Principal RADAR NO Turismo Libros Futuro CASH Sátira
KIOSCO12


COMO OPERARA LA RED TERRORISTA AL-QAIDA EN EL FUTURO
El mundo después de Bin Laden

Hay amplio consenso entre los especialistas que los días de Osama bin Laden están contados. En estas páginas, las opiniones contrastantes de especialistas británicos sobre su legado.

Reducida: Los especialistas creen que Al-Qaida está reducida a los combatientes en las montañas afganas y las células durmientes en otros países.

Por Marcelo Justo
Desde Londres

Es el hombre más buscado de la Tierra, el trofeo máximo de la guerra en Afganistán, la cabeza que George Bush quiere presentar como ofrenda al pueblo estadounidense. El artífice del terrorismo internacional en la demonología norteamericana, Osama bin Laden, estaría en la remota zona de Tora Bora en el sudeste de Afganistán, protegido por unos 2000 miembros de Al-Qaida y un laberinto de túneles y cuevas en las montañas. Su captura “vivo o muerto” sería un duro golpe a la organización que lidera, pero, según los especialistas en el tema consultados por Página/12, no constituiría el fin de Al-Qaida.
Al-Qaida o “la Base” fue creada en 1989 tras la retirada de las fuerzas soviéticas de Afganistán y opera en unos 40 o 50 países de todo el mundo. En la cúspide de la organización se encuentra Osama bin Laden y el consejo o “Shura”, compuesto por unos 15 fogueados clérigos y combatientes de Arabia Saudita, Yemen, Kuwait y otras naciones islámicas. El consejo tiene cuatro comités: militar, religioso, propagandístico y financiero. Los dos primeros son clave en la formación de nuevos miembros. El comité militar es el encargado del entrenamiento de combatientes en dos técnicas separadas: guerra de guerrillas y operativos terroristas. El religioso está a cargo de la formación ideológica de los cuadros.
Los cálculos estimativos son que Al-Qaida cuenta con unos 4000 combatientes, la mitad de los cuales se encuentra en Afganistán, y un número indeterminado de activistas y simpatizantes. Entre las organizaciones que mantienen vínculos con Al-Qaida se encuentran grupos separatistas propaquistaníes de Kashmir, el IMU (Movimiento islámico de Uzbekistán), el Abu Sayyaf en Filipinas, el GIA de Argelia y grupos de la guerrilla chechenia. Estos grupos tienen una base autóctona, practican diversas formas de guerra de guerrillas y su grado de islamismo varía. La relación con Al-Qaida es lábil. “Hay una afinidad ideológica, un vínculo religioso y un ‘préstamo’ mutuo de combatientes para coyunturas específicas, pero no es una relación orgánica”, puntualizó a Página/12 el iraquí Mustaffa Alani, investigador asociado del Royal United Services Institute de Londres.
El espectacular crecimiento de Al-Qaida en los 90 se vio favorecido por la presencia del gobierno talibán y las ambigüedades de la política estadounidense. El régimen fundamentalista afgano contaba con la colaboración de Pakistán, un tradicional amigo estadounidense, y aseguraba la estabilidad que necesitaban las compañías petroleras norteamericanas para los oleoductos y gaseoductos que cruzarían Afganistán, provenientes de las importantes reservas del Mar Caspio, con destino al Mar Arábigo y el resto del planeta. Este mutuo acomodamiento entre los talibanes y Estados Unidos llegó a tal punto que, según un libro de dos analistas franceses de inteligencia, La verdad oculta, el subdirector del FBI, John O’Neil, renunció en julio pasado en protesta por la obstrucción del gobierno de Bush a la investigación que estaba realizando sobre la actividades de los talibanes.
