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FINAL
DE JUEGO
donde se divaga sobre los tabúes, las
prohibiciones y la policía, se aclara la paradoja de los adjetivos y de
los catálogos, y se habla de aquello que no puede nombrarse.
Por
Leonardo Moledo
Creo
que es hora... dijo Kuhn.
Parece que es hora de violar nuestros códigos, que sostienen
que siempre empiezo yo diciendo bueno dijo el Comisario
Inspector Díaz Cornejo. Y violar los códigos tiene
sus complicaciones, porque uno empieza violando un código y termina
violando cualquier cosa.
Seguro se burló Kuhn. Por eso la policía
nunca viola ningún código y jamás de los jamases
hace nada que no se ajuste a la ley.
La policía no puede violar la ley por definición dijo
el Comisario Inspector porque la policía es la ley, lo cual
constituye la paradoja central de nuestro sistema jurídico.
Yo diría que no es así objetó Kuhn.
La ley es previa a la policía. O por lo menos lo es la normativa,
y la prueba está en que existen códigos a los que la policía
explícitamente debe ajustarse.
Sí dijo el Comisario Inspector, pero es un problema
puramente operativo. Yo tengo una visión un poco escéptica
de la policía; creo que los policías funcionan en cierta
medida como los dioses griegos: eran omnipotentes, irresponsables, y en
cierto modo podían hacer lo que les viniera en gana, aunque estaban,
en principio, atados a una fuerza jurídica superior, la Moira,
o el Hado, ahora no recuerdo bien. Me parece que la relación de
la policía real con la ley real es más o menos la de los
dioses griegos con el Hado.
Bien, pero, aun así, la ontología de la ley es de
orden superior a la ontología policial.
Ah, la ontología policial dijo el Comisario Inspector.
La ontología policial es un tema fascinante, aunque, debo admitirlo,
nunca la comprendí del todo. Como todos sabemos, la policía
es una institución básicamente filosófica; filosófica
por definición y ab initio. Al fin y al cabo, la cultura occidental
en su vertiente judeocristiana, por lo menos, se inicia prohibiendo algo,
lo cual instala en su centro no tanto la culpa como la represión.
Bueno, pero ¿qué pasa con las vertientes no judeocristianas?
-preguntó Kuhn. La vertiente griega, por ejemplo.
Tan racional ella, ¿no? Pero, en cierta forma, también
se cree que la sociedad se funda en el tabú, que es una prohibición.
Quiero aclarar que la fundamentalidad del tabú (como constituyente
de la sociedad y como referente que separa el bien del mal, o lo que está
bien de lo que está mal) es una creencia que no endoso completamente,
aunque desarrollarlo me llevaría demasiado lejos.
No obstante dijo Kuhn, esa mención de ontologías
de distinto orden nos viene bien para abordar el tema de los enigmas de
los adjetivos y el del catálogo de catálogos.
Sí dijo el Comisario Inspector. En realidad,
ambas tienen la misma estructura. Veamos la primera: el adjetivo heterológico
es o bien homológico o bien heterológico, esto es, o bien
se aplica a sí mismo o bien no se aplica a sí mismo. Si
es homológico, es decir, si se aplica a sí mismo, entonces
es heterológico, lo cual es una contradicción. Y si es heterológico,
es decir que no se aplica a sí mismo, significa que no es heterológico,
y que por lo tanto es homológico, lo cual también es una
contradicción. Algo parecido pasa con el catálogo de catálogos
que no secontienen a sí mismos. Si lo incluimos, entonces es un
catálogo que se contiene a sí mismo y no debemos ponerlo.
Y si no lo ponemos, entonces es un catálogo que no se contiene
a sí mismo y debemos ponerlo.
La paradoja del catálogo de catálogos, en una versión
conjuntística (conjuntos que se contienen o no a sí
mismos en vez de catálogos), fue usada por Bertrand Russell en
1901 para demoler la teoría lógica de Zermelo y poner en
cuestión la teoría de conjuntos.
