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Adiós a Gilbert Bécaud, el hombre
que reinventó la chanson francesa

El mítico cantante murió a
los 74 años, víctima de un cáncer de pulmón, mientras estaba en su barco fondeado sobre el río Sena. AActuó con Edith Piaf y Charles Aznovour y fue un gran compositor.

Becaud, que se hizo famoso
en los años 50, compuso más
de cuatroscientas canciones.

Gilbert Bécaud, “el señor de los 100.000 voltios” –título que ganó a fuerza de sus famosas y vibrantes performances en vivo– murió a los 74 años, a causa de un cáncer de pulmón en su barco-vivienda fondeado sobre el río Sena, en las afueras de París. El cantante y multifacético artista ya había padecido un cáncer en la cavidad bucal en 1998. Llegó a grabar un último disco titulado Mon Cap, justo antes de su muerte y que será editado en los próximos meses. Con este lanzamiento se completará una inmensa obra que abarca más de 400 canciones, entre las cuales revisten clásicos como “Nathalie”, “L’important c’est la rose”, “Et maintenant” y “Quand il est mort le poète”. El presidente francés, Jacques Chirac, destacó que Bécaud era un “embajador de la chanson francesa, una de las voces más conocidas y conmovedoras de nuestra época”. La ministra francesa de Cultura, Catherine Tasca, calificó la obra de Bécaud de “testamento de amor”: “durante casi 50 años le dio calor a nuestra vida con sus maravillosas canciones”, dijo.
Bécaud nació el 27 de octubre de 1927 en Toulon, bajo el verdadero nombre de François Leopold Silly, en el seno de una familia de tenderos. Su vertiginoso ascenso comenzó poco después de finalizada la Segunda Guerra Mundial: fue cuando se abrió paso como pianista en los clubes nocturnos y bares parisinos, y la gran Edith Piaf se fijó en él, lo impulsó y cantó varias de sus canciones. Así llegó además al trampolín que le significaría el éxito definitivo, durante una actuación en el legendario Olympia de Bruno Coquatrix. Había nacido una estrella internacional, tanto que “Et maintenant” arrasó en Estados Unidos bajo el título “What now my love”. También actuó en varias películas y compuso la música para ellas. En 1956, se estrenó su primer filme, Le Pays où je viens. Le siguieron Casino de París (1957), con Catherina Valente, Croquemitoufle (1958) y Les Petits Matin (1961). En 1959, compuso la música para la película Babette se va a la guerra, con Brigitte Bardot.
Casado dos veces y padre de seis niños, entre ellos uno adoptivo originario de Laos, vivió alternativamente en la región de Poitou, en el oeste de Francia, en su casa de Córcega o en su barco-vivienda cerca de París. Le decían el hombre de la voz de cobre y conquistó sobre todo el corazón de las mujeres. Siempre vestido correctamente con un traje azul, corbata con lunares y la mano junto al oído como seña de identidad, le cantaba con gran temperamento al amor, a los mercados de la Provenza y a la lluvia. Con los años se convirtió en un icono de la chanson y logró con facilidad dar el salto a Broadway, con una puesta en escena perfectamente preparada y ensayada. Su atractivo lenguaje corporal, por ejemplo, lo había aprendido del gran mimo Marcel Marceau. No importaba dónde y cuándo actuara, siempre tenía un público sensible rendido a sus pies y desataba pasiones con su imagen de amante solitario. No sólo Edith Piaf, sino también Dalida, Marlene Dietrich, Frank Sinatra o Barbra Streisand interpretaron sus canciones. Todo lo que este popular maestro de las canciones sentimentales presentaba sobre el escenario entre sus tres cajetillas diarias de cigarrillos y los numerosos whiskies tenía vocación de éxito. “Hay que superar los límites”, se decía a sí mismo. “¿De qué sirve ser un astro en Francia si los holandeses o los suizos no me conocen?”. Con esa mentalidad conquistó su lugar en el mundo, hizo furor durante tres semanas en Broadway y realizó exitosas giras por Estados Unidos y Rusia. Pero siempre regresaba a su país natal. “En Francia, cargo mis baterías. Necesito el camembert y el vino de Burdeos.” Tuvo tiempo de componer música para el cine y además escribió una ópera y un musical. Cuando cumplió 70 años, él mismo se hizo el mejor regalo: su trigésima actuación en el Olympia de París, donde había iniciado su gran carrera.
Así, el escenario de la chanson francesa quedó vacío y a oscuras. Aunque el carismático cantante y compositor cuyo traje azul y corbata de lunares eran señas de identidad, seguirá vivo en el corazón de millones de personas en todo el mundo.

 


 

HOMENAJE A DISCEPOLIN
En la esquina indicada

El Ateneo Porteño del Tango (APORTA) evocará hoy desde las 19 la memoria del letrista, compositor, monologuista radial y periodista Enrique Santos Discépolo en un acto público que se concretará en la esquina porteña que lleva su nombre, ubicada en Corrientes y Riobamba. Discépolo, que nació hace un siglo y murió hace cincuenta años, habitó durante gran parte de su vida un departamento vecino al lugar en que será honrada su trayectoria, una de las más apasionantes de la vida cultural argentina de las décadas del ‘30 y el ‘40.
Durante la reunión actuarán recordando los temas del autor de “Cambalache” y “Yira yira” los cantantes Hugo Marcel, María Garay, Rodolfo Lemos, Tito Reyes, Reinaldo Martín, Diego Solís, Cheché, Mabel Marcel, Lucrecia Merico, Susana Tejedor y Francisco Acuña, con el acompañamiento del conjunto de José Valotta. APORTA informó anoche que al acto, que auspicia la Legislatura de la ciudad de Buenos Aires concurrirán además el músico Mariano Mores y los actores Osvaldo Miranda y Marcos Zucker, que fueron amigos personales de Discepolín, y que serán oradores el Secretario de Cultura del Gobierno de esta ciudad, Jorge Telerman, Fernando Finvarb, Luis Alposta, Ben Molar, Oscar Sbarra Mitre y Segismundo Holzman.

 

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