Por Julio Nudler
Tango Orkestret no es otra
cosa que un quinteto danés (se diría que un imponente gran
danés), que pese a estar compuesto por instrumentos tan extrañamente
escogidos como vibráfono, marimba, violín, saxo soprano,
clarinete bajo, guitarra eléctrica, guitarra acústica de
ocho cuerdas (no de seis), batería y percusión, que pese
a ello, diríase, se dedican a lo que llaman, enigmáticamente,
Nuevo Tango-Nuevo, algo que en Buenos Aires nadie sabe qué es.
Durante los 90 grabaron tres CD con tangos clásicos y de
Astor Piazzolla, merced a lo cual son obviamente desconocidos en la Argentina.
Pero hace unos dos años unieron sus fantasías con las de
un bandoneonista nacido hace treinta en el barrio de Caballito y hoy radicado
en Basilea para estudiar composición. El dato es que los dinamarqueses,
deslumbrados, ven en Marcelo Nisinman a un nuevo Astor. El tiempo dirá.
Escuchando el compacto que realizaron juntos, sobre arreglos del porteño,
y que a partir de hoy presentan en Buenos Aires (*), el deleitado oyente
sospecha que MN, aunque devoto de Piazzolla, es un irreverente antiPiazzolla,
quizá porque nació casi cinco décadas después,
sin la sentimentalidad que impregnó toda la música tanguera
de Astor, esclavo a su pesar de De Caro, Gardel y Troilo. Por otro lado,
Boulez, Weill, Satie, Shostakovich, lo estridente y lo lúdico,
lo marcial y lo extravagante desfilan por el lenguaje fascinante de Nisinman,
en espectacular parada. Allí caben ramalazos de bolero y rock,
de milonga y jazz, de klezmer y salsa, mientras el tango vigila y manda
desde el bandoneón de Marcelo.
En estos tiempos de aviones estrellados, nada más atinado que El
aeroplano, ese dulce valsecito de Pedro Data que los abuelos bailaron
llenos de inocente amor y que Nisinman eligió malvadamente, hastiado
de sus frecuentes vuelos en jet. En el final de su arreglo, el artefacto
se desploma en cascada hasta estampillarse contra el suelo. Otro de los
viejos temas exhumados es El llorón (¿podrá
alguien olvidar la versión de Charlo?). La recreación de
MN permite imaginar una coreografía cuya figura central es la de
ese mujeriego fanfarrón que adosó Enrique Cadícamo
a la música de Ambrosio Radrizzani. Nisinman lo deshace como a
un monigote roto, que aun despedazado danzará su grotesca milonga
de seducción, como en el kiosko de una feria de diversiones.
El bandoneonista-arreglador se vale del sortilegio de los vientos y del
clima de irrealidad creado por el vibráfono y la marimba para que
en Ojos negros, aquel tango maestro de Vicente Greco, Garrote,
el fueye grite o despliegue pensativamente la melodía. La
puñalada, de Pintín Castellanos, suena como un diabólico
candombe, en constante deriva por los territorios musicales más
estrambóticos. Si los daneses explican de sí mismos que
su lenguaje va de una profunda melancolía a un frenesí
casi psicótico, MN engarzó a la perfección
su propia visión.
En un personalísimo Adiós, Nonino se suceden
estallidos de color y lapsos taciturnos, magníficamente fraseados
por el fueye. Pero es en Jean & Paul, también de
Astor, donde la vibración tanguera de Piazzolla canta presente.
Oblivion, a su vez, es la obra donde este quinteto-másbandoneón
encontró más difícil decir lo propio. En cualquier
caso, optan por lucirse en sucesivos solos, como el del violinista Kristian
Jorgensen, o en contrapuntos varios. Avatares de la vida en pareja parecen
haber inspirado Pourquoi tu te leves, obra de Nisinman en
la que caben, como es razonable, teatro, circo, pintura, sugeridos por
una música en permanente gimnasia y mutación, que sin embargo
nunca pierde el rumbo. Cuando escribe, MN sabe adónde va. Por eso
da gusto seguirlo, incluso en su capricho y arbitrariedad. A los emparejados
se les avisa que este episodio culmina en una sonora carcajada. Susceptibles,
una pieza que MN dedicó a los músicos burocratizados, de
horarios y paga a fin de mes, empieza con la afinación de los instrumentos,
hasta que la orquesta se pone en marcha. En el resto el oyente recibirá
sensaciones de burbujas,haces de luz, golpes frenéticos, figuras
que se retuercen en una apoteosis de sonido y color, y pasajes yermos
que domina el latido de un reloj. La rebeldía de Nisinman retumba
en la tensión de su música, cuya calidad no cabe en la convención.
(*) A las 19.30 en el Museo de la Casa Rosada; mañana a las 22
en Notorius, Callao 966, y el viernes a las 20 en la Sala A-B del Centro
Cultural San Martín, Sarmiento 1551, en el Ciclo Abuelas de Plaza
de Mayo Música x la Identidad. El domingo 18, Marcelo
Nisinman actuará con el Quinteto de Fernando Suárez Paz
en el Salón Dorado del Teatro Colón. Será a las 17.30.
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