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Final del juego
Donde se plantea un problema que recuerda “La biblioteca de Babel” de Borges, y se empieza a ensayar una aproximación a la palabra “ciencia”

Por Leonardo Moledo

–Tenemos varias cosas hoy –dijo el Comisario Inspector– por empezar, la respuesta al enigma del sábado pasado, que está en la carta de Gustavo Soprano, luego una reflexión sobre la empiria y las matemáticas en la carta de José Luis Carreira, del Instituto Don José de San Martín.
–Los alumnos del Instituto dejaron de mandar las soluciones a los problemas –dijo Kuhn–. Tal vez sean demasiado difíciles para ellos.
–Esto es una provocación –dijo el Comisario Inspector Díaz Cornejo– quiero aclarar que, como todo el mundo sabe, la policía aborrece las provocaciones, pero en este caso tal vez motive a los chicos.
–Una provocación motivadora se suele llamar un desafío –dijo Kuhn–. Tal vez el profesor Carreira dejó de exigirles que los resolvieran. En fin, no sé. Es un tema realmente complejo.
–Complejísimo –dijo el Comisario Inspector– realmente, de una complejidad desconcertante. Además, tenemos la interesante pregunta de Agustín Alvarez sobre los pixeles, que recuerda el cuento “La biblioteca de Babel”, de Borges.
–Es casi el mismo tema –dijo Kuhn.
–Después está el problema de la definición de ciencia –dijo el Comisario Inspector–. Debo decir que, reflexionando un poco más sobre el episodio del economista que conté el sábado pasado, llegué a la conclusión de que tal vez confundí simple pasión con amenaza.
–Lo cierto es que, pasión o amenaza, hay que decir algo –dijo Kuhn.
–Empezando por: qué queremos decir cuando decimos “ciencia” –dijo el Comisario Inspector–. Naturalmente, no es fácil dar una definición lógica, pero no creo que valga la pena intentar una definición lógica. El ideal de ciencia dos puntos, me parece, no es posible y pienso que es interesante remitirse al uso más o menos corriente, y entonces, la definición que se dé, debe coincidir con lo que claramente consideramos ciencia y dejar afuera a lo que claramente no consideramos ciencia, como por ejemplo el deporte o la literatura.
–Lo cual dejará, sin duda, zonas grises –dijo Kuhn–. Por ejemplo, las cosas que alguna vez fueron consideradas ciencias, como la adivinación por las entrañas de los animales, o por los astros.
–O la teología –dijo el Comisario Inspector– que a lo largo de buena parte de la Edad Media, y especialmente después de Tomás de Aquino, era considerada una ciencia hecha y derecha. Todas esas “disciplinas”, por llamarlas de alguna manera, utilizaban metodologías que bien podrían calificarse de “científicas”.
–O sea –dijo Kuhn– que para mi teoría de los paradigmas...
–Dejemos los paradigmas de lado, porque si empezamos a discutir sobre eso no vamos a llegar a ninguna parte –dijo el Comisario Inspector–. Tampoco, y esto interesa especialmente al tema de la economía, la predicción es un buen parámetro. Las matemáticas, por ejemplo, no predicen nada, y nadie dejaría a las matemáticas fuera de una definición de ciencia.
–Las matemáticas no predicen, a menos que uno sea extremadamente empirista.
–Yo diría, incluso, que con la posible excepción de la física (y aún este caso es discutible) las disciplinas más duras tienen una parte muy grande que es minuciosamente descriptiva y explicativa, que no implicapredicción alguna, y que nadie dejaría de considerar científica. Por ejemplo, si un geólogo analiza la composición de un suelo, con toda la artillería de su ciencia, se limita a procesar datos, por más elaboradamente que los procese. Espero que ningún geólogo se ofenda. Incluso un astrónomo como Mirabel, cuando registra el fenómeno que hoy aparece como nota de tapa, está actuando científicamente, pero no está haciendo una predicción en sentido estricto. En el fondo, me pregunto si puede haber predicciones estrictas cuando no hay leyes universales y necesarias. Y son muy pocas las disciplinas que tienen leyes universales y necesarias.
–A nuestros lectores les puede resultar extraño que la astronomía no tenga leyes universales y necesarias.
–Parece extraño, sí –dijo el Comisario Inspector– pero las leyes de la astronomía en realidad son leyes de la física. Por ejemplo, el proceso de muerte de una estrella. En cierta forma podría ser considerado una ley. Pero no es una ley astronómica.
–Bueno –dijo Kuhn– pero entonces no hay leyes en la astronomía.
–Eso es lo que quería decir –dijo el Comisario Inspector–. La recopilación de datos, la interpretación de los datos, la explicación, la búsqueda de nuevas observaciones e incluso la conjetura sobre la existencia y la consistencia de nuevas observaciones pueden ser pura y estrictamente astronómicas. Pero no sé si hay leyes que sean estrictamente astronómicas. O sea, que la capacidad de predecir, por lo menos en sentido estricto, tampoco es un criterio definitivo.
–Yo discutiría el concepto de “predecir en sentido estricto” –dijo Kuhn–. Pero propongo que dejemos aquí, y que planteemos a nuestros lectores, como enigma, el problema que nos envió Agustín Alvarez y que está en su carta.
–Bueno –dijo el Comisario Inspector–. Lo sintetizamos: tomando un rectángulo de 320 x 200 pixeles y usando 256 colores posibles para cada pixel, ¿cuántas combinaciones hay?

¿Qué piensan nuestros lectores? ¿Cuántas combinaciones hay? ¿Es verdad que la astronomía no tiene leyes ni hace predicciones?

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