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El séptimo sentido
Por Rodrigo Fresán

UNO “Veo gente muerta”, le decía a Bruce Willis aquel nenito estresado de la película El sexto sentido. Bruce Willis –lejos de combatir terroristas y cerca de compartir terrores de diván– ni se daba por enterado hasta casi el último minuto de que uno de los muertos del asunto era él. Y de golpe se daba cuenta. Algo parecido están experimentando los norteamericanos por estos días: no que estén muertos, pero que sí pueden llegar a ser gente muerta en cualquier momento, adentro de un país que hasta hace poco sentían invulnerable e inmortal. Si hay algo de “interesante” en todo lo que está ocurriendo es exactamente eso: el baile sin ritmo de los rasgos de un rostro al comprender que se acabó la fiesta y que no es lo mismo dar miedo que recibir –o sentir– miedo.

DOS Miedo tuvimos todos siempre. Desde los cuentos con brujas hasta las verdades con monstruos. Es decir: estamos curtidos, tenemos la piel dura o, por lo menos, tenemos el profundo convencimiento de que no somos privilegiados por más que más de uno se abrace a un Maradona con turbante con la desesperación que otros dedican a un tótem Dunga-Dunga. Definición de un amigo español: “Los argentinos sois como marines sin armas”. Qué feo. Definición del escritor norteamericano y apocalíptico David Foster Wallace: “Todo el mundo tiene miedo a Osama bin Laden. A mí lo que me da miedo son los norteamericanos. Hay al menos mil contradicciones de los americanos que hemos aprendido, de golpe y sin anestesia, durante estas últimas semanas. Una de ellas es que nos gusta que nuestras películas sean muy violentas, pero no toleramos la violencia en nuestras vidas. Somos una nación muy arrogante y muchos creyeron, con arrogancia, que cosas como lo del World Trade Center nunca ocurrirían aquí. Y es que mucha gente no tiene la menor idea de lo odiados que somos en algunas partes del mundo. Me da miedo en lo que podemos llegar a convertirnos después de todo esto”. Otra definición posible: “Los norteamericanos son como argentinos con armas”. Aléjense de los niños.

TRES Y los talibanes son como marines con Alá de su lado. La pregunta a esta altura es, claro, a dónde queda uno, cómo soportar esta película violenta donde nos sentimos como el nenito que ve gente muerta y que no puede hacer demasiado al respecto. Una lectura coyuntural de El sexto sentido sería la de considerar a Bruce Willis como una desconcertada América the Beautiful y a Osama bin Laden como una incomprensible fuerza sobrenatural: un fantasma cada vez más sólido. La verdad que a mí los dos me dan miedo. Me da miedo esto de ver tanta gente viva o muerta adentro de mi televisor marca poltergeist. Me da miedo eso de ver aviones que se caen en casas, esas cartas certificadas de defunción con un Letterbomber como remitente. Me da miedo ver a Robert De Niro atendiendo su propio restaurante como forma de revitalizar al alicaído sur de Manhattan (pregunta: cuando le pedís el postre te mira raro y te pregunta: “Are you talkin’ to me?”) y me da miedo ver a los policías agarrarse a trompadas con los bomberos (y que Steve Buscemi haya sido bombero). Me da miedo de que haya sido tan fácil entrar en Kabul (después de que haya sido tan difícil); y me da miedo leer en un diario que “Algunos altos cargos del FBI plantearon la posibilidad de que los detenidos relacionados con Al Qaeda fueran extraditados a un aliado más o menos dictatorial, cuya policía pudiera interrogarlos utilizando ‘métodos contundentes’ (así que ya saben qué pasa si las comisarías de la provincia de Buenos Aires se llena de gente con turbantes). Me da miedo una canción de Paul McCartney (“Freedom”) y me da miedo una novela de acción tipo Tom Clancy que leí en estos días –Joshua’s Hammer, de David Hagberg, quien posa en contratapa sosteniendo con ternura una Uzzi como si fuera un osito de peluche– dondeel malo es Osama bin Laden y el bueno es un agente de la CIA. El libro es malísimo pero –publicado en el 2000– anticipa (y acaso adelanta con bomba atómica) nuestra realidad que también es malísima. Y da miedo.

CUATRO En cualquier caso, la verdad verdadera sobre la formación y deformación de Osama bin Laden se encuentra en los papeles de Reagan y Bush Sr. que debían hacerse públicos en estos días y que Bush Jr. decidió volver a congelar “hasta que el ex presidente Ronald Reagan considere lo contrario”. El ex presidente Ronald Reagan padece un Alzheimer avanzado y está más cerca de que lo vea el nenito de El sexto sentido que de ver a toda esa gente muerta –ese el séptimo sentido: gente muerta que ve a gente viva– que ahora nos saluda con la manito y nos dicen que no hace falta que llamemos antes de caernos volando por ahí, que hay espacio suficiente para todos, que no tengamos miedo.

 

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