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EL MINISTERIO DE DEFENSA TRAZO UN AMBICIOSO PLAN PARA LA ZONA
5000 franceses a no se sabe dónde

Aunque Francia especificó cuáles son
sus objetivos humanitarios y sus blancos militares, EE.UU. sigue bloqueando el despliegue de fuerzas en Afganistán, también para Gran Bretaña. Un experto británico analiza el tema con este diario en la página opuesta.

Jospin: el portaaviones �Charles de Gaulle� impedirá fugas terroristas por mar.

Por Manuel Cemois
Desde París

El Ministerio de Defensa francés adelantó ayer que Francia movilizaría un total de 5000 soldados que deben ser desplegados en las próximas semanas en varios puntos del territorio afgano. El destacamento francés tiene una misión a la vez militar y humanitaria. El primer contingente de tropas se encuentra ya en Uzbekistán a la espera de que las nuevas autoridades de Kabul autoricen el ingreso de un “grupo precursor” de 58 soldados pertenecientes al Regimiento de Infantería de Marina (RIMA) número 21. Siempre y cuando Afganistán acepte, Francia participará en la vigilancia y la reconstrucción del aeropuerto de Mazar-i-Sharif. En total, París prevé enviar unos 300 soldados hacia las zonas del norte de Afganistán con el objetivo de proteger la distribución de la ayuda humanitaria. El ministerio detalló hace unos días que la misión de las tropas francesas consiste esencialmente “en crear las condiciones favorables para el trabajo de las ONG y los organismos internacionales”. A mediados de diciembre, Francia empezará a completar su dispositivo con el arribo del portaaviones “Charles de Gaulle” y nuevas tropas que, esta vez, no integrarán destacamentos con misiones humanitarias sino con el esquema de “contribuir con la lucha antiterrorista”.
Los 58 soldados que se encuentran actualmente en Uzbekistán están estacionados junto a unos 1000 militares norteamericanos en la base aérea de Khamabad. Las tropas francesas y norteamericanas no pueden ingresar aún al territorio afgano debido a un considerable enredo administrativo y político que también bloquea la distribución de la ayuda humanitaria inmovilizada en Uzbekistán. Las organizaciones humanitarias exigen que Uzbekistán abra el paso fronterizo de Termez, el llamado “puente de la amistad” que une la ciudad uzbeca de Termez con la afgana Hariraton. Tashkent se niega sin embargo a rehabilitar el puente mientras que la situación política afgana no se aclare, es decir, hasta que Kabul no instale controles de aduana. Según el ministro francés de cooperación -que se encuentra actualmente en Uzbekistán– “los uzbekos temen ser infiltrados por elementos islamistas y esa es la razón por la cual mantienen cerrado el puente”. De hecho, la ayuda humanitaria está bloqueada desde hace 11 días en la frontera de Uzbekistán y ello demora también el trabajo de los soldados franceses.
El portavoz del Ministerio de Defensa precisó que a los 58 soldados que ya llegaron a la zona se le sumarán otros 160 y a ello se le agregarán luego seis aviones Mirage 2000 D. Respondiendo a las críticas formuladas por la prensa sobre la escasa presencia militar francesa en Afganistán, el vocero aclaró que habría “unos 5000 hombres desplegados en Afganistán”. De esos 5000 soldados, 2400 viajarán en el portaaviones Charles de Gaulle. En los últimos días, los medios de prensa locales ironizaron sobre la demora y las dificultades de París para integrarse en el dispositivo aliado en Afganistán. “¿Pero dónde está Francia?”, se preguntaba ayer un matutino. Saliendo al paso de esas burlas, el primer ministro Lionel Jospin aclaró las hasta entonces confusas misiones de las tropas francesas. Al anunciar el traslado del portaaviones Charles de Gaulle, Jospin subrayó que una de las misiones principales del portaaviones nuclear consistía en “evitar la huida e infiltración de los dirigentes terroristas por vía marítima”. Jospin indicó también que el apoyo terrestre a las fuerzas aliadas en Afganistán podía ser asumido por los aviones a bordo del Charles de Gaulle. Sin embargo, las autoridades políticas de Francia se esforzaron por “marcar” sus diferencias con el resto de los soldados presentes enAfganistán. Jospin insistió en recalcar que París contaba con “conservar” el control de las operaciones en el terreno y que las tropas francesas participaban con un objetivo “defensivo y local” y en función de una “solución política” elaborada por las Naciones Unidas.
Preocupado por el doble imperativo de que su misión no sea identificada con la de EE.UU. y de que esta no quede en manos de un comando aliado, el primer ministro francés declaró que la “contribución militar francesa se hará según las condiciones que nos convienen”. La misión estará “bajo control nacional” y su continuación o no se “evaluará en función de la solución política que se desprenderá de la acción de la ONU”. La oposición de la izquierda francesa a la intervención militar norteamericana en Afganistán y la cercanía de las elecciones presidenciales, marzo del 2002, obligaron a Lionel Jospin a elaborar un delicado plan de participación militar identificado esencialmente con tareas humanitarias y la lucha anti terrorista.

