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LOS TALIBANES NO RETROCEDEN, Y EL PENTAGONO ENVIA MAS FUERZAS ESPECIALES
Bomba tras bomba, fracaso tras fracaso

Estados Unidos habría
bombardeado una de las principales plantas de generación eléctrica de Afganistán y el desborde de la represa que la alimenta puede llevar a una catástrofe humanitaria, mientras Osama bin Laden llamaba a los paquistaníes a derrocar a su gobierno.

Por Richard Norton Taylor y James Meek
Desde Londres y Jabal Saraj, Afganistán

Estados Unidos dijo ayer que está planeando desplegar más fuerzas especiales en Afganistán en apoyo a los grupos antitalibanes, mientras intensificaba su ofensiva aérea atacando un rango de blancos más amplio a lo largo y lo ancho del país. Ya hay hasta 100 militares de las fuerzas especiales ayudando a la Alianza del Norte y marcando blancos para las aeronaves de guerra. “Es difícil de hacer por una cantidad de razones -dijo el secretario de Defensa norteamericano Donald Rumsfeld–. Un problema es el clima... Hace poco, el fuego terrestre fue una situación que impidió que entraran algunos equipos.” No obstante, Rumsfeld dijo que quería triplicar o cuadruplicar la cantidad de fuerzas especiales en Afganistán. El Ministerio de Defensa en Londres mantuvo su tradicional rechazo a contestar su las SAS británicas están operando o no en Afganistán.
Aeronaves norteamericanas de ataque atacaron posiciones talibanas en torno a la estratégica ciudad norteña de Mawaz-i-Sharif, que aún no ha caído a pesar de repetidas ofensivas aéreas en respaldo a las fuerzas de la Alianza. Los talibanes dijeron que habían rechazado los primeros ataques coordinados por aire y por tierra por fuerzas norteamericanas y de la oposición interna. También afirmaron que han capturado a varios ciudadanos norteamericanos, lo que fue desmentido por el Pentágono. Bombarderos norteamericanos atacaron blancos al norte de Kabul o cerca de Kandahar, incluyendo uno de los generadores de energía eléctrica más importantes del país, según los talibanes, que agregaron que si se dañaba más la represa Kajaki, que alimenta la estación generadora, miles de personas estarían en peligro debido a inundaciones.
Los ataques aéreos en posiciones talibanas de la línea del frente, que llegaron a un pico el miércoles con el bombardeo por arrasamiento de una cordillera clave por un bombardero B-52, fueron recortados en forma drástica ayer, posiblemente debido al clima, ya que el cielo se hallaba cubierto. Geoff Hoon, secretario de Defensa británico, y el general Richard Myers, jefe del Estado Mayor Conjunto de las Fuerzas Armadas norteamericanas, defendieron el empleo de bombas no guiadas, insistiendo que el término “bombardeo por arrasamiento” estaba fuera de fecha. “Esta palabra inexacta y fuera de fecha da la impresión de que la coalición está embarcada en una campaña de ataques indiscriminados –dijo Hoon–. Nada puede estar más lejano a la verdad.” A su turno, el general Myers dijo que algunos blancos eran “ideales” para el tipo de bombas arrojadas por los B52. Hoon también defendió el empleo de bombas de racimo, que también han sido lanzadas desde bombarderos B-52 provenientes del territorio británico Diego García en el Océano Indico. “Contra algunos blancos, son las mejores y más efectivas armas de que disponemos”, dijo.
Las bombas de racimo esparcen grandes cantidades de “bombitas”, una significativa cantidad de las cuales no explota. Su color es amarillo brillante, el mismo que los paquetes de ayuda humanitaria arrojados por aviones norteamericanos. El general Myers describió la coincidencia como “desafortunada”, y dijo que se cambiaría el color de los paquetes de comida al azul.
Condoleeza Rice, asesora de Seguridad Nacional del presidente Bush, dijo que Estados Unidos no podía darse el lujo de detener su guerra contra el terrorismo durante el mes santo musulmán de Ramadán, que empieza el 17 de noviembre. “Estados Unidos fue atacado el 11 de setiembre con increíble brutalidad –dijo Rice–. Seguimos preocupados por la posibilidad de nuevos ataques. No podemos darnos el lujo de una pausa.”
En Afganistán, las primeras grandes tormentas de lluvia del invierno se descargaron a lo largo de las líneas del frente entre los talibanes y la Alianza del Norte sobre las tierras altas al norte de Kabul, una señal de las dificultades de la campaña militar en los meses que se vienen, en que el barro, la nieve y las temperaturas bajo cero demoran a los ejércitosenfrentados y erosionan su moral. Abdullah Abdullah, canciller de la Alianza del Norte, dijo ayer que en los últimos cinco días al menos 15 tanques fueron destruidos por los bombardeos norteamericanos. Y sugirió fuertemente que la Alianza se estaba preparando para lanzar una ofensiva contra los talibanes en el norte de Kabul.
“Pienso que en unos pocos días nuestras fuerzas alcanzarán su nivel más alto de preparación –dijo–. Desde luego, tenemos ciertos problemas logísticos, pero eso no significa que vayan a incapacitarnos para lanzar una ofensiva importante contra los talibanes.” Abdullah dijo que miles de nuevas tropas habían sido transportadas a bases de la alianza detrás de las líneas de Kabul. Y caracterizó a los soldados enviados como pertenecientes a “zarbati”, o batallones de ataque.

