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Entrevista con el filOsofo de las ciencias Ricardo J. GOmez

�La ciencia es un instrumento de emancipación�

POR MARTIN DE AMBROSIO

No se puede prescindir de la ciencia como modo de cuestionar lo establecido, porque “es un poderoso instrumento de crítica”, afirma el epistemólogo argentino Ricardo J. Gómez. Para el filósofo, sólo una confusión puede hacer pensar que la ciencia está al servicio del statu quo o el conservadurismo.
Gómez, profesor de matemática, física y filosofía, se tuvo que exiliar en los Estados Unidos en 1976 luego de haber sido detenido ilegalmente en Buenos Aires y trasladado en el baúl de un Falcon hacia La Plata, donde permaneció alrededor de 10 días (“se me confunden los tiempos, no sé si fueron 10 días o dos semanas”). Fue liberado, con la “sugerencia” de que se fuera del país. “Le pregunté a un coronel si podía saber por qué había estado detenido. Me respondió: ‘no, no puede saber’. Por las dudas, no insistí”.
Entre 1973 y 1974 había sido decano de la Facultad de Humanidades de la Universidad Nacional de La Plata; luego, ya en California, se doctoró en Filosofía y desde 1983 es profesor titular de Filosofía de la Ciencia en la Universidad del Estado de California. Dicta cursos de doctorado en distintas universidades argentinas y suele dar conferencias, como la que brindó en la Sociedad Científica Argentina titulada “Ciencia, anticiencia; el retorno de la razón”. Futuro conversó con el filósofo sobre los cuestionamientos que se le hacen a la ciencia y sobre su propia relación -belicosa– con el sistema neoliberal.
–En la conferencia de la Sociedad Científica Argentina usted habló de las formas que toma el ataque contra la razón y las ciencias.
–Sí. Como dije en la SCA, la Academia de Ciencias de Nueva York organizó en 1995 una conferencia que tuvo como título La huida de la ciencia y la razón. La idea era reunir a científicos y filósofos para criticar y analizar de modo sistemático una cierta tendencia que se da entre los intelectuales norteamericanos de atacar a la ciencia.
–¿Usted está de acuerdo con la Conferencia de New York?
–Yo estoy de acuerdo con el espíritu general de la conferencia y con la mayoría de las críticas que allí se realizaron. Pero me parece que exageraron un poco porque se tomaron los ataques contra la ciencia y se los desfiguró para poder criticarlos con comodidad. Tal el caso del feminismo, que fue tan criticado, injustamente, porque la mayor parte de los grupos feministas no son anticientíficos.

Las seis líneas de ataque
–Bueno, ¿cuáles son esos ataques a la ciencia?
–Según un recorte que se puede hacer, son seis las líneas de ataque contra la ciencia. El primer ataque, paradójicamente, consiste en decir que la ciencia es la cura de todos los males, como si fuera el método auténtico de acceso a la verdad; esto es falso y utópico. La segunda es la versión que acusa a la ciencia por sus consecuencias dañinas. Esta posición la mantienen ciertos grupos “verdes” –aunque hay que destacar que no todos los “verdes” son así– que acusan a toda la modernidad de ser la culpable de los desastres: según ellos la implementación de las ideas modernas lleva, sí o sí, a descalabros ecológicos. Esta es una postura finalista inaceptable, como si algunas ideas metafísicas determinaran que ciertos seres humanos –en este caso los empresarios de las trasnacionales– hicieran prevalecer el ansia de lucro por sobre el medio ambiente. Se trata de un salto argumentativo inaceptable.
–Usted separa ciencia de técnica, cosa que por ejemplo Theodor Adorno no aceptaría.
–Bueno, es una cuestión delicada. Hay que separar ciencia de técnica; son categorías distintas, a pesar de que hay relaciones muy obvias entre ellas. Hoy es imposible pensar el progreso tecnológico sin el progreso científico. Pero esto no es cierto para toda la historia de la ciencia. Se han dado grandes cambios tecnológicos sin cambios teóricos que los justificaran. Independientemente de la opinión de Adorno, la cuestión es muy delicada y hay que estudiarla en profundidad.
–La tercera forma de ataque a la ciencia...
–Es una de las más conocidas, se la conoce como “antiambientalista” y es la que está encarnada en aquellos a quienes les resulta útil decir que el conocimiento científico es conjetural y no garantiza alcanzar la verdad. Entonces, dicen, no se puede deducir cuál será la evolución del medio ambiente, y específicamente el efecto invernadero.
–¿Esa es la posición del gobierno norteamericano?
–No estoy seguro. Sé que es la posición del ala más conservadora del fundamentalismo religioso y de periodistas del Wall Street Journal y de la revista Forbes, que tienen fuertes intereses para tratar de justificar que no hay razones científicas para sostener las tesis ecologistas y por lo tanto se puede seguir explotando el medio ambiente. Esta posición toma como negativo lo mejor de la ciencia, esto es, que se trata de un conocimiento conjetural y basado en la evidencia disponible.
–Es un escepticismo conveniente.
–Sí, conveniente a sus intereses. El conocimiento científico no garantiza la certeza, pero es lo que mejor tenemos para evitar catástrofes en el medio ambiente. Estos periodistas a sueldo cometen falacias flagrantes. Como cuando aseguran que el monte Pinatubo en las Filipinas emitió más gases tóxicos que todas las industrias y los automóviles.
–¿Esto es falso?
–No, es cierto, emitió más gases. Pero resulta que se trata de gases que no provocan el efecto invernadero porque los gases tóxicos de los volcanes no se detienen en la estratósfera como los gases industriales que sí afectan a la capa de ozono. Esto sólo se puede saber mediante estudios científicos.