Más que ponerla en cuestión, la sumergió en
un pantano dijo Kuhn, porque mostró que una idea tan
básica como la de conjunto llevaba a contradicciones, lo cual agregó
un granito de arena al caos de la matemática de principios del
siglo XX.
Diría que más que un granito de arena fue un palo
en la rueda. Gottlob Frege, uno de los iniciadores de la lógica
matemática moderna, sostuvo que la aritmética tembló.
Agreguemos que Russell, una vez arruinada la teoría de conjuntos
tal como estaba, se dedicó a arreglarla, para lo cual concibió,
junto con Alfred North Whitehead, la teoría de los tipos.
Sí dijo Kuhn. Los tipos de alguna manera ordenan
los conjuntos. Un conjunto de elementos es digamos, de "tipo 1",
y un conjunto de conjuntos es de un tipo superior.
Llevado al universo de los catálogos, un catálogo
de catálogos sería de un tipo diferente de un catálogo
común y corriente, y entonces no hay contradicción en preguntarse
si debemos incluirlo o no debemos incluirlo, ya que Russell dixit
son catálogos de diferente tipo, de naturaleza diferente y por
lo tanto, en cierto sentido, no comparables, o si se prefiere, mi querido
Kuhn, inconmensurables.
Qué bien que me hace escuchar esa palabra dijo Kuhn.
Inconmensurable. Suena bien, ¿no?
Depende dijo el Comisario Inspector. Depende en qué
contexto. Una solución parecida se puede aplicar a la paradoja
de Grelling sobre los adjetivos heterológicos, estableciendo una
jerarquía de adjetivos (es decir, que hay adjetivos de distintos
tipos) y prohibiendo mezclar adjetivos de diferentes tipos.
Es decir, el adjetivo heterológico no es ni homológico
ni heterológico, ya que esas propiedades son de un tipo
inferior. Carlos Scirica lo explica muy bien en su carta.
Sí. Pero mi apellido está mal escrito. Puso Khun en
vez de Kuhn.
Error de tipeo dijo el Comisario Inspector.
Puede ser, pero prefiero interpretarlo como una agresión
dijo Khun-. Y esto último me parece una nueva agresión.
Pero volviendo a la teoría de los tipos, debo decir que no me convence
demasiado. Me parece un invento traído de los pelos para arreglar
una situación complicada.
"Arreglaréis, pero no convenceréis". Estoy
de acuerdo, y a mí tampoco me convence esa jerarquía de
los tipos dijo el Comisario Inspector, aunque la policía,
como todo el mundo sabe, está fuertemente jerarquizada, cosa a
la cual yo nunca me acostumbré del todo. Además, la teoría
de tipos implicaba serios inconvenientes en las matemáticas, exigiendo
a veces farragosas demostraciones que respetaran las jerarquías
tipológicas de los diferentes objetos matemáticos.
Bueno, ellos trataron de reconstruir la aritmética, y la
teoría de conjuntos, salvando el problema de las contradicciones
en los famosos Principia Mathematica.Un trabajo farragoso, por demás.
Tres tomos dijo el Comisario Inspector difíciles
de leer, por cierto, hasta para un policía.
Quizás sea el momento de retomar nuestra discusión
sobre la infinitud del lenguaje dijo Kuhn.
No hay problema dijo el Comisario Inspector.
Pero no hay espacio dijo Kuhn, que como era filósofo
y no policía, siempre estaba atento a los detalles prácticos.
Planteemos entonces un enigma conectado con el tema dijo el
Comisario Inspector. Ya vimos que había una manera de construir
oraciones en el lenguaje, que, aunque son infinitas, son capaces de nombrar
conjuntos como el de los números enteros, o de las fracciones.
La pregunta es: ¿qué es aquello que el lenguaje no puede
nombrar con ninguna oración, ni finita ni infinita?
¿Qué
piensan nuestros lectores? ¿Qué es lo que no se puede nombrar?
¿Los inquieta o los reconforta que haya cosas no nombrables por
el lenguaje?
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