“El principal obstáculo para la investigación del terrorismo islámico son los intereses petroleros estadounidenses”, reveló O’Neil en el libro. Estos intereses están ampliamente representados en el gobierno norteamericano mediante los vínculos que tienen con la industria energética el presidente George Bush el vice Dick Cheney (que viene de la compañía de servicios petroleros Halliburton) la asesora de seguridad Condolezza Rice (proveniente de Chevron). El 11 de setiembre destruyó este entendimiento entre la estabilidad que proveía el gobierno talibán y la vista gorda estadounidense. La negativa del gobierno afgano de entregar a Osama Bin Laden precipitó la acción militar norteamericana y cavó la tumba del gobierno fundamentalista que, al cierre de esta edición, se aferraba a su último refugio, Kandahar. Para Al-Qaida la pérdida de Afganistán tiene serias implicaciones. Desde la toma del poder del Talibán en 1996, Al-Qaida había dispuesto de una base de operaciones donde planear ataques, entrenar nuevos combatientes y almacenar un temible arsenal militar, que incluía un intento de desarrollar armas químicas, biológicas y nucleares. A la luz de lo ocurrido en Afganistán, esa base no podrá ser reconstituida: ningún país abrirá sus puertas a Al-Qaida por temor a una represalia estadounidense. A esto se añade una cacería a nivel internacional con detenciones de presuntos miembros en Estados Unidos, España, Francia, Alemania y Gran Bretaña.
Los especialistas consideran que Al-Qaida está reducida a dos componentes: los combatientes en las montañas de Afganistán y las células durmientes en otros países. El cálculo es que unos 2000 combatientes se encontrarían en las montañas del sur, famosas por su contribución a todas las guerras que libró el país contra fuerzas extranjeras, desde Alejandro Magno hasta la Unión Soviética. “Desde ahí pueden librar una prolongada y desestabilizadora guerra de guerrillas”, indicó a Página/12 Magnus Ranstrop, vicedirector del Centro de Estudios Antiterroristas de la Universidad de Saint Andrews en Gran Bretaña. Más impenetrables aún son las células durmientes que estarían plantadas en 40 o 50 países, desde Estados Unidos a Argentina, pasando por la Unión Europea, América latina y Africa. Estas células tienen una gran autonomía operativa y pasan años inmersas en el terreno antes de ejecutar una acción. Mucho se ha hablado en Estados Unidos, Gran Bretaña y Francia sobre el reclutamiento que se haría en algunas mezquitas radicalizadas aprovechando la tolerancia de sus leyes. En los cursos de entrenamiento de Al-Qaida las instrucciones son claras: los miembros de una célula deben ser indistinguibles del resto de la población. Barbas, turbantes y visitas a la mezquita están estrictamente prohibidos. En su lugar, deben ser prominentes los rasgos distintivos del “corrupto Occidente”: tabaco, alcohol, perfumes.
A pesar de la existencia de las células durmientes, no cabe duda de que Al-Qaida ha sufrido un durísimo golpe desde el punto de vista militar. A las numerosas bajas que experimentó en los combates con la Alianza del Norte y la fuerza aérea estadounidense, en especial en las dos ciudades al norte del país, Mazar-i-Sharif y Tunduz, se añade la muerte de Mohamed Atef, pariente político de Bin Laden y comandante de las fuerzas militares. Estos cuadros no se forman de la noche a la mañana. Sus muertes pueden tener también desmoralizar a miembros y simpatizantes de Al-Qaida, pero también podrían tener un efecto contrario: convertir a Osama bin Laden y sus combatientes en mártires de la causa islámica. Según Fred Halliday, autor de Dos días que conmovieron el mundo y especialista del Medio Oriente de la London School of Economics, “nada impedirá una reagrupamiento para formar Al-Qaida dos o Al-Qaida auténtico o lo que sea”. Su existencia, actual y futura, santificará la presencia de Estados Unidos en la región.

