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Una epidemia de extraños suicidios en una cárcel

Un hombre apareció colgado en su celda del penal de Ezeiza. Es el quinto en el año. Del caso anterior existen fuertes sospechas de homicidio.

Por Horacio Cecchi

Un interno del Complejo Penitenciario 1, de Ezeiza, apareció ayer ahorcado en su celda. El caso fue catalogado por las autoridades carcelarias como suicidio, aunque hay motivos para pensar en una ayudita de manos ajenas: el detenido, René Gonzalo Rojas Paz, medía alrededor de 1,80 metros, unos 20 centímetros más alto que la ventana de donde apareció colgado. Es el segundo interno del CP1 que muere en condiciones semejantes en diez días, y el quinto en un año, además de un intento. Del caso anterior, Walter Daniel Benítez, existen fundadas sospechas de homicidio. Ayer, preocupado por el alto índice de (por ahora) suicidios, el subsecretario de Asuntos Penitenciarios, Alvaro Ruiz Moreno, decidió convocar a la Asociación de Psicólogos de Buenos Aires para realizar un estudio sobre cómo repercuten las condiciones carcelarias entre los presos del CP1.
René Gonzalo Rojas Paz, boliviano de 37 años, había sido detenido como integrante de una banda dedicada a truchar marcas de ropa deportiva. Según informó Ruiz Moreno a Página/12, Rojas Paz había ingresado a la cárcel de Ezeiza hace apenas 11 días, y permanecía en una celda individual, en el pabellón E del Módulo de Ingreso, Selección y Tránsito, desde donde hubiera sido derivado a otro sector si la mano del suicidio no se hubiese cruzado antes en su camino. El término (suicidio) tiene en la CP1 connotaciones particulares, o al menos resulta curioso el modo en que Rojas Paz se entregó a la ley de gravedad: apareció colgado del único lugar posible para colgarse en las celdas de la unidad, la ventana, instalada a una altura menor a la de su propia estatura. “Se sientan y patean el banquito”, aseguró una fuente penitenciaria, aunque el único banquito de la celda está unido al piso con bulones.
El de Rojas Paz no fue el único caso. El 7 de noviembre, un día antes de su ingreso, aparecía suicidado Walter Daniel Benítez, de 25 años, en las mismas condiciones. El sumario abierto por la Procuración Penitenciaria obtuvo elementos suficientes para considerar su suicidio con un sospechoso tufillo a asesinato. Dos días antes de su muerte, Benítez había presentado un hábeas corpus ante el juez federal 1 de Lomas de Zamora, Alberto Santa Marina, denunciando haber recibido una paliza de cuatro guardiacárceles a quienes describió con pelos y señales. Las pericias médicas comprobaron la denuncia. Dos días después, Benítez se suicidaba. “No encontramos nada que apunte al suicidio –sostuvo una fuente ministerial–. Todos los internos consultados dicen que era un preso con chapa, que tenía una beba y que estaba por salir”.
La investigación interna terminó con un guardia suspendido y otro en disponibilidad. “No cumplieron con la orden del juez (Santa Marina) de acentuar la protección al interno tras su denuncia”, sostuvo Ruiz Moreno. El funcionario confesó a este diario que se encuentra “muy preocupado por la alta tasa de suicidios en el CP1 de Ezeiza. Con éste caso (Rojas Paz) son cinco ocurridos este año. y un sexto que un guardia evitó que se consumara. Es inadmisible que esto pase en una cárcel del Servicio Penitenciario Federal”. Ruiz Moreno trabajaba anoche en la redacción de una disposición por la que ordenará al Cuerpo de Psicólogos y Psiquiatras del SPF un estudio sobre cómo repercuten las condiciones de aislamiento del CP1 en los presos. Para tener un criterio externo, también convocará en forma simultánea a la Asociación de Psicólogos de Buenos Aires.
El caso de Benítez es investigado por Santa Marina, el mismo juez que a mediados de octubre ordenó a las autoridades de la cárcel de mujeres de Ezeiza que las internas del pabellón de “disciplina rigurosa”, eufemismo de castigo, tengan iguales condiciones de alojamiento que el resto de los pabellones.

 

 

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