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“Los tangos me sirven para llegar
de un modo directo al espectador”

El actor y director Francisco Cocuzza se dispone a estrenar en Mar del Plata el unipersonal Tango, ese loco espejismo, que ya montó en Venezuela, Costa Rica, Guatemala, El Salvador y Perú.

Cocuzza estrenó �Tango...� en Gualeguay, y terminó girando
por el interior y exterior del país.

Por Hilda Cabrera

Enlazando teatro y tango, el actor y director santafesino Francisco Cocuzza, radicado desde 1971 en Buenos Aires, intenta descubrir nuevas facetas en la poesía tanguera a través de su unipersonal Tango, ese loco espejismo, que luego de una gira por ciudades de provincia y del exterior (Venezuela, Costa Rica, Guatemala, El Salvador y Perú) estrenará en la primera semana de enero, en la sala Bajo Jockey de Mar del Plata, ubicada en Rivadavia y Corrientes. Invitado por este montaje al festival de teatro que se realizará en Washington en marzo del próximo año, Cocuzza ha sido distinguido en varias oportunidades por su desempeño en la escena. Recibió, entre otros, el premio Talía por La extraña tarde del doctor Burke, y el Molière de 1985 por su labor en Stéfano, de Armando Discépolo, una de esas piezas del desmesurado grotesco criollo que reactualiza en toda época la memoria del desastre nacional.
Cocuzza integró en otro tiempo los elencos del Teatro San Martín y de la Comedia Nacional, y algunos de Teatro Abierto, movimiento que se inició en 1981, todavía bajo la dictadura militar. En cine participó de películas de relieve, como Quebracho (1974) y La noche de los lápices (1986), y, entre otras, de El caso María Soledad y La peste (las dos de 1993), y Escrito en el agua (1998). Se lo vio además en algunos relevantes ciclos de televisión, como “Cosa juzgada”, “Nosotros y los miedos” y “El garante”. También docente, fundador del taller “El actor en libertad”, supo de la seducción del tango, y lo incorporó a su vida artística. En su caso, esa pasión se centró en la poesía tanguera, en las letras que considera “más representativas y emblemáticas”, aquellas capaces de “resumir una historia en tres minutos”. Una concisión que, por otra parte, lo invita a descubrir nuevos significados, y probablemente nuevos mitos. En principio, el actor dice no haberse acercado nunca a un texto, sea teatral, literario o poético (Viviente jardín, sobre poemas de Jorge Luis Borges, Oliverio Girondo y Raúl González Tuñón, es un ejemplo), con intención de interpretarlo: “Mi actitud fue siempre la de considerar a un texto como material de investigación”, subraya en diálogo con Página/12.
Sus temores por este trasvase del tango al teatro, inédito en su trayectoria, fueron obviados por el productor entrerriano Alfredo Diez, quien lo conminó inicialmente a estrenar Tango... en una sala de Gualeguay. La buena respuesta del público animó al actor, que decidió incluso emprender una serie de giras con este montaje, que dirige en lo actoral Fernando Medina y en lo musical Héctor Magni, secundado por el especialista Víctor Proncet. Conformada por cinco bloques, que incluyen temas de Homero Manzi, Homero Expósito, Enrique Cadícamo, Enrique Santos Discépolo y Cátulo Castillo, la obra se desarrolla según las pautas del teatro concert. Se ha introducido un prólogo: Patente de aprendiz, que lleva letra de María del Mar Estrella y música de Carmen Guzmán, también responsable del epílogo: Porque vas a venir, con texto de la poeta Mandy. Sobre el fondo de una banda sonora grabada por Héctor Magni (piano), Víctor Proncet (flauta y clarinete), Pablo Greco (bandoneón) y Vicente Pasquini (acordeón), el actor va construyendo una historia que, en su opinión, puede ser la de todos, puesto que en este entramado de letras “se habla de la existencia en todos sus aspectos”.
Para lograr una mayor identificación, Cocuzza echa mano de letras conocidas, como las de “Sur”, “Che, bandoneón”, “Mi taza de café”, “Naranjo en flor”, “Chau... No va más”, “Al compás del corazón”, “Gota de lluvia”, “Garúa”, “Nostalgias”, “La calle sin sueño”, “Pedacito de cielo”, “Los mareados”, “Malevaje”, “Qué vachaché”, “Chorra”, “Una canción”, “Anoche”, “María”, “El último café” y “Yira... Yira”, que, según escribe el investigador Luis Ordaz en Inmigración, escena nacional y figuraciones de la tanguería, “delata la miseria y la olla popular en Puerto Nuevo”. Loque interesa no es aquí la rareza sino “qué lectura hace uno sobre aquello que la gente conoce, sin prestarle a veces demasiada atención –puntualiza el actor–, porque la letra puede perderse, según sea la forma en que se cante, o porque la música suene más importante”. En todo caso, este montaje le permite cumplir un deseo: “Muchos actores –dice– guardamos una añoranza: poder llegar de modo directo al público. Y yo, que hice obras de repertorio, de clásicos como William Shakespeare, y piezas de Samuel Beckett, Eugène Ionesco y Peter Handke (Cocuzza protagonizó una ascética versión de la contundente Kaspar), siento que puedo lograr ese acercamiento a través de las letras de estos tangos y del grotesco criollo, de mis trabajos en He visto a Dios, de Francisco Defilippis Novoa, o Stéfano, de Armando Discépolo”.

 


 

El bueno de McCartney

El músico Paul McCartney reclamó junto a otras personalidades, que se prohiba la caza del zorro en el Reino Unido. “Queremos vivir en un país en el que sea ilegal causar dolor a animales salvajes persiguiéndolos con perros”, señaló una carta dirigida al gobierno de Tony Blair. “Como la gran mayoría de la población, creemos que esta caza es cruel, innecesaria, inaceptable y está superada”. Los firmantes de la carta, entre los que figura la ex modelo Twiggy, reclamaron al gobierno la aprobación de una ley que declare ilegal la casa

 

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