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WASHINGTON HIZO FRUSTRAR UN ACUERDO DE RENDICION Y REDOBLA ATAQUES
Con el pie en el acelerador del B-52

El Pentágono parecía apostar anoche a una estrategia de todo o nada en Afganistán después de torpedear un acuerdo de capitulación de
la red Al-Qaida que resiste en las montañas de Tora Bora.

Combatientes mujaidines miran los característicos trazos en el cielo de los B-52.

Por Rory McCarthy
Desde la línea del frente en Tora Bora

Altos comandantes mujaidines afganos acusaron anoche a los militares estadounidenses de hundir un acuerdo de capitulación que arrinconaba a los combatientes de Al-Qaida leales a Osama bin Laden. Tropas mujaidines en la zona reportaron ayer haber visto a docenas de fuerzas especiales armadas de Estados Unidos y Gran Bretaña, algunos vestidos con ropas afganas y capas de lana, trepando las montañas hacia posiciones de Al-Qaida. Las tropas mujaidines habían tomado por asalto las principales posiciones armadas y centros de comando de los combatientes, mayoritariamente árabes, en Tora Bora el martes. Después de horas de fuego pesado de artillería varios cientos de combatientes árabes huyeron a un cañón desolado en las alturas de las montañas, y los comandantes mujaidines negociaron un cese del fuego.
Bajo un acuerdo de capitulación, pequeños grupos de hasta 40 soldados de Al-Qaida por vez iban a descender del cañón en el corazón de las Montañas Blancas ayer y entregarían sus armas. Pero en la noche del martes, aviones AC-130 con aeronaves de reconocimiento no tripuladas Predator atacaron posiciones de Al-Qaida en lo alto de las montañas con armas de gran calibre. Los AC-130 están equipados con un cañón de 40 milímetros, howitzers de 105 milímetros y armas Gatling de 25 milímetros. Durante varios minutos, antes del vencimiento del plazo de capitulación a las 8 AM, un solitario bombardero B-52 dio vueltas en círculo en el claro cielo azul sobre Tora Bora antes de empezar una serie de ataques devastadores. Durante todo el día los jets arrojaron bombas pesadas sobre los desolados valles detrás. También ayer cayó un bombardero B-1 en el Océano Indico, pero sus cuatro tripulantes fueron rescatados y no hubo indicios de que se hubiera tratado de un ataque.
Por dos semanas los ataques aéreos han sido coordinados con asaltos terrestres de los mujaidines. Pero ayer la coordinación aparentemente se quebró. “Hoy las bombas están cayendo sin nuestro permiso”, dijo Haji Ayub, un alto militar que trabaja bajo las órdenes de Hazarat Alí, uno de los tres comandantes pashtunes que lideró el ataque del martes contra Tora Bora. Agregó que una delegación de ancianos tribales estaba negociando con líderes de Al-Qaida y todavía tenía que volver. Los combatientes de Al-Qaida querían que diplomáticos de sus Estados, así como funcionarios de la ONU, estuvieran presentes en su rendición, según la Agencia Islámica de Prensa, una agencia noticiosa paquistaní de fuertes vínculos con el ex régimen talibán. La agencia dijo que unos 1000 combatientes estaban encerrados en las montañas y que provenían de Sudán, Arabia Saudita, Libia, Egipto, los Emiratos Arabes Unidos, Kuwait, Yemen, Irak y Chechenia.
Kalan Mir, el hermano del comandante Alí, dijo que sus fuerzas habían rechazado un contraataque de Al-Qaida durante la noche. El cese del fuego fue negociado por uno de los tres principales comandantes, Mohammed Zaman, y aceptado por los otros dos hombres. “La interferencia norteamericana tuvo un mal electo –dijo el comandante Mir–. Los norteamericanos hicieron demandas. Cada uno tiene su propia agenda. Dudo de que quede alguna posibilidad de que ellos (los combatientes de Al-Qaida) se rindan ahora, porque tienen miedo. Ya no confían más en nosotros. Tienen miedo por el modo en que muchos prisioneros árabes fueron muertos por la Alianza del Norte.”
Cientos de combatientes árabes bajo custodia del señor de la guerra uzbeco, general Abdul Rashid Dostum, murieron en un levantamiento sólo sofocado después de pesados bombardeos norteamericanos. “Si capturamos árabes, se los entregaremos a las Naciones Unidas –dijo el comandante Mir–. Si las Naciones Unidas no están en posición de ocuparse de ellos, se los entregaremos a los norteamericanos.”

