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Los cacerolazos pusieron en máximo
el fuego del enojo y el fastidio

Apagones y ruido de cacerolas acompañaron los insultos al Gobierno y a Cavallo, pero a diferencia del gran apagón de 1996, esta vez la convocatoria
fue espontánea y no política.

La protesta de los vecinos en San
Martín y Juan B. Justo, anoche, tras el cacerolazo.

Por Martín Granovsky

Dos oleadas de cacerolazos, una más débil al mediodía y otra más fuerte a la noche, sacudieron ayer a la Argentina. Fue una protesta basada en la clase media, y sobre todo en los comerciantes, que dejó una sensación firme: una nueva convocatoria, con mayor difusión, podría alcanzar los niveles del histórico apagón de 1996 contra el gobierno de Carlos Menem.
La Cámara de Actividades Mercantiles Empresarias (CAME) había convocado a oscurecer las vidrieras e incluso los carteles luminosos de cines y teatros.
En la Capital Federal, el cacerolazo fue visible en especial en Palermo, Belgrano, Almagro y Caballito.
Los barrios presentaron un mismo paisaje. En las veredas, cacerolazos de los comerciantes y de muchos vecinos que bajaron para expresarse fuera de su departamento. En los balcones, más cacerolas sonando rítmicamente como un modo de protesta civil. Y algunos gritos. Pocos. En Lanús, el “Hijos de puta”, centrado más bien en el ministro de Economía, se combinó con “¡Argentina, Argentina!”. No hubo consignas especiales, porque era evidente que cualquier familiaridad con la política tradicional, con la política partidaria, hubiera sido rechazada por el humor antipolítico de una parte de los que salieron a protestar.
El 12 de septiembre de 1996 una queja colectiva similar, pero mucho más masiva y organizada, provocó una baja del consumo de luz del 47 por ciento. En esa época este diario accedió a la confirmación de esa cifra impactante 20 días después del apagón, porque en caliente el Gobierno de Menem dijo que la caída había sido solo del 11 por ciento. Minimizaron su repercusión tanto el mismo Presidente como su secretario de Energía, Carlos Bastos, el mismo que ocupa hoy el Ministerio de Obras Públicas. Aquella fue la mayor convergencia de oposición, en su variante organizada y en su costado natural, en una época en la gente no recelaba de sus políticos como una clase diferente. Encabezaron la convocatoria Carlos Chacho Alvarez, Graciela Fernández Meijide, Gustavo Beliz y, por el radicalismo, Rodolfo Terragno, todos ellos miembros de la multisectorial. “No negamos las huelgas, las marchas ni las ollas populares, pero hay que ofrecer un tipo de protesta que les permita participar a todos”, fue la explicación de los organizadores de entonces.
El mismo estilo, pero más inorgánico, se repitió ayer, cinco años más tarde. En Pacheco de Melo y Larrea hubo media hora de ruido de cacerolas. Poca gente en la calle, y bocinazos de adhesión de los automovilistas que escuchaban los golpes.
–¿Sabe qué me dijo mi hijo? –preguntó a Página/12 una psicóloga después del cacerolazo–. “Mami, esto es porque De la Rúa prometió muchas cosas y no cumplió con su palabra, ¿no?”. Tiene cinco años.
En general, nadie se acordó de la hora a la que estaba convocada la protesta de la noche, pero el sonido de una cacerola fue convocando a otra y así terminó armándose un cacerolazo con pocas palabras y un fuerte sentido de canalización del enojo y el fastidio incluso a pesar del sentimiento predominante de que nadie los escuchará.
Lo que no explotó en las largas colas de los bancos ni entre los desplazados de la economía negra de subsistencia, apareció ayer en veredas y balcones.
Un recorrido desde el Congreso hasta Scalabrini Ortiz y Santa Fe poco después de las ocho permitió trazar un mapa de la protesta en la calle. Ruido en Congreso. Golpe de metal en las veredas. Cacerolazos. Tránsito normal, acentuado porque no hubo corte de calles. Y al cruzarse con un grupo de ruidosos, bocinazos. Más cacerolazos en Córdoba y Azcuénaga, en la zona de las facultades, pero quienes protestaban no eran estudiantes sino, otra vez, vecinos y comerciantes unidos en grupos de cinco o diez. Ruido en Salguero y Charcas. Y mucho, mucho ruido en Scalabrini Ortiz y Santa Fe, siempre con más mujeres que hombres como en el resto del país. Entre las ocho y media y las nueve menos cuarto, los vecinos se miraban de reojo de balcón a balcón mientras hacían sonar una tapa o una sartén con más o menos sentido del ritmo.
Lo mismo en Federico Lacroze y Ciudad de la Paz, en Belgrano, y en Corrientes y Medrano, donde una señora se quejaba de que los argentinos, en realidad, protestan muy poco aunque “todos estamos perdiendo”. Por la noche, en Cabildo, el entusiasmo fue tan grande que los ruidos empezaron antes y terminaron después. En Santa Fe y Salguero el tránsito llegó a estar cortado. En Pueyrredón y Las Heras una señora gritaba que “el que estatizó la deuda fue él”, hablando de Cavallo y su maniobra de 1982, como presidente del Banco Central durante la dictadura militar.
La misma situación de espontaneidad y sonido de metales se repitió en Rosario, Córdoba, Salta y Jujuy, y fue muy notoria en la zona sur del Gran Buenos Aires, donde algún comerciante inclusive llegó a explicar que en el exterior los descubiertos no se cobran y aquí suelen ser castigados con intereses de usura.
Entre los protagonistas, nadie se animaba ayer a pronosticar el efecto político de la protesta, y ni siquiera parecía tener interés en apuntar hacia adelante, pero una cosa es segura: se quejó ruidosamente justo la base electoral de la Alianza en el ‘99, la clase media de las grandes ciudades de todo el país que garantizó el triunfo de De la Rúa y Alvarez y enterró las pretensiones de Eduardo Duhalde porque no lo vio suficientemente distanciado de Carlos Menem.