Quinta y sexta
–La quinta línea de ataque a la ciencia tiene que ver con lo que el filósofo Richard Rorty llama “la necesidad de abandonar el carácter hegemónico del conocimiento científico”. Y es un caso complejo de abordar en una entrevista, pero Rorty asume una teoría consensualista como explicación de la “verdad científica”. Según él, la verdad está sujeta al consenso entre pares. Consenso que se le vuelve en contra al propio Rorty porque, dado que los científicos no creen en su teoría, sería falsa.
–Por lo menos por ahora, hasta que todos piensen que Rorty tiene razón.
–Por lo menos por ahora (Gómez ríe). Esto es bien fiel a la postura de Rorty, porque es un consenso que puede disolverse.
–¿Y la sexta línea de ataque a la ciencia?
–Es la de la llamada “ciencia de la creación”. Aquí se ve mejor el carácter político, porque se propone que la cuestión de la creación según la Biblia se enseñe en las escuelas norteamericanas con el carácter de ciencia. Tratan de mostrar que la creación bíblica es científica, para así poder imponerla, porque allá lo religioso no es enseñado con obligatoriedad. El creacionismo no es una ciencia justamente porque viola el carácter provisional y revisable que toda ciencia tiene. La utilización del diluvio para explicar hechos naturales es algo inmodificable, pase lo que pasare y con cualquier tipo de evidencia. Hasta ahora, todos los restos fósiles indican que la Tierra tiene bastante más de 10 mil años yconfirman la hipótesis darwiniana. ¿Qué hacen entonces los creacionistas? Bueno, utilizan hipótesis ad-hoc: La Tierra fue creada como dice la Biblia, pero con vestigios adrede de un pasado de millones de años.
–Al respecto, el filósofo inglés Bertrand Russell decía que es un argumento que también se puede utilizar para decir que la Tierra fue creada hace cinco minutos, y con la “memoria” de su pasado.
–Ah, qué lindo.

Para un final crítico
–En la conferencia en la SCA, usted señaló que “la ciencia es un instrumento de emancipación”.
–Sí. Si uno elimina la distancia crítica, ¿desde dónde vamos a objetar lo que es opresivo, incorrecto y sume a la gente en la pobreza y la desesperación? Fíjese la relación de esto con “no hay otra, estamos ante el fin de toda alternativa”, etc. Eso es cerrar la distancia crítica. Si no hay alternativas, la crítica se reduce a la obsecuencia. Pero siempre “hay otra”, a nivel político, a nivel económico, aunque se lo niegue. Ya sabemos que en nombre de Dios y del mercado se hace cualquier disparate.