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Nosotros, los argentinos
Por Osvaldo Bayer

La República es corrupta. La República está corrompida. ¿Cuál de las dos frases vale? La Iglesia nos habla de una “corrupción generalizada”. Es decir, todos somos corruptos. Por fin dice eso. Era tiempo, aunque –sin ser pesimistas– nos parece hasta un poco tarde. Lo podría haber dicho en 1983 para hablar de los colaboracionismos con la dictadura; lo podría haber dicho cuando las leyes de punto final y obediencia debida; lo podría haber dicho con el Pacto de Olivos; lo podría haber dicho cuando se liquidó todo lo argentino al menor postor.
Viajo por tren el domingo pasado, de Constitución a Quilmes. Todo sucio, todo roto, todo triste. La angustia. Recuerdo mi infancia cuando viajábamos de Bernal a la Capital. Todo verde, todo limpio, la gente vestida de domingo, las estaciones blanqueadas. Setenta años después voy hacia el fin. Todo es mamarracho. De Constitución a Quilmes suben 23 vendedores ambulantes. Desde la Virgen Desatanudos a libros para interpretar sueños, desde panchos a tijeras por un peso. Van y vienen. Conforman como un coro. El canillita grita que está por salir Menem en libertad. Es una pobreza-miseria, mísera, miserable. Todos nos miramos como si estuviéramos pegoteados. Llegamos a una estación toda basura, la gente se pierde en calles con ninguna vivienda terminada y carrocerías rotas, sucias, oxidadas. En las paredes los nombres de Rückauf, de Duhalde y se me unen los nombres de los radicales anteriores y más allá aún al tiempo del troglodismo, con Imaz, con Camps. Y Martínez de Hoz dando una conferencia en el Hotel Hyatt. Y pasan las fábricas vacías. En la angustia, en las fábricas vacías se me asoman los desaparecidos, aquellos que en asambleas proclamaban el futuro argentino como una comunidad organizada hacia la solidaridad y la paz eterna. Sí, sí, los oí así. Cuando el gringo Tosco habló de socialismo en el gremio de viajantes. Humilde, limpio, con las monedas justas para tomar el colectivo de regreso. De él a los gordos de ahora. Tienen razón los curas. Somos todos corruptos. Si vemos por la calle a Daer, lo saludamos. Una pareja chaplinesca: el Videla flaco de desapariciones y el gordo Daer. Dos hombres que nos hicieron marcar el camino hacia la corrupción de la que hablan los obispos. De la Rúa sostiene que los argentinos son tacaños, que sólo les falta el “click”. El triste pasaje a Quilmes de pronto ríe. Estallan las carcajadas. Se ha descubierto de pronto que los que ganan doscientos pesos por mes son avaros. Un chiste de cerebro mágico. Un pasajero se convence y compra una estampa de la Virgen Desatanudos. Es la única compra en todo el viaje. Por ahí se empieza. Compre. Así demuestra ser patriota.
Voy a seguir mi camino por la República corrupta. El martes visité en Ezeiza al preso político Carlos Bertola. Carlos pertenece a la organización HIJOS. Sus padres son desaparecidos. Desde muy pequeño, el hoy preso político fue criado por su abuela. Su abuela se convirtió así en su madre. Esa abuela falleció hace pocos días y el preso hizo todos los trámites imaginables para poder concurrir a su sepelio. Intervinieron las autoridades penitenciarias y las judiciales. Se accedió, teniendo en cuenta que Carlos era huérfano y la abuela había cumplido con los deberes de los padres desaparecidos. Para lo cual, de la cárcel se lo trasladó a un calabozo y esperara allí el medio que lo transportaría al cementerio. Esperó horas y horas con su dolor y con su bronca. Después lo sacaron del calabozo y lo devolvieron al penal y le murmuraron algo así como que no había medios de transporte. La chicana argentina. La Justicia argentina. A unos, Don Torcuato; a otros, el calabozo infamante. A unos, la Corte Suprema de pie, sonriente y haciéndole la reverencia al corrupto que sigue teniendo el poder; a otros, los carceleros que gozan haciendo sufrir al preso, más si es de izquierda. Una vocación. Una vocación argentina. La de la Corte Suprema liviana y abordable, y la de un sistema carcelario deahorcados en su celda y vejados. Pero el Presidente que Dios nos envió dirá –chasqueando la lengua– que los argentinos somos democráticos (y corruptos, agregarán los obispos). (Los piojos y las cucarachas avanzan, están por presentar su lista para las próximas elecciones; el lanzamiento se hará desde La Rioja.) En Don Torcuato, con la buena nueva estuvo también el celebérrimo subcomisario Patti, con sus torturas y sus crímenes en el rostro. Allí estaba, no podía faltar. Un cuadro argentino que vendrá a completarse con Bussi y Rico. Hombres de perspectivas con este Parlamento, con esta Justicia, con este Cavallo.
