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Por Horacio Bernades
En la noche del 9 al 10 de
noviembre de 1938, grupos de choque nazis, incitados por el propio Hitler,
prendieron fuego a sinagogas berlinesas, destruyeron comercios y casas
particulares pertenecientes a miembros de la comunidad judía, golpearon
a cuanto sospechoso se les cruzara a su paso y asesinaron
a casi un centenar de personas. Esa noche de pesadilla pasaría
a la historia como kristallnacht o noche de los cristales rotos.
Era el primer signo del genocidio que se avecinaba. Al mismo tiempo, y
obviamente en mucho menor escala, una operación contraria comenzaba
a ponerse en marcha.
Con consentimiento de los padres, una red de solidaridad internacional
comenzó a sacar a niños judíos de Alemania, Austria
y Checoslovaquia, poniéndolos a resguardo en Inglaterra. Ese operativo
se conoció como kindertransport, se extendió durante unos
años y tal vez haya quedado algo oscurecido por los horrores que
comenzaban en Europa Central, aunque gracias a él nada menos que
10 mil niños salvaron la vida. Ahora, un documental producido con
colaboración del Museo del Holocausto de Washington rescata esa
tenue luz en medio de la noche. El título, En brazos de extraños.
Con la insigne Judi Dench como narradora, la película ganó
el Oscar al Mejor Documental en la penúltima entrega y se estrenó
hacia fines del año pasado en Estados Unidos. Por estos días,
el sello AVH la edita directamente en video, en un aporte infrecuente
para un rubro que, como el videohome, suele agotarse en el mero entretenimiento.
Lo primero que pasa cuando ocurre un desastre es que nada cambia,
dice Lore Segal, que era una niña aquel 9 de noviembre, y hoy en
día es una escritora que, a la distancia, reconoce que la experiencia
vivida le sirvió para volcarla en su libro Las casas de otra gente,
donde cuenta su largo deambular a través de hogares adoptivos ingleses.
Aunque nunca se diga a lo largo de En brazos de extraños, distribuida
por Warner Brothers, en su momento el gobierno de Estados Unidos declinó
la posibilidad de recibir niños en esas mismas condiciones. Obviamente,
todos los sobrevivientes recuerdan con desgarro el momento en que sus
padres los llevaron hasta una estación de tren, despidiéndose
en algunos casos para siempre. Para Lori Cahn no hubo despedida: su padre
no toleró la idea de la separación y la bajó del
tren que la hubiera llevado a Inglaterra. Tiempo más tarde, tanto
ella como sus padres fueron a parar a Auschwitz, de donde sólo
la niña salió con vida.
Sobrevivir es siempre un accidente, dice Norbert Wollheim,
que tuvo a su cargo la conducción de varios convoyes de niños.
Echémosla al fuego también a ella, cuenta otra
testimoniante que oyó decir a su lado, en medio de los incendios
de la kristallnacht. A su turno, Eva Hayman recuerda el día en
que, por primera vez, sus compañeros de escuela se apartaron de
ella por ser judía. Obviamente, en todos los casos la alegría
de pasar la frontera nunca fue total, sabiendo que atrás había
quedado el resto de la familia. Terminada la guerra, algunos tuvieron
la fortuna del reencuentro. Fueron los menos. Casi siempre, cuando intentaron
retomar el contacto con sus padres, se encontraron con una carta informándoles
que aquéllos habían sido enviados a campos de exterminio.
Nunca regresaron de allí.
Producto seguramente de la familiaridad con el horror, la mayoría
de estos sobrevivientes les cierra el paso a las lágrimas. Cuando
éstas afloran, la emoción se potencia. Jugado a la emoción,
aunque sin caer jamás en sensiblerías, En brazos de extraños
no desentona en la pantalla del televisor. Como los documentales que regularmente
pueden verse en algunos canales de cable, hay aquí una intensiva
investigación sobre material de archivo, intercalada con declaraciones
a cámara y algún pequeño fragmento reconstruido,
allí donde no se contaba con otras imágenes para ilustrar
los relatos. Su mayor mérito es, seguramente, el detransmitir la
experiencia directa de algunos de aquellos niños, hoy en día
gente de edad.
Ese es también el techo de un documental como éste: más
que dar armas para intentar comprender la anatomía misma del horror
(como ocurre con la modélica Shoah, de Claude Lanzmann, editada
en video por el sello Blakman), En brazos de extraños apunta a
la empatía con las víctimas, la emoción compartida.
Un sentimiento sin duda noble y válido, aunque tal vez limitado.
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