 

Claves

La semana pasada, Gran Bretaña envió una vanguardia de tropas de elite que tomó por sorpresa el aeropuerto de Bagram en el norte afgano. Después anunció el despliegue de 6000 tropas en ese país por “motivos humanitarios”.
Pero la Alianza del Norte, que ahora gobierna casi todo Afganistán, manifestó su oposición a ese despliegue y fue apoyada en eso por Estados Unidos, que quiere mantener fuera del juego a terceros países y prioriza la captura de Osama bin Laden, preferentemente muerto, y la destrucción de su red Al-Qaeda.
En este contexto incierto ocurre la movilización de soldados franceses, a quienes también se ha bloqueado la entrada a Afganistán.

 

EL BLOQUEO NORTEAMERICANO AL DESPLIEGUE DE 6000 HOMBRES
Gran Bretaña tuvo que ser menos grande

Por Angeles Espinosa
Enviada especial a Kabul

¿Qué hacen 500 soldados estadounidenses y 130 británicos en la base aérea de Bagram, a medio centenar de kilómetros al norte de Kabul? Cubrir el hueco que ha dejado la falta de una decisión clara sobre el despliegue de una fuerza multinacional de paz, según se desprende de conversaciones con varios expertos y observadores internacionales.
La ambigüedad de la resolución del Consejo de Seguridad ha abierto la puerta a cualquier posibilidad. El párrafo que pide ayuda internacional para mantener la paz “en las zonas evacuadas por los talibanes” no establece ni un mandato ni menciona a un país que lidere esa eventual fuerza. “Estados Unidos no tenía unos objetivos políticos claros, tan sólo objetivos militares dirigidos a echar a los talibanes y a capturar a Osama bin Laden”, asegura un experto paquistaní. De momento, a Mazar-i-Sharif han llegado una fuerza simbólica de 70 soldados turcos y otra conjunta franco-jordano-británica. Los británicos tienen otros 6000 hombres esperando para desplegarse. “No nos han consultado”, ha declarado Abdullah Abdullah, el canciller del gobierno provisional. El asunto ha creado cierta tensión con la Alianza del Norte. “Los británicos no consultaron ese despliegue, tan sólo lo anunciaron a la embajada afgana en Londres, pero el mensaje no llegó a tiempo a Kabul”, explica una fuente conocedora de los hechos. Al final el canciller Jack Straw tuvo que llamar a Abdullah para deshacer el malentendido y el despliegue quedó limitado a una décima parte de la primera brigada.
Sin embargo, ni británicos ni estadounidenses se han acercado a Kabul, aunque al parecer los norteamericanos están en el aeropuerto de la capital. Sus tareas parecen más bien de vigilancia, control y asesoramiento. Fuerzas británicas han realizado también tareas de protección para los altos funcionarios de la ONU cuando han salido de la ciudad. Los periodistas no tienen acceso a ellos. “La idea inicial de enviar fuerzas de los países islámicos estaba desde el principio condenada al fracaso”, confiesa un diplomático cercano a las negociaciones. “¿A quién íbamos a enviar, a fuerzas violadoras de los derechos humanos?”, se pregunta un observador occidental.
La realidad es que la elección se presentaba difícil. No se podían enviar tropas de los países vecinos por su vinculación con los diferentes grupos en conflicto: Pakistán con los pastunes en general y los talibanes en particular; Irán, Rusia y las repúblicas centroasiáticas, con la Alianza del Norte. Tampoco podían ser fuerzas árabes por la inevitable asociación que los afganos iban a hacer con los simpatizantes talibanes que han venido de esos países y a los que se atribuyen los mayores atropellos. Las posibilidades se reducían casi a Indonesia y Bangladesh.
Fuentes de la ONU reconocen la necesidad de “una fuerza multinacional, disciplinada, efectiva y discreta”. “Si las fuerzas occidentales se muestran discretas, no tiene por qué haber problemas, siempre que se coordinen con las autoridades afganas”, asegura un diplomático. De todas formas, el asunto resulta especialmente delicado por las diferencias de opinión que al respecto hay en el seno de la Alianza del Norte. Algunos de sus miembros, como Ismail Khan, gobernador de Herat, ya han expresado su rotunda oposición a esa posibilidad.
A todo esto, los rusos ya han enviado una delegación que sin duda está aquí para apoyar al líder de la Alianza, Burhanuddin Rabbani, el líder del “gobierno legítimo” según Moscú. Los turcos, que tienen vínculos a especiales con los uzbecos, mayoritarios en Mazar, han dicho que sus fuerzas en esa ciudad van a ayudar a crear unas fuerzas militares antitalibán, es decir, reforzar la milicia del general uzbeco Abdul Rashid Dostum.