 

Claves

Después de 26 días de intensos bombardeos norteamericanos, la Alianza del Norte antitalibana respaldada por fuerzas especiales estadounidenses no ha logrado avanzar sus posiciones.
Estados Unidos anunció el envío de más fuerzas especiales, pero el comienzo del invierno dificulta su entrada y entorpece los movimientos de todas las fuerzas comprometidas.
Osama bin Laden llamó ayer a sus seguidores en Pakistán a derrocar al gobierno.
Y se registraron nuevos casos de ántrax contra EE.UU.: en la Administración de Alimentos y Medicinas, en oficinas de correos en Indiana y Missouri y en la embajada norteamericana en Vilna, Lituania.

 

OPINION
Por Richard Norton-Taylor Desde Londres

Tiren los B-52 al patio de chatarra

Esta vez, dijeron, sería diferente. Sería efectiva, sin precedentes, no como cualquier otra guerra. “Los tiempos de los bombardeos de arrasamiento han terminado,” nos dijeron. Sería una campaña secreta, sofisticada, insistieron, y respiramos aliviados: parecía que las cabezas frías en Washington había ganado el día después de las atrocidades del 11 de setiembre. El despliegue masivo de cuatro portaaviones y 400 aviones de ataque, submarinos con misiles crucero y barcos de superficie, estaban ahí por puro show, una demostración psicológica de la potencia del fuego, fue el mensaje.
Nos engañaron. No pasó mucho tiempo antes que nos dijeran que la acción militar era, después de todo, “inevitable”. La opinión del público norteamericano la pedía. No importaba la imposibilidad militar de derrotar a un “enemigo” tan evasivo en la “guerra contra el terrorismo”, y la inevitabilidad de “daños colaterales”, muertes civiles. No pasó mucho tiempo antes que los generales norteamericanos hablaran de “municiones errantes”, queriendo decir bombas “inteligentes” errando el blanco. Trajeron barcos de guerra fuertemente armados, usados primero en la Guerra de Vietnam, para atacar las “zonas de combate”, un términos que prefieren al de “cajas de exterminio”.
Un oficial a bordo del portaviones norteamericano Carl Vinson describió el uso de bombas de racimo, lanzadas por los bombarderos B-52 basados en el territorio “británico” de Diego García en el Océano Indico. “Una bomba de 2000 libras –dijo– no importa dónde sea lanzada, es un hecho significativo emocional para cualquiera a un kilómetro y medio a la redonda”. Ahora, los cada vez más desesperados estrategas militares están recurriendo a los bombarderos B-52, basados en Diego García, para bombardeos de tierra arrasada, una táctica salida de Vietnam.
Un día después que Geoff Hoon, el secretario de Defensa de Gran Bretaña, pintara un cuadro eufórico de los logros de los ataques aéreos, diciendo que habían destruido “todos los nueve” campos de entrenamiento de Al-Qaeda de Osama bin Laden, el Pentágono admitió que los talibanes estaban resultando más resistentes de lo que se había previsto. El almirante Sir Michael Boyce, jefe del Estado Mayor de Gran Bretaña, envió un mensaje muy diferente al de su jefe político. “No es probable, en mi opinión personal, que los talibanes