Pero los argentinos debemos mantenernos calmos y seguros. Tenemos -entre los ministros– a un demócrata que aguanta todos los lavados y planchados. Es llamado por sus allegados “Cuaresma” y es ministro de Defensa. Fue el defensor a ultranza de las leyes alfonsinistas de la obediencia debida y punto final. Eso le dio un poder infinito dentro del partido radical. Jaunarena acaba de tener el día más feliz de su vida. Por ausencia del ministro de Relaciones Exteriores, él firmó el rechazo a los pedidos de extradición que la Justicia europea ha presentado para dieciocho criminales argentinos de gorra y de toga. Cualquier hombre de honor se hubiera avergonzado de mancharse las manos de esa forma. Después de la Obediencia Debida y Punto Final, ahora esto. ¿Cómo llamar a esta acción? La arrodilladura por excelencia, el lambeteado ejemplar, la sumisión más prosternada... Sin ninguna duda a Jaunarena le corresponde el galón del suboficial honoris causa, del edecán que revisa las botas, del hombre que ha hecho de la reverencia la consecuencia más estable de su vida.
Pero hay otro que, si sigue así, pronto será el Jaunarena bis. Se llama Raúl Zurbrigk y es el intendente de General San Martín, la antigua Villa Alba, población pampeana con una historia valiente de luchadores del campo por sus derechos. Pues bien, escribir la historia clara y estoica de ese pueblo fue encargada nada menos que a un torturador y asesino de lo más tenebroso del campo de concentración de El Vesubio: José Alberto Hirschfeld (legajo 7170 de la Conadep). En ese campo de concentración estuvo detenida Elisabeth Käsemann, la joven alemana asesinada por orden del general Suárez Mason, justo uno de los que acaba de salvar de la extradición el ministro Jaunarena. Las mujeres sobrevivientes de El Vesubio relataron el destino que les tocó vivir a ellas, por obra y gracia del bestia José Alberto Hirschfeld, alias “Fodo”, alias “Herrera”. La escena más cobarde es tal vez cuando hacía desnudar a las mujeres para llevarlas al baño y se las sometía a toda clase de toqueteos, de gestos y palabrotas obscenas hasta el asco. Con malolientes risotadas de los guardianes de José Alberto Hirschfeld, quien todos los días traía nuevas ideas perversas para mantener el clima de terror imperante en el campo de horror.
Por reacción de varios organismos de derechos humanos, al torturador le fue retirado el encargue de escribir la historia del pueblo. Pero él, la hizo igual. Y su libro fue llevado a las escuelas. Cuando la protesta fue general, el intendente Raúl Zurbrigk dijo estas palabras de una sabia profundidad: “El (el torturador) es un nativo del pueblo. Siempre viene. Tiene los padres viejitos y los visita”. Enternecedoras palabras de un cinismo imposible de superar. ¿Es tontera o malicia? ¿Es estupidez o simpatía por las torturas ejecutadas por el cobarde represor? Más todavía, el intendente Raúl Zurbrigk agregó con sonrisa bonachona, cuando le preguntaron por el pasado represor de la bestia humana: “Es un tema que no me puse a pensar. Es un tema que, en San Martín, a muy poca gente le interesa”.
Sabiduría acomodaticia, cínica, de absoluta cobardía. El señor es intendente. En cualquier sociedad ética le hubieran dicho: “Váyase, señor, váyase”. El ministro de Educación de la provincia, Miguel Angel Tanos,relativizó todo cuando recibió la denuncia de que el libro del torturador era usado en las escuelas. Somos todos argentinos. Mientras tanto, José Alberto Hirschfeld, alias “Foco”, alias “Herrera”, se pasea por el pueblo con sombrero gaucho, para ejercer de patriota. Gracias a la obediencia debida, gracias al punto final. Entrechocar de manos satisfechas con Jaunarena, alias “Cuaresma”, el ministro alcamonías.
Un idealista dijo por ahí que, con la resolución de la Corte Suprema de la Nación sobre el negociado de armas y la libertad de Menem y familia, se iba a producir la renuncia de todos los jueces dignos de la República. De pura indignación y ética. ¿Cómo? No. Ellos, en gran parte, son tan derechos y humanos como los integrantes de la Corte. Y, por sobre todo, argentinos.

 

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