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Biologia genetica y evolucion Los
orígenes del Por JAVIER SAMPEDRO - El País En estos días en que finalmente se publicó el código genético del ser humano que permitió, entre otras cosas, confirmar que sólo el 0,2% de los genes hace que una persona sea diferente de otra y mientras predomina la exageración y la batalla por el control de la propiedad de la información, no está del todo mal abordar interrogantes aún más básicos: ¿cuál es el origen del código genético mismo?, ¿por qué es éste y no cualquier otro? Misterios
Un gen no es más que la información necesaria para construir una proteína. Todas las proteínas que existen sobre la Tierra están hechas de sólo 20 aminoácidos distintos, enlazados uno detrás de otro en cualquier orden, como un collar fabricado con 20 tipos de caracolas. Lo único que distingue una proteína de otra es el orden de los aminoácidos en el collar. Las proteínas son las nanomáquinas que ejecutan todas las tareas en los seres vivos, y la tarea de traducir los genes a proteínas no es una excepción. El sistema de traducción es de una complejidad mareante, pero la lógica de su funcionamiento es relativamente simple (hasta el punto de que fue deducida hace 40 años, sin necesidad de dato experimental alguno, por el gran científico británico Francis Crick). Un gen es una larga hilera de bases (letras químicas). Cada serie de tres bases en un gen significa un aminoácido en la proteína correspondiente. Las siguientes tres bases en el gen significan el siguiente aminoácido en la proteína, etcétera. No existe ninguna relación física inevitable entre cada serie de tres bases y el aminoácido correspondiente. Entonces, ¿en qué se basa la traducción de la una en el otro? Se basa en un truco sucio y aparentemente arbitrario. El truco sucio son los adaptadores (o tARN) predichos por Crick y que, sencillamente, llevan tres bases en un extremo que se acoplan a las tresbases del gen (por las mismas reglas de complementariedad entre bases que mantienen juntas las dos hileras del ADN) y un aminoácido en el otro. Algo así como un palillo que lleva pinchada por un extremo la palabra manzana y por el otro... una manzana!
Proteínas
de nombre feo
Lluís Ribas de Pouplana (gerundense) y Paul Schimmel, ambos del Scripps Research Institute (La Jolla, California), han descubierto (Cell, 26 de enero) que las 20 proteínas del diccionario se pueden dividir en tres pares de clases, según un criterio inesperado y enigmático: por cada proteína de una clase que se pega a un adaptador (o tARN) hay una de su clase enfrentada que se puede pegar al mismo adaptador al mismo tiempo. Las 20 proteínas del diccionario así clasificadas dividen, lógicamente, a los 20 aminoácidos existentes en también tres pares de clases. Y la clasificación de los aminoácidos que resulta de ello no es, en absoluto, arbitraria. Los aminoácidos de una clase y los de su clase enfrentada tienen una estructura química muy similar. Lo anterior no puede ser fruto de una casualidad: debe de querer decir algo. Ribas y Schimmel creen haber dado con una pista esencial sobre cómo era el código genético a medio formar. Proponen que el diccionario primitivo sólo contenía unas cuantas palabras para significar siete u ocho aminoácidos, en lugar de los 20 actuales, y que las proteínas del diccionario funcionaban a pares por entonces. Explicar cómo surgió ese código primitivo todavía es un problema, pero desde luego es un problema muchísimo menor que formar de golpe el código actual con sus 20 aminoácidos. El gradualismo darwiniano se ha abierto camino en la oscura noche de los tiempos. |