 

Claves

Estados Unidos redobló ayer sus bombardeos de arrasamiento contra las posiciones de los militantes árabes de la red Al-Qaida en las alturas de las montañas de Tora Bora.
Estos ataques ignoraron –y, de hecho, sabotearon– un acuerdo de capitulación de Al-Qaida que había sido negociado por los comandantes mujaidines en el terreno.
La decisión sugiere que Estados Unidos va a escalar el ataque contra las acorraladas posiciones árabes, confirmando que prefiere a Osama bin Laden muerto antes que vivo.
Ayer cayó un bombardero B-1 al Océano Indico. La tripulación fue rescatada y no hay signos de que haya sido derribado.

 

LO QUE CUENTAN DE LAS CARCELES EN TALIBANIA
Historias de tortura, hambre y muerte

Por Rory Carroll
Desde Kabul

Fantasmales pero vivos, más de 1000 prisioneros de los talibanes han salido de una cárcel de Kandahar con historias de tortura, hambre y ejecuciones realizadas por guardias que desde entonces han sido asignados a la nueva administración. Demacrados y con ojos ensangrentados, cerca de 250 antiguos prisioneros –la mayoría de ellos soldados de la Alianza del Norte– se dispersaron ayer dentro de Kabul en su marcha hacia sus casas en las campos del norte. Algunos no habían podido contactar a sus familias desde que fueron capturados y se presumía que habían muerto en el campo de batalla años atrás. Pero debe decirse que los soldados que se rinden en Afganistán tienen suerte de mantenerse con vida, y que el régimen de la cárcel de Kandahar fue mejor que el trato dispensado a muchos voluntarios talibanes que fueron atrapados y asesinados por la Alianza del Norte. Ayer los ex prisioneros dijeron que la brutalidad se intensificó en la cárcel más grande de Afganistán, Sur Poza, cuando Estados Unidos comenzó a bombardear Afganistán. La represalia incluyó la ejecución de 25 comandantes antitalibanes, dijeron los hombres.
Los antitalibanes acordaron en que hubieran muerto sin el pan, el agua, las medicinas y frazadas que la Cruz Roja les entregaba, que siguió la pista del destino de los prisioneros dándole a cada uno una tarjeta amarilla de plástico con un número de seis dígitos ingresado a una base de datos de computadora. Las llegadas a Kabul se estimaban en unos 1600 prisioneros de guerra de la Alianza del Norte que fueron liberados el lunes después de más de siete años de cautiverio talibán. Los hombres denunciaron que los guardias talibanes rutinariamente los golpeaban con cables eléctricos y retenían la porción de pan por largos períodos, causando más de 160 muertes a través de injurias y hambre. Se afirmó que algunos de esos guardias mantuvieron sus trabajos pasándose a la administración que tomó Kandahar el lunes después de supuestamente echar a los talibanes. La mayoría de los prisioneros eran combatientes que se rindieron después de que los talibanes conquistaran una gran porción de territorio del norte en 1977.
Prácticamente nada se había oído de los prisioneros desde que fueran tomados en el sur en camiones y puestos en un complejo amurallado entre el borde de Kandahar y las montañas. Ayer por la noche más de 200 se apiñaban en el pavimento en las afueras de las oficinas centrales de la Cruz Roja en Kabul, silenciosamente esperando por los boletos de ómnibus de seis dólares de valor que deberían llevarlos a sus casas este fin de semana. Dijeron que en Sur Poza grupos de talibanes y seguidores árabes de Bin Laden eran rutinariamente encerrados por robo, deserción y riñas. “Al principio –en la cárcel– se llevaban muy bien juntos y compartían las celdas. Pero en los últimos dos años tendieron a rechazarse mutuamente”, dijo Koga Abdul Latif, de 46 años. Una hora antes de que los presos de la Alianza del Norte fueran liberados el lunes, tropas estadounidenses y sus aliados afganos liberaron de la cárcel a varias docenas de árabes. Se pensaba que habían sido llevados a la base estadounidense más cercana, Camp Rhino.
Traducción: Manuel Irurzun.

 

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