 

Protesta de la CTA

Entre paraguas negros, trabajadores estatales, docentes, judiciales, desocupados y pequeños empresarios hicieron ayer, convocados por la CTA, una manifestación en repudio a las políticas de ajuste frente al Ministerio de Economía. “Vote sí”, se leía en los paraguas en alusión a la consulta popular que promueve el Frente Nacional contra la Pobreza a favor de un seguro de empleo y formación, y una asignación universal por hijo. Los dirigentes gremiales armaron un escenario sobre la calle Hipólito Yrigoyen y no pararon de repartir críticas a De la Rúa y Cavallo. “La crisis es un proyecto estructural que se implementa desde la dictadura”, dijo el secretario general de ATE, Juan González. “Hoy todos somos estatales, docentes, jubilados, argentinos hambreados por este plan económico”, agregó el dirigente de la Asociación de Personal Aeronáutico (APA) Ariel Basteiro. El acto abarcó toda clase de reproches. Víctor Mendivil, secretario gremial de la CTA, calificó a los miembros de la Corte Suprema como “traidores a la patria por liberar a quien (en alusión a Carlos Menem) entregó el país”. También dijo que De la Rúa “puso en el gobierno a Cavallo para seguir entregando el país”. El dirigente piquetero Luis D’Elía anunció que el 20 de diciembre los desocupados de La Matanza se movilizarán hacia la Plaza de Mayo. Y exhortó “a la clase media que putea en las casas a que salga a la calle”.

 

HUBO DESDE CORTES DE RUTA HASTA UN CAJERO INCENDIADO
Miércoles entre piquetes y topless

La protesta contra las medidas económicas cobró temperatura ayer en todo el país, bajo modalidades muy surtidas.
La legisladora porteña Lía Méndez encabezó una movilización de militantes semidesnudos del Partido Humanista frente a Economía. Ella misma se manifestó en topless junto a otras mujeres (foto). Los varones se taparon con cajas de cartón.
Los 413 trabajadores despedidos de Telecom rodearon la Cancillería y lograron que el vicecanciller italiano Mario Bacchini interrumpiera su actividad protocolar. Los recibió y se ofreció a intervenir en el caso.
Al menos siete taxis fueron incendiados ayer en Capital Federal, seguramente como parte de la preparación del paro de hoy.
En La Plata, empleados estatales intentaron entrar al Banco de la Provincia para protestar. Como no pudieron, cortaron las calles.
Taxistas, jubilados y trabajadores de la sanidad cercaron la casa de Gobierno de Tucumán y otros edificios públicos. En Jujuy, trabajadores municipales y desocupados cortaron la ruta 34. Más de 2000 trabajadores repudiaron en Neuquén el pago de una parte de sus sueldos en Lecop.
Hubo piquetes en San Martín, Quilmes, Escobar y La Matanza.
Cajeros automáticos recibieron ataques con piedras y hasta una bomba molotov. Nadie se lo adjudicó.

 

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