se entreguen”, dijo. Describió al enemigo, la red AlQaeda, como “más una idea, que algo que uno pueda tocar”. Por cierto no se van a entregar como resultado de los bombardeos de tierra arrasada, ni siquiera por los ataques “secretos” de las fuerzas especiales, tan bien publicitadas (y basadas en estados “amigos” del Golfo que se supone que no debemos nombrar). “Sólo puedo sugerir que es como tratar de erradicar un cáncer con un soplete,” dijo el historiador Sir Michael Howard a este diario en una conferencia esta semana en el Royal United Services Institute. ¿Quién podrá olvidarse del Domingo Sangriento en Irlanda del Norte, dijo, cuando unos pocos disparos de armas de fuego hechos por el ejército británico dieron al IRA una victoria de propaganda de la que el gobierno británico nunca pudo recobarse?
Los ministros británicos y sus consejeros hablan de llegar a la “causa raíz” del extremismo islamista, de “una batalla por los corazones y las mentes”, un término, nos recuerda Howard, acuñado por los británicos durante la “emergencia” malaya contra los comunistas en las décadas de 1950 y 1960, campaña que duró 15 años. Por “causas de raíz”, el gobierno británico parece querer decir pobreza y hambre más que acción para establecer un Estado palestino y abordar el dolor árabe sobre Irak y las tropas de Estados Unidos en Medio Oriente. Es una respuesta arrogante y sumamente despectiva. También lleva a la confusión. Al-Qaeda recluta a muchos de los militantes partidarios, incluyendo a los terroristas suicidas, de familias de elite, no de los desposeídos. Con imágenes diarias en nuestras pantallas de ataques aéreos y muertes civiles, Hoon trató esta semana de minimizar la importancia de la fuerza militar en una conferencia de prensa convocada –según el Ministerio de Defensa de Gran Bretaña– principalmente para el beneficio de la prensa árabe y musulmana. La campaña contra el terrorismo, dijo, era antes que nada una campaña “para hacer valer la ley”. Segundo, dijo Hoon, era una campaña “humanitaria”: se debe evitar que Afganistán fuera “una tierra de reproducción de terrorismo”. Denles comida, pronto abandonarán su animosidad hacia Occidente en general y Estados Unidos en particular, parecía ser el mensaje. Finalmente, Hoon prosiguió sin ningún rasgo de ironía, esta era una campaña militar. “Algunas partes del mundo –dijo-están más allá del alcance de Scotland Yard”. Por favor, traigan la policía, los espías, las fuerzas especiales y las cortes. Los B-52, el arma primitiva de los patoteros frustrados, debería ser expulsada al patio de chatarra.
Esta campaña, como finalmente lo están admitiendo los ministros británicos y sus consejeros de defensa, mostró la pobreza no sólo del pensamiento militar sino la misma utilidad de las armas de guerra. Al final, el régimen talibán caerá, y nos dirán, como nos dijeron cuando Slobodan Milosevic ordenó a sus fuerzas que se retiraran de Kosovo, que el bombardeo fue un éxito. No lo crean.

* De The Guardian de Gran Bretaña. Especial para Página/12.
Traducción: Celita Doyhambéhère.

 

