Principal RADAR NO Turismo Libros Futuro CASH Sátira
KIOSCO12
 
El peso de la verdad
Por Miguel Bonasso

En su libro El peso de la verdad (Planeta, Buenos Aires, julio de 1997), Domingo Felipe Cavallo incorporó como anexo un extracto de su defensa ante la querella por calumnias e injurias que le había iniciado el finado empresario postal Alfredo Enrique Nallib Yabrán, en noviembre de 1996.
El anexo lleva como título “Radiografía de una organización mafiosa”, en alusión a la estructura empresaria de Yabrán, quien por esas fechas era sindicado por la mayoría de los medios como autor intelectual del asesinato de José Luis Cabezas.
En la introducción de ese largo escrito, profusamente ilustrado con organigramas, Cavallo decía literalmente: “Lo que sigue es un extracto de las pruebas presentadas” ante la Justicia. Pasaron cuatro años y en “la última semana” -.según se supo ayer– el mismo Cavallo presentó otro escrito ante el juzgado federal número 2 donde dice: “Los hechos no han podido ser comprobados judicialmente. Tampoco he obtenido nuevos elementos que refuercen mis dichos. Por esa razón no he vuelto a insistir en mis acusaciones”.
O sea: las “pruebas” presentadas en 1997 ante la Justicia, no pudieron ser “comprobadas”. Y, por lo tanto, no eran pruebas, sino acusaciones. El “peso de la verdad” que reclamaba el actual ministro Cavallo no llegaba ni a “pluma”. Y era a la vez tan insostenible como la levedad del ser de Milan Kundera.
Aunque Cavallo y su asistente político-legal Alfredo Castañón, actual legislador de Acción por la República, han evitado pundonorosamente que en ese escrito figure la palabra “retractación”, el hecho de la retractación es tan evidente como lo fue aquella rendición en Malvinas, que el perfumado general Mario Benjamín Menéndez no “toleraba” que figurase como “incondicional”.
La contrapartida fue que los hijos de Yabrán, fundamentalmente Pablo y Mariano, que son los que manejan los negocios residuales (pero aún muy jugosos) del Grupo, renunciaran tanto a la querella penal como a la civil, en la que exigían una indemnización por 125 millones de dólares. En Tribunales se afirmaba que habrían sacrificado asimismo los cinco millones de pesos que depositaron para poder demandar tan fuerte indemnización en metálico.
Cavallo, según esas creíbles versiones, habría retrocedido en chancletas porque quiere sacarse lo que aún le queda de aquellas 52 causas que su verborragia y la mala intención de Carlos Menem le depararon.
Pero ésta no es la primera retractación que no quiere decir su nombre; en agosto del año pasado, en una carta a La Nación (que parece ser su periódico favorito), Cavallo absolvió de cualquier posible lazo con Alfredo Yabrán a los hermanos Héctor y Nicolás Ciccone, dueños de Ciccone Calcográfica. Unos meses más tarde, al cumplirse el quincuagésimo aniversario de la megaimprenta que casi envió a la quiebra, hizo un gran elogio de los Ciccone. En el medio había ocurrido algo, que Página/12 reveló y a nadie pareció interesarle: los hermanos Ciccone le dieron un millón de dólares en impresos para su campaña proselitista.
En esa ocasión, por cierto, Cavallo –que aún no soñaba ser super ministro de la Alianza, gracias a la promoción de Chacho Alvarez– demostró que sus dotes de augur son tan endebles como sus denuncias: “Argentina puede salir rápido de este pozo recesivo”, pronosticó en diciembre del 2000. Y agregó, contundente: “crecerá al 10 por ciento anual”. (¿Cómo dice, maestro?)
Nadie sabe qué cocinaron durante más de un año los abogados de los dos bandos. El “Petiso” Pablo Medrano, Julio Virgolini y Adrián Maloney por el costado yabranista y Alfredo Castañón, en representación del sempiterno ministro. Pero los periodistas memoriosos recuerdan que fue Castañón,precisamente, el hombre designado por Cavallo para hacer inteligencia sobre el Cartero y su “organización mafiosa”. La misma que denunció durante once horas ante el Congreso, en agosto de 1995.
Algunos más recordarán, probablemente, que a partir de esa fecha, Alfredo Yabrán salió del anonimato, para convertirse en una suerte de Pablo Escobar Gaviria de la Argentina. Un Escobar tan poco listo como para no arreglar una división del mercado postal (miti y miti) como le propuso Cavallo en “Bleu, Blanc Rouge” meses antes de escracharlo.
Con un sentido del honor que algunos considerarán arcaico y del cual carecen sin duda su antagonista y los que arreglaron este pastel, Alfredo Yabrán se voló la base del cráneo el 20 de mayo de 1998. Un gesto tan poco usual entre empresarios y políticos argentinos que más de un bobo piensa que aún sigue vivo.

 

PRINCIPAL