 


 

INVESTIGADOR MUSTAFFA ALAMI
“Puede haber otros jefes”

Por M. J.

–¿Qué impacto tendrá la guerra en Al-Qaida?
–No se sabe aún. Si logran aniquilar físicamente a la jefatura de AlQaida, la red quedará paralizada porque se destruirá el nervio central de la operación que se encuentra en Afganistán. Las células en el exterior necesitarán bastante tiempo para reorganizarse, si es que antes no son desbaratadas por los servicios de seguridad. Una de los grandes problemas es que con Afganistán, Al-Qaida perderá un lugar que era el centro de operaciones y un refugio seguro donde sus miembros podían actuar con entera libertad. Antes se pensaba que Chechenia o Kashmir podían ser sustitutos. En el actual contexto internacional, ya no es posible.
–Sin embargo, Al-Qaida se caracteriza por tener una gran autonomía operativa. ¿No facilitará esto su supervivencia?
–Es cierto. Gracias a esa autonomía y al sistema de las células durmientes es muy posible que estén por ejecutar una acción que comenzaron a planear mucho antes del 11 de setiembre. No digo que Al-Qaida desaparezca con la eliminación del liderazgo, pero sí que durante meses o quizá años se verá muy afectada. No hay que descartar, sin embargo, que la organización tenga en Africa o en alguna parte del planeta una jefatura alternativa, invisible hasta ahora, y capaz de retomar el papel que cumplía Osama bin Laden en Afganistán. No podrán contar, sin embargo, con una base de operaciones como la que tenían con el régimen talibán.
–¿Cómo afecta esta derrota militar en Afganistán el apoyo que tiene AlQaida en el mundo islámico?
–Al-Qaida se ha nutrido de la clase media universitaria, pero ha sido bastante popular con la gente de la calle en los países islámicos. La ideología básica es antiestadounidense. A pesar de lo que se ha dicho, la cuestión palestina es central en su discurso y en la popularidad que tiene en el resto del mundo islámico. Esto no se verá afectado porque la percepción existente es que Israel no sobreviviría si no fuera por Estados Unidos.
–¿Cómo ve entonces el futuro de Al-Qaida?
–Todo depende de si EE.UU. consigue destruir a Al-Qaida en Afganistán. La voluntad político-militar está. Estados Unidos ha dicho que la campaña militar puede tomar años y aunque quisiera, que no parece ser el caso, no podría dar marcha atrás. Pero es probable que no consiga eliminar a Al-Qaida y que la organización siga siendo una fuerza guerrillera que desestabilice continuamente Afganistán.
–¿Le parece esto posible a pesar del poderío militar y tecnológico estadounidense?
–En Vietnam, EE.UU. contaba con una tecnología muy superior a su enemigo y, sin embargo, no consiguió vencerlo. La tecnología militar hoy puede ser mucho más avanzada que durante la guerra de Vietnam, pero tiene un límite. En especial en un país tan inestable como Afganistán. Al- Qaida conoce perfectamente el país y saben cómo operar. Pueden sobrevivir este ataque.

 


 

ESPECIALISTA MAGNUS RANSTROP
“Capacidad afectada”

Por M. J.

–¿Es la derrota del Talibán el principio del fin de Al-Qaida?
–No. El modelo de funcionamiento de Al-Qaida tendrá que cambiar porque antes las células durmientes que operaban en los distintos países iban a Afganistán a obtener la aprobación del liderazgo para sus operativos. Esto es imposible hoy en día. Las posibilidades de Al-Qaida de obtener armas de destrucción masiva también han sido seriamente afectadas. El interrogante es si ya las tenían o no, sobre todo, en el caso de los agentes químicos. De modo que la situación actual apunta a que habrá una autonomía operativa de las células durmientes mucho mayor aún que hasta el momento por una cuestión de necesidad: no podrán comunicarse con los líderes.
–¿Qué impacto tendría la muerte de Osama bin Laden?
–Orgánica y militarmente el impacto no será muy notable. Osama bin Laden ha funcionado como una figura simbólica del movimiento. Será sustituido por otros líderes. Políticamente su muerte causará un levantamiento de sectores extremistas musulmanes y habrá un incremento de ataques espontáneos contra objetivos estadounidenses. Curiosamente podría complicar la tarea de la coalición porque se personificó excesivamente la guerra contra el terrorismo en la figura de Bin Laden y la gente no tendrá la voluntad política para seguir en campaña. En caso de que haya una captura de Bin Laden o de otro líder, veríamos un aumento de los secuestros, como un intento de lograr un intercambio de prisioneros.
–¿Le sorprende que no haya habido ninguna respuesta de estas células durmientes al desarrollo de la guerra en Afganistán?
–Hay que tener en cuenta que lleva mucho tiempo preparar operativos militares como los de Al-Qaida. El segundo factor en juego es que desde el 11 de setiembre ha habido un fuerte incremento de la seguridad e inteligencia. Esto no quiere decir que no vaya a haber atentados. En los últimos años Al-Qaida ha estado muy activa. En Jordania únicamente intentó ejecutar 35 atentados, todos ellos desbaratados por los servicios de seguridad. Acá se logró desarticular un atentado contra el Parlamento Europeo. De modo que cabe pensar que habrá nuevos atentados.
–Estados Unidos insiste en la posibilidad de continuar esta operación en otros países. ¿Lo ve posible?
–A medida que Afganistán deje de ser el centro de la acción, la atención se desplazará a otras zonas, entre ellas la del triángulo de Argentina, Paraguay y Brasil. Por el momento se habla mucho de Irak. Creo que sería un grave error por las repercusiones que tendría y porque el problema con Irak son las armas de destrucción masiva, no el terrorismo. Sería muy contraproducente y peligroso porque pondría en peligro la coalición y porque bajo presión militar, Saddam Hussein podría atacar a Israel y esta vez el gobierno israelí podría responder. Este escenario sería una tragedia. Creo que una posibilidad más fuerte en este momento es Somalía o países similares a Afganistán, que han sido refugios de Al-Qaida y que tienen una estructura organizativa muy frágil.

 

PRINCIPAL