Derroquen al gobierno de Pakistán,
nueva consigna de Osama bin Laden

Por Eduardo Febbro
Desde Peshawar

Osama bin Laden reapareció en el momento oportuno. El sospechoso número uno de los atentados del 11 de setiembre eligió uno de los contextos más delicados que atraviesa el presidente paquistaní Pervez Musharraf para manifestarse en una carta pidiéndole al pueblo de Pakistán que saliera a defender el Islam. En una carta enviada por Bin Laden a su “repetidora” mundial, el canal de televisión árabe Al-Jeezira, el hombre más buscado de la tierra acusa al gobierno de Islamabad de estar a sueldo del mundo cristiano. Según Al-Jeezira, la carta está firmada de puño y letra por Bin Laden. El director del canal de televisión precisó que Bin Laden llamó “a los musulmanes de Pakistán a rebelarse frente a lo que Laden estima como una cruzada contra el Islam”. El texto afirma que “mientras los musulmanes de Afganistán son víctimas de matanzas, el gobierno paquistaní se puso bajo la bandera de los cristianos. El mundo está dividido en dos: una parte está bajo la bandera del infiel Bush y la otra mitad bajo la bandera del Islam”.
El millonario saudita salió de las sombras justo cuando los partidos islamistas de Pakistán emprenden una amplia ofensiva contra el gobierno de Islamabad. Desde la matanza del domingo pasado perpetrada contra la minoría cristiana del país con un saldo de 18 muertos, el juego político se alteró considerablemente. En coordinación con otros movimientos religiosos de Pakistán, el partido Jaamat-i-Islami convocó a manifestar y a ocupar la capital hasta que Musharraf renuncie. Simultáneamente, los líderes religiosos salieron de su relativa reserva para denunciar con rudeza la constancia del apoyo paquistaní al operativo militar norteamericano. Tras poner el lunes al país en estado de alerta, Musharraf adoptó una serie de medidas que apuntan a silenciar lo más posible a los grupos radicales. Arresto domiciliario de dirigentes, prohibición de que ciertos líderes tomen el avión para participar en manifestaciones, drásticas medidas de seguridad durante las protestas y limitación de los discursos en las mezquitas forman el cerrejo contra las voces fundamentalistas. La decisión más controvertida consistió en prohibir a los mullahs el uso de altoparlantes en las mezquitas. Estos fueron “desactivados” para impedir que los fieles reunidos en las mezquitas en las horas de plegaria sean manipulados por los jefes religiosos que llaman a la gente a participar en la guerra santa, la Jihad. En varias ocasiones los enviados especiales de la prensa internacional escucharon discursos de una gran virulencia pronunciados por los mullahs en el seno mismo de las mezquitas y “multiplicados” al exterior a través de los altoparlantes. Ayer, las autoridades de islamabad detuvieron a Javed Hashmi, un líder político de la oposición que había anunciado su apoyo a la huelga nacional convocada por los partidos religiosos opuestos a las represalias norteamericanas. Esta vez no se trata del miembro de un grupo islamista sino del presidente de un poderoso partido, la LMP, Liga Musulmana de Pakistán. La LMP pertenece al ex primer ministro Nawaz Sharif, electo en 1997 y derrocado en 1999 mediante un golpe de Estado por el mismo Musharraf. Según fuentes oficiales, el arresto de Hashmi se debe a su implicación en los casos de corrupción y no a su pronunciamiento a favor de la huelga. Sin embargo, medios de la LMP señalaron que Hashmi es una suerte de “portavoz” del sentimiento de los militares pakistaníes en total desacuerdo con la línea actual del gobierno.
La movilización en Pakistán de los partidarios del régimen talibán no se limita solamente a los sectores fundamentalistas. Varios miles de “guerreros” paquistaníes de la etnia pashtún, el grupo étnicamente mayoritario en Afganistán, se encuentran en las fronteras del nortearmados hasta los dientes y esperando la señal de los talibanes para ingresar en el territorio y combatir junto al régimen del mullah Omar. Ayer, unas 1000 personas de las tribus paquistaníes de Bajur entraron a Afganistán acompañados por el Mulana Mohammad Ismaïl, jefe regional del Terek Nifaz-e-Sharia Mohammadi (TNSM), el movimiento para la estricta aplicación del código islámico. A pesar de que el embajador agfano en Pakistán Abdul Salam Zaeef se negó varias veces a aceptar que los combatientes fueran a Afganistán para “evitar el aumento de víctimas civiles”, los voluntarios son cada día más numerosos. Página/12 pudo comprobar que estos guerreros pashtunes representan varios miles de hombres muy bien armados y dispuestos a unirse a los árabes de la red AlQaeda que ya combaten en Afganistán. Por otra parte, informaciones certificadas por Página/12 dan cuenta de que los adeptos de los partidos religiosos de Pakistán y de varios países árabes se encuentran en este momento combatiendo al lado de la milicia talibán contra las fuerzas de la Alianza del Norte. Ayer, por enésima vez, la Alianza se volvió a quejar de la “insuficiencia” del apoyo militar norteamericano y adelantó que sus hombres estaban “listos para lanzar en los próximos días una ofensiva de gran envergadura” que los dejaría a las puertas de Kabul. Sin embargo, a pesar del masivo apoyo de la aviación de Estados Unidos que desde hace más de una semana está bombardeando el frente norte de Kabul y las primeras líneas talibán de la estratégica ciudad de Mazar-i-Sharif, la Alianza del Norte se mostró incapaz de sacar ventaja en el terreno.

 

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