 


 

�Nuestro objetivo es reconstruir�

Por Marcelo Justo
Desde Londres

Las diferencias entre Estados Unidos y Gran Bretaña en torno de la guerra en Afganistán son cada vez más evidentes. El miércoles Clare Short, la combativa ministra de Desarrollo Internacional del gobierno de Tony Blair, acusó a Washington de obstaculizar el ingreso de tropas británicas y francesas a Afganistán para garantizar el suministro de alimentos. Con un océano de por medio, el secretario de Defensa de Bush, Donald Rumsfeld, dejó en claro que la prioridad estadounidense sigue siendo Osama bin Laden. Página/12 analizó el tema con Phillip Sabin, experto en temas estratégicos del Centro de Estudios de Guerra del King’s College de Londres.
–¿Cómo explica las diferencias entre Estados Unidos y Gran Bretaña?
–Las prioridades son diferentes. Para Estados Unidos lo más importante es atrapar a Osama bin Laden y terminar con la red Al-Qaeda. Para Gran Bretaña, como lo manifestaron Tony Blair y el canciller Jack Straw, el objetivo es reconstruir Afganistán. El gobierno británico opina que Occidente se desentendió de Afganistán una vez que la ex Unión Soviética se retiró del país y que, como consecuencia, después tuvo el problema de los talibanes. El gobierno de Tony Blair no quiere repetir el mismo error.
–Clare Short dijo a la BBC que Gran Bretaña y Francia estaban listas para intervenir, pero que “lamentablemente esto había sido demorado”. ¿Se refería a Tommy Franks, el comandante estadounidense en la región, que es el que tiene que autorizar el despliegue de tropas?
–Esa es la interpretación que se ha dado. La idea es que si Estados Unidos hubiera estado más interesado en la ayuda humanitaria que en Bin Laden, habría autorizado el despliegue de tropas de Gran Bretaña y Francia, pero que teme cualquier operación que pueda poner en peligro su primordial objetivo antiterrorista. En mi opinión, no es tan simple. El obstáculo crucial es la Alianza del Norte que no quiere una masiva intervención de tropas extranjeras, por más que vengan a cumplir tareas humanitarias, porque pueden terminar robándoles la victoria militar que consiguieron en el terreno. Una vez instaladas en Afganistán, estas tropas podrían tener un impacto decisivo en la formación de un nuevo gobierno. No es un secreto que Estados Unidos y Gran Bretaña querían un gobierno afgano con la menor participación posible de la Alianza del Norte. No es muy asombroso entonces, que la Alianza del Norte no quiera la presencia de 6000 efectivos británicos en el país.
–El mismo gobierno británico no parece tener muy en claro para qué envía las tropas. ¿Cómo se explica la confusión que existe en torno de este tema?
–En parte, es por la urgencia. El gran temor antes de la caída de los talibanes era a que resistieran hasta el invierno y que eso provocara una catástrofe humanitaria porque el clima cerraría el acceso al país. Los talibanes cayeron. El invierno es inminente. Gran Bretaña quiere tener 6000 efectivos en el país para garantizar el paso de las caravanas de ayuda humanitaria. El temor es que sin la presencia de estos efectivos, los jefes militares locales puedan poner en peligro el suministro de alimentos.
–El hecho de que hubiera tropas especiales británicas, las SAS, debe haber contribuido a las suspicacias de la Alianza del Norte.
–Esto se debe a razones logísticas y político-militares. En la situación actual no se pueden desplegar tropas de las Naciones Unidas, porque es algo que lleva tiempo organizar, mientras que los 6000 efectivosbritánicos ya están en la zona. Además la situación es extremadamente inestable. Para lidiar con el peligro muy real de una completa anarquía en Afganistán, se necesitan tropas bien entrenadas que, en caso de ser necesario, puedan entrar en combate. El plan es que las tropas británicas se retirarán cuando se estabilice la situación, dejando en su lugar a una fuerza de la ONU compuesta de efectivos de países islámicos, mucho más aceptables para una nación musulmana.
–Según el Programa de Ayuda Alimentaria, apenas hay reservas de alimentos para 10 días en Afganistán. ¿Se podrá evitar una hambruna?
–No va a ser fácil. Me parece que mucha gente sufrirá y morirá como consecuencia de la escasez de alimentos. Lo peor que puede pasar es que la situación política no se estabilice y que haya guerra entre las distintas facciones. Esto generaría las condiciones para una catástrofe humanitaria.

 

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