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LEON GIECO EN EL TEATRO SKY OPERA
Idolo de los ajustados

Ante la devoción incondicional de su público, el músico mostró calidez y contundencia en la presentación de �Bandidos rurales�. El próximo fin de semana concretará dos nuevas funciones.

Por Javier Aguirre

Como si fuera una peña en formato hi fi, o una guitarreada espontánea, pero con la contundencia de un artista que es al mismo tiempo leyenda y realidad, la presentación de Bandidos rurales en el teatro Sky Opera fue completa: muy cálida y al mismo tiempo muy fresca. León Gieco manejó en escena con una destreza notable su lugar de hombre con gusto a tierra, de tipo común pero no tanto, de peregrino de las pampas que viaja codo a codo con la armónica y la guitarra. Y desde ese sitio pasó con serenidad del compromiso y la denuncia frontal a la reflexión humanista o latinoamericanista, manteniendo cierto grado de humor, pero sin dejar de ser un artista serio.
León puede estar plantado en medio del escenario amparado solo por la armónica, o caminar por los pasillos del teatro con su guitarra inalámbrica, o bien sentarse en un banquito rodeado de una verdadera peonada de guitarristas. En todos los casos muestra que es todo lo opuesto a esa clase de “divismo mainstream”, más allá de ser un clásico desde hace mucho, y de ser uno de los artistas más respetados y queridos de la escena. La primera parte del set, quizás la más sutil en cuanto a la instrumentación, fue la dedicada a las canciones de su último disco. “De igual a igual” resultó la más potente, y la que levantó al público con más vehemencia, aunque también el dark candombe de “Uruguay, Uruguay” levantó las acciones del aplausómetro y los hip-hops folk “Idolo de los quemados” –testimonial– y “Bandidos rurales” –auténtico comic gauchesco– tocaron la fibra del compromiso. Tampoco faltó la dedicatoria para George Harrison (“nuestro hermano mayor, a diferencia de lo que dijo Paul McCartney que lo llamó hermano menor”), ni el recuerdo para las Madres de Plaza de Mayo y para “las 700 madres de desaparecidos durante la democracia”, a la hora de “Las Madres del Amor”, antes de la cual León dijo: “En esta época tan violenta, lamento sólo hacer canciones”.
El intervalo sirvió para que una pareja de adolescentes bailara tango y para presentar a dos pintores sin manos, Carlos Sosa y Antonella Simán –que pintaron durante el show y donaron sus obras a entidades de bien público–. Luego, León inició su cálido set de trovador solitario, primero a lo guapo en el escenario y luego recorriendo la platea, sacándose fotos y recibiendo besos. La presencia de Víctor Heredia y la versión apasionada de “En el país de la libertad” dieron paso al set final, de sonido bien eléctrico y formato más de blues-rock. Allí, con la aparición del armoniquista Lee Oskar y el líder de A.N.I.M.A.L., Andrés Giménez, aparecieron desde “El fantasma de Canterville”, “La rata Lali” y “Guantanamera” hasta “Los Salieris de Charly”, “Ojo con los Orozco” y el gran final con “Sólo le pido a Dios”. Los próximos 7 y 8 de diciembre, en el mismo escenario, Gieco volverá a calzarse el rifle de bandido rural. Aunque sus mejores armas siguen siendo la guitarra y la armónica.

 

 

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