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OPINION
Por Mario Wainfeld

UN PERONISTA EN LA LINEA SUCESORIA. UN RIESGOSO SALVATAJE A LOS BANCOS
Cuando todos parecen ir a la Puerta 12

La elección de
Puerta tras una larga siesta oficialista. El Gobierno vs. su propia bancada de senadores. Las debilidades de los presidenciables del PJ.
La lógica de las nuevas medidas. Sus riesgos. La eterna lógica de Cavallo.

A riesgo de romper un código básico de comunicación, se anticipa que esta columna no responderá las preguntas que, muy presumiblemente, se formula hoy el atribulado lector de Página 12. Qué ocurrirá en los próximos días, cuáles serán las reacciones de una sociedad descreída y en depresión económica ante una serie de medidas que acentuarán la recesión, qué harán –o dejarán de hacer– millones de trabajadores en negro cuando se le explique que no pueden cobrar sus salarios, qué será del Gobierno, qué pasará con el PAMI en diciembre, a cuánto cotizará el Patacón en Navidad, qué escenas se verán en los bancos cuando abran y no estén en condiciones de dar respuesta a sus asustados clientes (muchos de ellos clientes cautivos por añadidura). Qué fábula urdirán Fernando de la Rúa y Domingo Cavallo si, como todo lo sugiere, el desesperado paquete creado en estos días –como viene ocurriendo con todas y cada una de las medidas de la dupla– agrava los problemas preexistentes sin resolver el incendio focalizado que intenta aplacar.
Pero el planteo sugiere la respuesta. Todo induce a imaginar escenarios ominosos, más graves aún que el negro presente. La economía argentina termina, sin gloria y con mucha pena, un ciclo perverso. Y la política da lástima desde hace rato.
Nada sorprende ya, si es malo. No sorprende, por caso, que el anuncio de la espectacular acogida que tuvo el tramo local del canje de la deuda haya sido desleída por suceder en uno de los días más desdichados de un gobierno que ya cosecha muchos. Al fin y al cabo, al blindaje 2001 (sí, 2001) se lo comieron los piojos y al megacanje la langosta. Siempre hay una plaga que pulveriza seudo hazañas económicas que jamás llegan a impactar en el bolsillo, en la esperanza o en el humor de la gente de a pie.

La política en la Puerta 12

En la semana en que el PAMI casi quiebra y el sistema financiero quedó al borde del KO, la corporación política añadió una mancha más a su lomo atigrado. La designación de Ramón Puerta como presidente del Senado no es un golpe institucional como dramatizó la UCR pero sí un nuevo desgaste. Eso ante quienes se interesan por esos tópicos, una minoría que se encoge día a día. Para la mayoría, las idas y vueltas de sus dirigentes carecen de interés y nótese que se trata de legisladores votados hace mes y medio.
Es difícil exagerar los errores del oficialismo que preludiaron la decisión. De hecho, es difícil hasta enumerarlos en su totalidad. A riesgo de omitir alguno recordemos los más salientes.
Antes de los comicios, el Gobierno decidió una interpretación del resultado, capciosa a carta cabal. En la Rosada y en Villa Rosa se explicó que De la Rúa no participaba y que, por ende, no sería derrotado.
En vísperas del diluvio, resolvieron negarlo. Cuando aconteció estaban sin paraguas.
Con la chapa a la vista, imaginaron que el peronismo no atacaría las posiciones del Gobierno. Que el voto bronca y sus internas lo paralizarían.
Ni siquiera se dieron por aludidos cuando los justicialistas comenzaron a extrovertir su intención de presidir la Cámara. Puerta mismo lo anunció en un reportaje en este diario contados días después de la elección.
Para peor, el oficialismo no actuó unido. Los senadores de la UCR se movieron (es una forma de decir) por su lado, el Ejecutivo por otro. “Mario Losada nos dijo que era apenas una interna misionera –rezongaba un alto funcionario político– que Puerta quería desbancarlo a él. Estaba convencido de que –proponiendo otro presidente radical– el problema se zanjaba”. “Otros nos decían que habían hablado con Duhalde, con Corach y con Eduardo Menem que objetaban la jugada. Yo les decía: nosotros también hablamos con ellos y sabemos cómo piensan. Pero Corach termina su mandatoy los otros son minoría. Nos aseguraban que no le bajaban el precio al tema.”
Tarde y mal salió Ramón Mestre a mediar y fracasó. En el camino, sugirió que, si no le daban bolilla, De la Rúa mismo se haría cargo del entuerto. Una forma de minimizarse desde el vamos y de mandar al frente al Presidente. Otros dos ministros cuestionaron, ante periodistas de este diario, la invocación al Presidente de Mestre y sus groseros errores de manejo.
Una vez derrotado, el oficialismo propuso una interpretación autoindulgente, en la que nadie creyó: la presencia de Puerta compromete al peronismo con la gobernabilidad. Para redondear, algún ministro alegó que De la Rúa siempre saca tajada de sus derrotas, que capitaliza simbólicamente “hacer de víctima”. Una sandez si se advierte que la imagen presidencial linda con el segundo subsuelo.
El Gobierno cae en un error propio de ciertos émulos menores de Goebbels: cree que las mentiras se imponen por su mera repetición, si se las empaqueta bien. Imaginan que proponer un punto de vista es imponerlo. De la Rúa y sus huestes son impotentes para conducir la realidad y luego explican que ésta se acomoda a sus deseos.
Lo cierto es que el oficialismo, distraído en su propia retórica, no armó su frente interno para negociar el punto con el PJ. Había un término posible de acuerdo a explorar: conceder al PJ el manejo de los fondos y la administración de la Cámara. Un bocado deseable, si se piensa mal, pues ahí están la plata, los contratos, las ollas en que pueden cocinarse surtidos ñoquis. Una concesión lógica, si se es piadoso, pues el manejo interno de la Cámara –que por costumbre atañe a su presidente– bien puede otorgarse a su mayoría. Cuando Carlos Alvarez presidió el Senado, llevó para esos menesteres a un viejo amigo de su total confianza, Ricardo Mitre. Pues bien, si la UCR quería conservar el lugar de Chacho tenía que disponerse a ceder el de Mitre. Pero faltó astucia, voluntad y muñeca en la Rosada y en el Congreso.

