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Ayuditas
Por Juan Gelman

La embajadora estadounidense en Bogotá, Anne Patterson, no se anduvo con chiquitas: el 28 de octubre último equiparó a las guerrillas colombianas con Bin Laden y anunció que Bush hijo planea proporcionar la “ayuda antiterrorista” del caso como parte de la guerra desatada por Washington. Precisó a la Associated Press que su gobierno asistirá a Colombia para vigilar los oleoductos –casualmente de propiedad de empresas de EE.UU.–, apoyar las investigaciones militares y civiles en el rubro, y entrenar y equipar a grupos de élite pertinentes. El demócrata Bob Graham, presidente del Comité de Inteligencia del Senado, subrayó a su vez que el país andino es uno de los teatros importantes de la batalla mundial contra el terrorismo. Ambos no hicieron otra cosa que develar lo notorio: el Plan Colombia de Clinton, rebautizado Iniciativa Andina Antidroga por Bush, es contrainsurgencia disfrazada de lucha contra el narcotráfico.
En junio pasado la RAND Corporation entregaba a la Fuerza Aérea de EE.UU. un informe de título elegante –”El laberinto colombiano: la sinergia de drogas e insurgencia y sus implicaciones para la estabilidad regional”– con un consejo: Washington debía involucrarse más en la guerra colombiana. El informe contiene varias admisiones de interés, entre otras: que los lazos escuadrones de la muerte/ejército de Colombia son sólidos -”naturales”, dice–, que ese ejército más bien mata guerrilleros que paramilitares (2.677 contra 76, respectivamente, en el año 2000), que 8 de los l9 escuadrones de la muerte se dedican a proteger la industria de la cocaína de los señores de la droga. El jefe paramilitar Carlos Castañeda confirmó a la CNN que el 70% de los ingresos de su tropa proviene del narcotráfico y las FARC no se quedan atrás: cobran “protección” a los productores de coca grandes y medianos, intermediarios, laboratorios de procesamiento de cocaína y pistas de aterrizaje clandestinas. Con el apoyo del ejército, los paramilitares buscan abrirse paso hasta la costa de Pacífico, clave para facilitar el cocatráfico. La RAND no contabiliza el enorme número de víctimas civiles del conflicto, pero advierte que el Plan Colombia no sirve para erradicar el cultivo de coca ni para erradicar a las FARC y avisa que si Washington no interviene de manera decidida la situación “se extenderá como una metástasis (convirtiéndose) en un levantamiento regional más amplio”.
En diciembre de 2000 el Banco Mundial concluía en su informe “Violencia en Colombia: la construcción de una paz y un capital social sustentables” que cualquier inversión privada en el país dependería en el futuro del aniquilamiento de las FARC y demás grupos guerrilleros. Esa demanda ya se empezó a satisfacer. EE.UU. aplica en Colombia la privatización de la contrainsurgencia a niveles que superan con mucho al usado en Vietnam. Compañías privadas de nombres inocentes como DynCorp y AirScan -.financiadas por el Departamento de Estado, la CIA, el FBI, la DEA, el Departamento de Justicia, etc.– contratan al personal de operación y apoyo de los helicópteros Super Huey y Black Hawk que Washington provee oficialmente. Los pilotos –en su mayoría estadounidenses y ex militares, algunos pasados por la Escuela de las Américas, o meros mercenarios– suelen fumigar cultivos de coca, especialmente en lotes de pequeños campesinos, pero no sólo: transportan tropas a sitios de acceso difícil y hasta entran en acción contra la guerrilla. Ya han tenido tres bajas. La DynCorp –que en el 2000 obtuvo l.800 millones de dólares de ganancia merced a contratos por valor de 4.400 millones, el 98% de los cuales con más de 30 organismos del gobierno estadounidense– coordina sus operativos con los paramilitares y los mandos colombianos. Una de sus subcontratistas es la Eagle Aviation Service and Technology Inc., que hace 15 años transportó armas a Nicaragua en el marco del diseño Irán-contras de Oliver North. No le falta razón al legislador republicano Jan Schakowsky cuando reflexiona: “Los contribuyentes estadounidenses pagan ya 300.000 millones de dólares anuales para financiar a las fuerzas armadas más poderosas del mundo. ¿Por qué tienen que pagar además para privatizar nuestras operaciones (en Colombia)?” Myles Frechette, ex embajador de Washington en Bogotá, respondió en los medios: “Es muy práctico, obviamente, tener un equipo que no pertenece a las fuerzas armadas (estadounidenses). Si alguien muere o le pasa algo, se puede decir que no es un miembro de las fuerzas armadas (estadounidenses)”. El método es viejo. Los corsarios ingleses hacían lo mismo para la Corona hace cinco siglos.
Bush hijo ha propuesto sumar otros 676 millones de dólares a los 1.300 de Clinton. Se calificó de “Plan Marshall sudamericano” al Plan Colombia, pero el 80% de sus fondos tiene un destino militar directo o encubierto. A la sustitución de cultivos de coca por otros de maíz, arroz y frutales se destinaron 16 millones de dólares, menos del 1,2% del total, y es impensable que el complemento financiero del nuevo presidente cambie esa relación. El rey está desnudo.
Y luego, hay en Colombia intereses petroleros que defender, como los de Bush hijo en la Harken Energy Inc. de Texas, o los del ex vicepresidente Al Gore en la Occidental Petroleum, consorcio que se precia de ser el séptimo proveedor del crudo a EE.UU. De hecho, el país del Norte importa más petróleo de América Latina que del Golfo Pérsico y se sabe que desde Roosevelt en adelante Washington cuida sus reservas del hidrocarburo y se lo procura en el exterior. La Iniciativa Andina Antidroga abarca además a Perú, Ecuador, Brasil y Venezuela, países con zonas ricas en petróleo. No es raro, entonces, que el Center for Public Integrity de Washington haya investigado y encontrado que “centenares de militares, espías y civiles contratados estadounidenses se hallan sobre el terreno en Colombia y países vecinos”. Cabe preguntarse si estos hechos y aun la idea de involucrar a la Triple Frontera argentino-brasileño-paraguaya con Bin Laden y las FARC son obra de un infiltrado en la administración yanqui que intenta convertir en realidad la consigna del Che: crear dos o tres Vietnam en América Latina.

 

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