tentaciones de la vida adulta. Nico viene de visita, Dani lo va a buscar a la estación, y en su primera excursión veraniega ambos se encontrarán con sendas niñas de madurez precoz, que se impondrán en su verano. Nico ve en ellas la posibilidad de cumplir su sueño de iniciación sexual, pero Dani descubrirá que prefiere la compañía de su amigo antes que la de las chicas.
Podrá decirse que pocas veces el cine mostró con menos prejuicio y con tanta soltura la iniciación adolescente a una vida gay, pero lo que en realidad sorprende de un film como Krámpack –saludablemente habitado por la simpatía que desprenden sus personajes– es que, sin evitar las crisis y los problemas a los que también están despertando sus protagonistas, los despliega de la manera más natural del mundo. Todos los avatares de la vida cotidiana contemporánea hacen su aparición en Krámpack, pero a partir de la mirada ávida de sus protagonistas –y de las oportunas preguntas de los adultos– el mundo que terminan construyendo es a medida de lo humano. Hasta las drogas aparecen como lo que son: una tentación que acompaña la vida adulta en las ciudades, y no más que eso. Tanto la aparición de marihuana como incluso de cocaína no implican la demonización de quienes las usan, con lo que el film se aleja de la moralina más común del cine contemporáneo. Y aclara, con esa decisión, que lo que se discute aquí es otra cosa.
Adaptación de una obra de teatro exitosa, Krámpack (que en su versión original se desarrollaba en un departamento barcelonés, y que ha ganado al trasladarse al aire libre) es un film generoso, lleno de diálogos que se disfrutan por una gracia que está alejada del chiste. Lejos de la tontera implícita en la ansiedad sexual de los protagonistas de los más recientes films juveniles estadounidenses, Dani y Nico tan vez cometan las mismas tonterías y sean víctimas de similar ansiedad. Pero todo lo hacen de la manera más seria posible. No hay remates graciosos en cada uno de sus diálogos, sino que sus charlas divierten desde afuera. Un afuera expectante, similar a la simpatía que exudan sus personajes, tan queribles como sus antagonistas femeninas, así como cada uno de los representantes del mundo de los mayores. Interpretado por el esmirriado debutante Jordi Vilches, un malabarista a lo Buster Keaton, el desparpajo de su Nico se roba la película. Pero Nico sería nada sin la compañía del sencillo Dani que compone Fernando Ramallo, que descubre su camino sorprendido pero –y he aquí la clave de su personaje– al mismo tiempo sin dudar de él.
A medio camino entre el cine más despojado y juvenil de Rohmer y las más felices películas de iniciación norteamericanas, en Krámpack hay un devenir moral pero no una máxima moral que excede la anécdota. Y hay una mirada inquieta sobre el mundo adulto, pero la respuesta de ese mundo no es ni más ingenua ni más perversa. En ese sentido, Krámpack es ejemplar, una comedia de enredos que ansía a un mundo perfecto, más no ingenuo. Una desprejuiciada película de iniciación. Que no le tiene ningún miedo a todos los mundos que ese inicio pueda convocar.

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