Todos unidos contra Duhalde

Claro que pulsear con el peronismo es duro. Su fragmentación, contra lo que fantaseó el Gobierno, añade complejidad a esa tarea de por sí insalubre. La emergencia de Puerta nació como subproducto del crecimiento poselectoral de Eduardo Duhalde y su pronta hiperquinesis nacional. Sus compañeros senadores de otras provincias (que lo quieren menos que poco) le marcaron prestos la cancha. Le impusieron el peso del número, un menester que los peronistas acostumbran acometer con bríos, desparpajo y hasta cierta alegría. Bastó que el bonaerense hablara en nombre del peronismo, para que lo desmintieran con bríos.
La jugada tampoco fascinaba a José Manuel de la Sota, Carlos Reutemann y Carlos Menem, pero ninguno podía imponer su criterio al conjunto. Ni estaba dispuesto a pagar un ápice de costo simbólico defendiendo una posición del oficialismo que, para colmo, no se movía. Es que todos son presidenciables pero no pueden imponer decisiones al conjunto de la dirigencia. Por lo cual optan por no quedar en descubierto.
Los presidenciables –Menem el que más pero no el único– atisban una situación peculiar: la interna partidaria es mucho más dura de ganar que la eventual elección nacional futura. Por lo tanto, nadie puede ceder un tranco de pollo adentro. Un escenario de empate entre los “poderosos”, del que buscan sacar partido integrantes de la segunda línea: Adolfo Rodríguez Saá, Néstor Kirchner han crecido en estos tiempos. Y ahora Puerta tiene un lugarcito bajo el sol.
“Dicen que es cavallista. Que es amigo de Chrystian Colombo. Que es de Menem. Que ya habló con Ruckauf. Todo eso es verdad. Pero no se engañe: desde hoy Puerta es de Puerta”, describía un astuto dirigente peronista que, como todos sus compañeros, disfruta haciendo de peronólogo. Esa ciencia de la que Mestre y Losada parecen ignorar hasta la bolilla uno.
“A no exagerar –se consolaba ante Página/12 un pilar de la Rosada– si estamos haciendo un canje de deuda de 50.000 millones tras modificar el Código Civil mediante un decreto de necesidad y urgencia. Si existen facultades especiales, esto no es tan grave.” El punto es que todos esos defectos se van adicionando. Apenas ayer fue la parodia de votación de déficit cero donde los oficialistas se trasvestían de opositores y viceversa. Luego el voto bronca. Luego la liberación de Menem. Cada semana la dirigencia del sistema democrático hace lo suyo para desacreditarse.
Este columnista cree que hubo desprolijidad institucional, agravada por la puesta en escena de la jura, con Luis Barrionuevo patoteando y Angel Pardo haciendo ostentación de su impunidad. Pero esa crítica sistémica es la menor. Lo más grave es que los senadores elegidos el 14 de octubre nada hicieron desde entonces sino rolar en derredor de esas roscas mínimas. Lo peor no es que Puerta presida el Senado, sino que la mayoría electoral haya dedicado todos sus afanes a ese cometido que sólo les importa a los propios senadores.
Algo habrá que reconocer. Nadie añorará en el Senado ni la aptitud política de Losada ni la ejemplaridad de José Genoud, las dos figuras que el radicalismo catapultó a la banca que hoy ocupa el misionero.

