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LA OA INVESTIGA SUS “OLVIDOS” EN LA DECLARACION JURADA
Las casitas del rector Shuberoff

El rector de la UBA fue denunciado por no declarar por lo menos un millón de dólares en casas que tiene en Washington y Virginia.

Por Irina Hauser

Los últimos meses de gestión del radical Oscar Shuberoff, que hace 16 años está al frente de la Universidad de Buenos Aires, no serán los más felices de su gestión. No es por los azotes que sufre el sistema educativo: la Oficina Anticorrupción lo denunció ante la Justicia por ocultar en sus declaraciones juradas de bienes que tiene en Estados Unidos cuatro sociedades comerciales y 9 casas valuadas entre 100 mil y 150 mil dólares cada una. En los próximos días le imputará, también, posible evasión impositiva.
Los investigadores de la OA participan en una pesquisa radicada en el juzgado de María Romilda Servini de Cubría y delegada al fiscal Carlos Stornelli, que comprometería al rector de la universidad más grande del país en relación al manejo del dinero de la institución durante su mandato y a la evolución de su fortuna personal. La causa se inició el año pasado con una denuncia del ex director del Hospital de Clínicas, Juan A. Mazzei, que le achacaba a Shuberoff varios delitos, entre ellos incumplimiento de los deberes de funcionario público, malversación de caudales y asociación ilícita. Después se fueron sumando denuncias que señalaban su posible enriquecimiento ilícito y que el rector refutó diciendo: “En todo caso hubo un ilícito empobrecimiento”.
Según informes que envió el gobierno norteamericano a pedido del organismo anticorrupción, relataron allegados al expediente, Shuberoff tiene nueve regias viviendas con varias habitaciones cada una en Washington y Virginia, que mantiene siempre alquiladas. También constituyó en Estados Unidos cuatro sociedades de responsabilidad limitada (Belgrano Company, Esmeralda Company, Flores Company y Caballito Company) dedicadas al negocio inmobiliario, aunque sólo una estaría en actividad. El rector comparte algunos de los inmuebles con Carlos Armando Fasciolo, funcionario de la Cancillería actualmente asignado en Seúl, Corea.
Con esa documentación y otros datos, el director de investigaciones de la OA Manuel Garrido hizo días atrás una presentación ante la fiscalía de Stornelli, en la que asegura que hay elementos suficientes para decir que Shuberoff omitió intencionalmente en su declaración de bienes buena parte de su patrimonio, algo que según el Código Penal es un delito con penas de hasta dos años de prisión e inhabilitación perpetua.
Cuando tuvo la oportunidad de dar sus explicaciones ante la OA, Fasciolo no puso en discusión la existencia de las propiedades y se defendió diciendo que él, por el cargo que tenía en el Ministerio de Relaciones Exteriores, no estaba obligado a presentar su declaración jurada y que si lo hizo en 1999, habrá sido por “algún error, tal vez de un también equivocado pedido del Sector de Recursos Humanos de la Cancillería”.
Shuberoff, el único funcionario que conserva su cargo desde el gobierno de Raúl Alfonsín, reconoció en su descargo la existencia de las inmuebles en cuestión y dijo que no los declaró porque los había dado en forma de pago en 1993 a Oscar Teodoro Noy, quien ratificó esa versión aclarando que nunca se hizo el traspaso legal. Según fuentes de la investigación, ni Noy ni Shuberoff declararon las propiedades ante la AFIP.
El régimen de declaraciones juradas para evitar que los funcionarios públicos se enriquezcan ilícitamente cobró vigencia cuando el menemismo instaló la disuelta Oficina de Etica Pública, que dirigió el ex decano de Medicina Luis Ferreira. En 1999 se firmó un decreto que obligaba a todos los integrantes de la Administración pública nacional a decir qué tenían y cómo lo habían obtenido. Aquella obligación cobró fuerza de ley meses más tarde, cuando se sancionó la Ley de Etica Pública, que permitió agregar al Código Penal la tipificación del delito de omisión de datos en la declaración de bienes en el inciso 3 del artículo 268. Ahora es la OA la encargada de recibir las declaraciones, que incluyen un ítem sobre “bienes inmuebles radicados en el país o en el extranjero” y otro sobre participaciones societarias.
Según el titular de la OA, Fasciolo, por su cargo de ministro de segunda clase, debería como mínimo recibir sanciones especificadas en el Régimen de la Función Pública y habrá que analizar si le cabe algún delito.
En cuanto a Shuberoff, sostiene Massoni, “como contador de profesión” con “una larga trayectoria en el rubro de la construcción” no se le pudo haber escapado que “quien figura inscripto en los registros pertinentes resulta ser para la ley el propietario, más allá de los acuerdos privados que sobre ellos realicen”. Como rector, dice, está sin lugar a dudas comprendido por la Ley de Etica y le cabría una responsabilidad penal por la omisión detectada en su declaración patrimonial del año 2000. A lo que se podría agregar un sumario administrativo, tardío si se concretara, ya que su hipermandato se termina en marzo y no aspira a más reelecciones. Lo cierto es que el Consejo Superior de la UBA fue notificado.
El valor total de las casitas de Shuberoff ronda el millón de dólares. Lo que la OA también denunciaría en los próximos días –según pudo saber este diario– es la posible evasión impositiva, ya que tener propiedades fuera del país no exime, salvo raras excepciones, de pagar por ellas el impuesto a la riqueza.

 

 

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