El primo del Bonex

“Teníamos en carpeta estas medidas, pero era un plan B. No creíamos que fuera a haber fuga de depósitos hoy. Pensábamos que el canje iba a obrar un ‘efecto confianza’.” Fue el viernes, cuando los rumores iban y venían y miles de ciudadanos hacían cola en los cajeros automáticos. Lo decía sin ponerse colorado un funcionario de Economía, desnudando la asombrosa ceguera de un gobierno que se sorprende ante hechos largamente anunciados.
Todo era de cajón. Al déficit cero lo siguen como la sombra al cuerpo la acentuación de la recesión, la caída de la recaudación fiscal y la fuga de los depósitos. El sistema bancario argentino resistió bastante pero alguna vez tenía que tocar fondo.
Los bancos de origen nacional perdieron posiciones frente a los extranjeros radicados acá. Pero éstos fueron desamparados por sus casas matrices: tal como ocurre con las privatizadas de servicios, desde el Primer Mundo no se remesan más fondos a los toneles sin fondo de este confín del Sur. A su modo, las filiales locales de multinacionales deben vivir “con lo nuestro”. Y lo nuestro, inclusive para ellos, es caro y poco.
En el Gobierno se quejan amargamente de ataques especulativos contra la Argentina. Ese reproche, que jamás termina siendo denuncia cabal, suele brotar de boca de Colombo, Adalberto Rodríguez Giavarini y Nicolás Gallo. El diagnóstico tiene su cuota de verdad, pero omite evaluar que ése es el capitalismo global al que la Argentina se montó (o viceversa) sin beneficio de inventario. Se apostó a los capitales golondrina, se desamparó a los sectores productivos y favoreció a los financieros, se mimó y ensalzó a los dueños de la City.
Cavallo mismo, en el decurso de su actual emirato, se cansó de dar bocados al sector financiero. Bancarización creciente, rebajas impositivas a los poseedores de bonos (¿quién puede ser el beneficiario sino los bancos?), comisiones fastuosas por el megacanje.
Como toda hechura de los Cavallo boys, las medidas que se anunciaron ayer tienen su astucia y hasta cierta sutileza técnica pero son nítidas en sus objetivos. Su objetivo primordial, si no único, es evitar la salida de dinero de los bancos.
El plan es un primo cercano del Bonex y abreva en la experiencia de Ecuador, país que tuvo su default y su devaluación y que sirvió deconejillo de Indias para varios hombres del hiperministro, entre ellos Guillermo Mondino y Horacio Liendo, que metieron buena baza en las medidas.
Según el discurso de Economía, se quiere evitar el efecto recesivo de un congelamiento total de depósitos, como lo hubo en Ecuador y cuando el Bonex. Digan lo que digan, es obvio que habrá un enorme parate porque cesarán prácticamente todos los pagos en negro –una proporción importante de la actividad del país–.
Entre los asalariados bancarizados, muchos no disponen de chequera y resulta chocante creer que los bancos –que suelen ser tan caros como ineficientes– subsanen esa carencia (que los favorece) en un lapso breve.
Hace diez años que, acudiendo a una parafernalia de recursos, Cavallo viene motorizando la más regresiva transferencia de ingresos que recuerden estas pampas. Tiene su lógica que la complete haciendo un salvataje a la banca sin parar mientes en el destino de kiosqueros, trabajadores temporarios, pymes, migrantes ilegales, laburantes en negro.
“Con eso ganamos 90 días”, dicen los operadores políticos del Gobierno cuyas dos funciones más palmarias son quejarse de los malos que son los peronistas y glosar las decisiones de Cavallo, de las que suelen enterarse por los medios.
Seguramente se equivocan:
a) Como siempre, el oficialismo cree que la sociedad es inerte y que sus medidas no tienen contraindicaciones. Añadir sequía a la depresión económica, dejar a la gente sin plata a principios de mes puede detonar reacciones impredecibles y poner en jaque la zozobrante gobernabilidad. Habrá que ver si este plan es viable.
b) Si lo fuera, su operatoria insumirá mucho más que los 90 días que propone el respectivo decreto.
¿Y el día después? pregunta Página a un cavallo man.
“Va a ser muy duro. La gente va tener desconfianza. Bien puede que cuando abran los bancos todos se abalancen a retirar sus depósitos.”
¿Sabe el lector cómo llaman en la City a esa conducta, remedo de las películas de Far West en que los ahorristas se agolpan en la vereda esperando para sacar su dinero?
“Efecto puerta.” De veras.

¿Y el resto del mundo?

¿Qué más hay, aparte del salvataje? Vayan a cuenta tres frases textuales oídas en la Rosada o en Hacienda.
“La recaudación de noviembre será por lo menos 11 por ciento menor a la del año anterior.”
“Los 60 millones de dólares en Lecop que le dimos al PAMI nos zafan del problema hasta el miércoles 3 o jueves 4.”
“El peronismo no será el principal obstáculo al presupuesto 2002. Al final, lo aprobarán, como siempre hicieron con nuestras leyes económicas. Veo mayores dificultades en dos frentes. El primero es la reacción gremial y social por la derogación del Fondo de Incentivo Docente. La segunda, temo, serán los organismos internacionales de crédito que no van a bancar así como así un presupuesto que es insustentable.”
Valga una pregunta casi metafísica para pensar la política. ¿De qué sirve postergar lo inevitable? Vaya a usted a saber, pero es la única conducta constante de un gobierno que ha transformado el día a día en una continua pesadilla.

 

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